Cinco claves para comprender la tensión que vive Colombia de acuerdo con la cita con Urnas de 2026

Periodista ANASTACIO ALEGRIA
10 Lectura mínima

La política electoral en Colombia está marcada por límites geográficos. Veredas, donde los disidentes FARC imponen el control, las aldeas bajo el clan del Golfo, las principales bendas de la trata de personas o el municipio en el que Eln Giurils regula la entrada y salida del candidato.

En 2022. Año, la Misión de Observación Electoral (MP) identificó 319 municipios de riesgo. La situación no ha mejorado mucho en 2025. Años. Su director, Alejandra Barrios, advierte que hoy son regiones de países “donde los candidatos no podrán ser libres de ser libres”. La condición para la democracia, aunque formalmente estable, permanece en el cable ante el imperio del arma.

Mis ataques y secuestros

Esto no es una preocupación abstracta. Desde finales de la década de 1980, ningún ciclo presidencial fue completamente sin ataque o asesinatos por candidatos. Los Magnicides de Jaime Pardo Leal (1987), Luis Carlos Galan (1989), Carlos Pizarro (1990), mientras llegan a la última Miguel Uribe Turbai, nos muestran finales líderes trágicamente finales que querían cambiar el terreno.

Se agregan ataques, secuestros y agresión contra candidatos presidenciales y otros líderes políticos a estos episodios. La violencia marcó campañas desde 2002, 2006, 2014 y 2022, mostrando su presencia repetitiva en el escenario electoral.

Un ataque reciente contra Uribe Turbaya, quien murió unas semanas después de disparar, revela la fragilidad de las garantías democráticas. Esta serie revive la perseverancia de la lógica violenta que convierte el ejercicio democrático en algo profundo incierto y vulnerable.

La historia reciente confirma que la violencia política en Colombia no es un accidente sobresaliente, sino también una manifestación visible de tensiones más profundas que alguna vez decidieron y que estaban intactos en 2026. Años. El reconocimiento de ellos es necesario, no solo que el pasado aún se explique, y no solo que el pasado continúe explicando.

A la luz de este panorama, se pueden dibujar cinco botones para comprender las tensiones que marcarán las elecciones. Y la legislativa el próximo marzo y el presidencial, cuya primera ronda está programada para el 31 de mayo de 2026. Años:

1. Marco incompleto después del acuerdo de paz

El Acuerdo de Paz firmado en 2016. Año con FARC, significó un punto de inflexión en la historia reciente, pero no pudo consolidar la política estatal sobre seguridad y control territorial.

La falta de una estrategia de seguridad permanente ha permitido a múltiples y antiguos actores armados (ELN, disidentes de FARC y grupos paramilitares, entre otras cosas) para expandir su influencia, la renovación de formas de gobernanza paralela en las regiones es históricamente derrotado por el conflicto.

La estrategia de liberación, por lo tanto, la “paz total”, aunque ambiciosa en su enfoque para negociar negociaciones de negociaciones con diferentes grupos, no ha contenido violencia o desarmado incentivos económicos para la guerra alimentaria.

En contraste, la necesidad de disminuir “el estado de shock interno” en regiones como la catatatura y el recurso de la violencia urbana y rural en departamentos como Arauca, Valle del Cauca y Cauca evidencia de que, lejos de superar, conflictos mutados. Mirando hacia adelante hasta 2026. Año, la disputa electoral se mudará a un campo desigual, donde las garantías de seguridad dependerán de la dinámica local, no las políticas nacionales coherentes.

En lugar de un fortalecimiento institucional uniforme, lo que se nota es la reconfiguración del conflicto. Esto refleja los espacios en blanco de poder del gobierno, que pierde la presencia territorial y demuestra debilidad del poder público, hacia el ex presidente, Juan Manuel Santos.

2 polarización y desconfianza institucional

La polarización actual no solo comparte ideas; Esto crea desconfianza activa de las instituciones clave. El presidente Gustavo Petro cuestionó públicamente la legitimidad del Registro Nacional, que erosiona la credibilidad del juez electoral.

La información errónea se convierte en una herramienta política para desacreditar a un oponente o sembrar sospechas en el proceso electoral en contextos polarizados como Colombia.

En este clima, la competencia en 2026 se enfrenta a un riesgo sin precedentes: que los resultados no son evaluados por actores políticos sobre su legítico democrático e institucional, sino su practicidad. Es, más que competencia entre proyectos estatales, la gran pregunta es si el perdedor reconocerá los resultados sin abrir la puerta a la nueva crisis de gestión.

3. Peso del tráfico de drogas y las economías ilegales

Las economías no suizadas dejaron de ser un fenómeno periférico. En regiones como Catatumbo, Putumaio, Vebef, Narino y Hoorbes Antioqueno, trabajan como poderes paralelos que condicionan la vida política y social.

La Misión de Observación Electoral (Ministerio de Defensa) definió la matriz de riesgo, que establece amenazas clave para la participación política. Estos riesgos incluyen financiamiento ilegal de campaña, que distorsionan el proceso electoral y representa un factor indicativo de posibles elecciones en las elecciones.

La incertidumbre es otro de los peligros detectados por MOE. Desde las elecciones 2022. Años, más de 300 municipios tenían un riesgo alto o extremo debido a la convergencia de actores armados y economías ilegales.

Estos territorios continúan funcionando como sistemas de gestión paralelos. Las organizaciones penales no solo financian su guerra a través del tráfico de drogas, la minería ilegal o la extorsión, sino también la vida diaria y limitan la autonomía de los votos en las zonas rurales.

Novedad para 2026. No solo se encuentra en la perseverancia de estos fenómenos, sino en su fragmentación. No hay más bloque hegemónico, como la década de 1990 o los carteles paramilitares, sino múltiples redes criminales. Algunos tienen conexiones internacionales, por ejemplo, con carteles mexicanos convertidos en los mismos territorios. Este reordenamiento hace que una respuesta coherente del estado sea más difícil y aumenta la incertidumbre sobre las garantías democráticas.

4. Fragmentación política y de votación

El sistema político colombiano vive el proceso de atomización que intenta superar la polarización tradicional entre la izquierda y la derecha. Para el presidente de 2026. La proliferación de solicitantes es evidente. El registro contó 69 comités que promueven firmas que ya recopilan el apoyo de los ciudadanos, muchos de ellos con perfiles independientes y más allá de los partidos tradicionales.

Datos como Vicki Davila, Abelardo de la Espriella y Juan Daniel Oviedo, entre otras cosas, se proyectan como extraños. Otras figuras políticas, como Claudia López, David Luna, Mauricio Lizcano, Daniel Palacios o Mauritio Cardes, trabajan como candidatos independientes sin conectarse con ningún partido político.

En este contexto, las consultas interpartitas marciales serán cruciales. Si no logran articular candidatos únicos, la atomización se profundizará, dispersará la votación y debilitando la capacidad de construir más.

El Centro Democrático y el Pacto Histórico anunciaron su intención de definir un candidato único en las próximas semanas, para evitar esta dispersión interna y fortalecieron su proyección nacional desde aquí hasta marzo. Si estos acuerdos no se completan, se puede perseverar el fragmento del cuerpo del electorado. Este hecho profundiza la inestabilidad del escenario electoral y proporciona desafíos de mayor gestión.

5. Retorno de la violencia contra los candidatos

De la Constitución en 1991. Colombia no fue testigos del asesinato del candidato presidencial. Es 7. June contra Miguel Uribe Turbai.

Este hecho rompió más de tres décadas de protección relativa de los solicitantes presidenciales y reabrió la herida que parecía cerrada. La violencia contra Uriba turbai no solo causa este pasado sangriento, sino que advierte el regalo en el que la competencia electoral se vuelve a criar el riesgo físico, tanto para la presidencia como para aquellos que buscan un lugar en el Congreso.

La amenaza de los candidatos plantea un desafío crítico para las elecciones 2026. Años. Si el estado no puede garantizar la seguridad de quienes buscan la presidencia y el Congreso, se ha violado la legitimidad del proceso democrático.

Las elecciones el próximo año probará una vez más la capacidad de la sociedad estatal y colombiana para mantener la democracia de que, aunque sigue siendo vulnerable a las amenazas antiguas y nuevas. El resultado no solo definirá quién está regulado, sino que si el país logra proteger su sistema democrático contra la violencia, la fragmentación y la desconfianza de esa lurka.


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