“Lo segundo es follar, lo primero es Dios”, cantaba Rosalie en “Hentai” hace más de tres años, una canción erótica que levantó ampollas y arrasó con elogios. Ya en esa y otras referencias anteriores, quedó claro que para la artista la religión es algo importante en su proceso creativo (y probablemente también personal). Por lo tanto, aunque ahora estéticamente se haya unido a la santidad, la búsqueda espiritual de Rosalía no es frívola y viene de lejos.
Ya está disponible LUX, su nuevo disco, uno de los lanzamientos más publicitados desde que Rosalía lo presentara al mundo hace poco más de dos semanas en el Times Square de Nueva York y la Plaza de Callao de Madrid. Luego del revuelo internacional que fue Motomami, la cantante se dedicó a leer, investigar, componer y mezclar lenguajes para crear una magnífica obra donde en lugar de mirar hacia afuera decidió mirar hacia adentro, inspirándose en los místicos cristianos entre otros.
Además de la música, Rosalía siempre cuidó la exactitud de las letras que incluía en sus canciones. Y lo hizo sonoramente (en “Chicken Teriyaki” la voz era un instrumento de percusión más) y lingüísticamente (adaptándose al lenguaje del género en el que canta). Pero también lo hizo literario. Como ya se desprende de su primer single, “Berghain”, todo lo que escribe, cada referencia, cada metáfora tiene un porqué.
El movimiento MABA
Por otro lado, hay otras decisiones que se toman y nadie sabe realmente de dónde vienen. Uno de ellos es la inclinación del presidente estadounidense Donald Trump por reconstruir Washington. Uno de sus esfuerzos en este segundo mandato es hacer que su país vuelva a ser “hermoso” (“Make America Beautiful Again”), y aparentemente confió en los romanos para lograrlo, aunque no existe ningún tipo de conexión histórica con esa antigüedad en los Estados Unidos. Pero, como no nos cansamos de decir, los romanos ya sospecharon y ejecutaron todo lo que queremos hacer… y los poderosos lo saben.
Viaja y deja tu huella
Esta semana salgo a la carretera: con mochila, asiento de avión apretado, agenda apretada, tensión a la hora de abordar y todas esas pequeñas rutinas a las que estamos acostumbrados en el siglo XXI.
Sin embargo, en el siglo XVII, el príncipe Cosme III de Medici actuó de manera diferente. Así recorrieron la Península Ibérica con un séquito de veintisiete personas, entre las que se encontraba un diplomático, encargado de escribir la crónica de su viaje, y un pintor florentino, que registraba con tinta negra sobre papel las escenas de los lugares que visitaban.
Ahora un equipo de académicos españoles ha iniciado un proyecto de investigación en el que analizarán algunas de las pinturas de ese artista: Piero Maria Baldi. Lo hacen, entre otras cosas, porque estos dibujos, además de dar testimonio del viaje, revelan los secretos de lugares que no han sobrevivido hasta nuestros días.
La magia del cine
Volvemos al cine (y a la literatura) con el estreno en varios países (con mucha expectación) de la nueva adaptación de la novela del argentino Manuel Puig El beso de la mujer araña. Esta vez la película adopta un formato musical (porque se apoya en una representación que se hacía en Broadway en los años 90) y tiene en Jennifer López a su mejor embajadora.
Con muchos lugares aún esperando la fecha de publicación, Laura Martínez Catala, experta en el carácter de la autora, nos sumerge en el atractivo de la novela para animar a quienes aún no la han leído a no esperar más. Y si alguien se pregunta con cansancio si estamos ante innumerables remakes de Hollywood, Martínez Catalá tiene una idea: ¿cómo podría dejar de ser revisitado un libro que “destroza planes, provoca discursos inquebrantables y sacude el alma tan suave como dolorosamente”?
De palabras y signos
Y terminamos como empezamos: hablando del lenguaje (no de Rosalía, aunque probablemente el disco tenga rap), una capacidad humana tan práctica como mágica.
Por ejemplo, leyendo los comentarios de este artículo sobre la diferencia entre subtitular y doblar un producto audiovisual, aprendí por su autor que leer insultos o malas palabras nos resulta más violento que escucharlo. Por eso a veces lo que el actor acaba de decir en otro idioma no está escrito exactamente en un idioma. Estas y muchas otras razones las explica Marta González Quevedo cuando analiza las diferencias de traducción que existen en películas y series.
Otro ejemplo de la maleabilidad del lenguaje lo analiza Iván Ramírez Sánchez cuando explica cómo el español empieza a beber de los términos utilizados en el mundo de los videojuegos, un “lenguaje” que provoca la creación de verbos desconocidos para mí como “farmear”, “kitear” o “mainear”.
Y por último, uno de mis artículos favoritos de todos los tiempos: ¿por qué utilizamos metáforas espaciales cuando queremos hablar del paso del tiempo?
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