Los cuerpos de los adolescentes cambian rápidamente. Los huesos crecen, los músculos se desarrollan y el equilibrio cambia. La adolescencia puede ser una época de gran energía, pero también es un periodo delicado para controlar el movimiento.
Muchos adolescentes pierden la coordinación a medida que crecen. Tropiezan fácilmente o pierden precisión en tareas que alguna vez dominaron, pero esto es más una cuestión de biología que de torpeza. Sus cuerpos están cambiando más rápido de lo que sus cerebros pueden adaptarse.
entrenamiento cerebral
Aquí es donde entra en juego el entrenamiento neuromuscular. Este tipo de ejercicio ayuda a coordinar los músculos de manera eficiente, rápida y segura, ya que mejora la precisión con la que el cerebro les dice cuándo y cuánto activar.
En pocas palabras, mejora la forma en que el cerebro interpreta la información del entorno y cómo reacciona ante ella. Cuando una persona pierde el equilibrio, por ejemplo, el sistema nervioso detecta el cambio y activa los músculos correctos en milisegundos. Un cerebro entrenado reacciona más rápido y evita movimientos peligrosos o inestables.
Las investigaciones han demostrado que, cuando se realizan correctamente y bajo supervisión, los ejercicios neuromusculares mejoran la agilidad, el equilibrio, la velocidad de reacción y la coordinación muscular. También aumentan la estabilidad de las articulaciones y la eficiencia del movimiento, que son vitales para la prevención de lesiones y el buen funcionamiento del cuerpo.
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¿En qué consiste?
El programa neuromuscular combina ejercicios de fuerza, equilibrio, coordinación y agilidad. A diferencia de otros métodos, su objetivo no es levantar más peso ni más repeticiones, sino moverse mejor.
Aquí hay un programa de muestra simple que consta de cinco ejercicios que no requieren equipo. Con una duración total de 10-12 minutos, lo ideal es dedicar 40 segundos de trabajo y 20 segundos de descanso a cada ejercicio, 2 o 3 veces por semana:
1. Movimiento dinámico
El objetivo aquí es activar el cuerpo y mejorar la alineación antes de seguir haciendo ejercicio.
2. Estabilidad y equilibrio
Equilibrarse sobre una pierna mientras toca puntos en el suelo por delante, por detrás y hacia los lados. Como variación, toque los puntos más cercanos a los pies o gire la cabeza hacia un lado.
El objetivo aquí es mejorar el control postural, que tiende a deteriorarse durante la pubertad.
3. Fuerza del core y la cadera
Plancha con elevación alterna de piernas o brazos. Es importante mantener las caderas lo más quietas posible mientras levantas brazos y piernas.
Estos ejercicios fortalecen los músculos que estabilizan la columna y las piernas.
4. Alineación y aterrizaje de rodillas
Saltos ligeros desde una posición de pie con énfasis en un “aterrizaje suave”: rodillas hacia adelante, caderas hacia atrás y pies separados a la altura de los hombros. La atención se centra en cómo aterrizas, no en qué tan alto saltas.
Esto mejora la técnica de aterrizaje y reduce el riesgo de lesiones.
5. Agilidad
Movimientos en zig-zag entre los conos (u otro objeto si estás entrenando en interiores). Haga una parada controlada antes de cambiar de dirección.
El objetivo aquí es ayudar al cerebro a aprender a detener, equilibrar y redirigir el movimiento sin perder el control.
Vulnerabilidad de las habilidades motoras.
Este tipo de ejercicio es especialmente importante durante la adolescencia, porque la pubertad hace que el cuerpo crezca de forma irregular: primero vienen los huesos, luego los músculos y finalmente las conexiones nerviosas. Esta falta de sincronización puede afectar el equilibrio, la coordinación y el control postural, provocando que muchos adolescentes pasen por lo que se conoce como un período de “vulnerabilidad de las habilidades motoras”.
El entrenamiento neuromuscular puede ayudar a reeducar el control sobre el cuerpo. Además de enseñar al cerebro a adaptarse a un cuerpo que cambia cada pocos meses, también estimula la maduración del sistema nervioso y mejora la respuesta a los estímulos externos. No sólo es vital para los deportes, sino también para la vida cotidiana: caminar, subir escaleras, reaccionar ante una caída, etc.
Por tanto, el valor del entrenamiento neuromuscular va más allá del deporte y puede afectar a la salud física y mental de los adolescentes. Mejora la postura, la conciencia corporal y la confianza en el movimiento, reduce el riesgo de lesiones de rodilla, tobillo o espalda y mejora la concentración y la atención.
En un mundo cada vez más sedentario, enseñar a los jóvenes a moverse con control y equilibrio es en realidad una forma de alfabetización física. Incorporar este tipo de trabajos en escuelas, programas juveniles o rutinas de actividad física no debe ser un lujo reservado a los deportistas, sino una parte esencial de un desarrollo saludable.
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