Atraídos por la oscuridad: ¿Por qué amamos a los villanos de ficción?

Periodista ANASTACIO ALEGRIA
7 Lectura mínima

En nuestra infancia, los adultos nos contaban historias inspiradoras sobre héroes. Eran historias con intenciones moralizantes que buscaban enseñarnos cómo afrontar los problemas, cómo afrontar nuestros miedos o cómo relacionarnos con los demás. Muchas veces seguimos evocando con cierto aura nostálgica estas historias, que escuchamos en el regazo de nuestros padres o abuelos.

De adultos, el cine y la literatura toman el relevo de nuestros seres queridos para dar vida a la epopeya que disfrutamos de niños. Muchas veces, por qué no decirlo, de forma un tanto maniquea y con fines interesantes. La idea, al fin y al cabo, es despertar emociones para vender ideas o incluso productos.

Y ahí es donde ocurre algo realmente curioso y bien documentado en psicología: los villanos ejercen sobre nosotros un poder verdaderamente seductor. A veces incluso más grande que el héroe. Es casi como si con esta respuesta nos opusiéramos ferozmente a lo establecido.

Héroes y villanos en la ficción.

Los héroes y los villanos tienen roles muy diferentes; se podría decir incluso de forma antagónica. Estos son dos arquetipos que representan nuestras filias y fobias, diseñados para aprovechar los complejos conceptos del bien y del mal que dan forma al consenso social.

En la ficción, los héroes son retratados invariablemente de una manera entrañable. Se les ofrece un arco narrativo a través del cual se ilustra la epopeya de su predecible victoria: el conocido “viaje del héroe”. Este recorrido no es más que una rígida estructura literaria que permite organizar cronológicamente las acciones de forma un tanto forzada.

Es decir, los héroes suelen venir de lugares comunes y vivir con imparcialidad, hasta que un día sucede algo inesperado que los invita a una aventura. Aunque intenten ignorarlo, siempre hay alguna circunstancia extraordinaria que les obliga a afrontar definitivamente lo desconocido.

En su odisea, encontrarán amigos cercanos y antagonistas que tienen un poder mayor que el de ellos, con malas intenciones. En el calor de estas tensiones conflictivas, se orquestan los acontecimientos necesarios para alcanzar un clímax emocional, hundiendo al héroe (y al mundo mismo) en una profunda desesperación.

Es en este momento de debilidad que sus cualidades humanas florecen y le ayudan a alcanzar la victoria y volver a la vida cotidiana preservando la experiencia transformadora. Esta humanidad forzada pretende apelar al público para convencerlo de que todos poseemos la fuerza necesaria para superar nuestras propias limitaciones.

Asociamos la belleza con la bondad.

Los narradores de estas historias, dependiendo de las opciones que ofrece el formato, también añaden una constelación de atributos físicos deseables a los héroes (hermosos, fuertes, etc.). Al hacerlo, aprovechan el popular sesgo perceptivo de que la belleza es buena, ampliamente estudiado en psicología. A través de él, automáticamente atribuimos cualidades positivas a quienes se ajustan al estándar estético predominante, incluso si no existe una conexión lógica.

Por el contrario, a los villanos se les presentan características físicas imperfectas para estimular juicios negativos, explotando nuestra tendencia a percibir las desviaciones de la belleza como indicaciones del mal (el sesgo de “la anomalía es mala”). Es algo bastante jodido en obras que ya forman parte de la cultura pop, con personajes como Freddie Krueger, Voldemort o Scar.

Además, los villanos personifican cualidades que las sociedades valoran: violencia, egoísmo, ansia de poder y mentira. Siendo así, cabe preguntarse: ¿por qué nos atraen tanto?

La paradoja de la atracción por el mal

Mucho se ha escrito al respecto y, por supuesto, sigue siendo un misterio que muchas veces sucede lo contrario de lo esperado: nos sentimos más atraídos por el villano que por el héroe. Basta mirar el merchandising de las grandes producciones para darse cuenta de que Úrsula, Maléfica o el Joker arrasan con muchos otros personajes bondadosos.

Maléfica, interpretada por la actriz Angelina Jolie. Filmaffinity/Disney

Una posible razón es la complejidad que conllevan estos personajes: mientras los héroes están encorsetados, los villanos emplean una constelación más amplia de motivaciones. De hecho, cuando no practican el mal como un simple pasatiempo, sino que enfrentan dualidades y contradicciones, resultan aún más atractivos para el público.

Otra posible explicación es el papel de la rebelión y la oposición a las normas que muestran las personas malvadas. Los villanos suelen ser odiados por consenso y, aunque pueda parecer contradictorio, los espectadores tendemos a empatizar con aquellos que enfrentan un desprecio generalizado (el efecto outsider). Esto se ve exacerbado al proporcionar al enemigo suficiente contraste entre su historia, creencias y acciones.

La oscuridad de los villanos nos recuerda nuestras imperfecciones.

Por supuesto, la oscuridad que acarrean los villanos también nos facilita asomarnos por un momento al abismo de nuestras propias imperfecciones. La gran mayoría de los seres humanos están seguros de que tienen defectos, de que poseen algún rasgo indeseable. Nos facilita identificarnos con quienes no sólo no lo ocultan, sino que lo elevan como parte cardinal de su personalidad.

Además de esto, a los villanos se les suele presentar otras dos cualidades que se valoran positivamente: la capacidad gerencial para promover eventos que sirvan como fuentes de acción y, al menos en las producciones modernas, el ingenio o el humor. Esto diluye los roles principales de los héroes y abre un espacio considerable para que el “malo” se muestre.

Finalmente, los villanos pueden lograr algo importante que un héroe convencional no puede: la redención. Si bien los “buenos” a menudo se presentan como recipientes inmaculados, los malos pueden compensar sus fechorías y compensar los restos de los personajes o de la humanidad en su conjunto. La posibilidad misma de que esto suceda es el motor emocional clave que los convierte en personajes trascendentes e inolvidables.


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