Cuando las personas viajan, no solo buscan lugares históricos, sino que también buscan nuevos gustos que los encanten y los conecten con el lugar que visitan.
En Quebec, por ejemplo, es poutine. La mezcla reconfortante de papas fritas crujientes, requesón crujiente y rica salsa marrón se sirvió por primera vez en los bares rurales en la década de 1950 antes de convertirse en un ícono nacional.
En España, la paella, un plato de arroz con azafrán lleno de mariscos, pollo y verduras que se originó en las granjas de Valencia como comida comunal para los trabajadores, es imprescindible.
En Japón, el ramen (tazones de fideos de trigo cocidos al vapor en una sopa fragante con capas de soja, miso o huesos de cerdo) cuenta una historia de consuelo e innovación culinaria posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Pero más allá del sabor de la comida, ¿puede la gastronomía convertirse en el lenguaje de la identidad y la diplomacia cultural? Esa pregunta está en el centro del creciente movimiento culinario de Canadá.
La gastronomía como forma de diplomacia
En todo Canadá, la comida se está convirtiendo rápidamente en un marcador de identidad y orgullo regional. Desde los viñedos del valle de Okanagan hasta las chozas de azúcar de Quebec, la cocina se está convirtiendo en el lenguaje que define quiénes son los canadienses y cómo los percibe el mundo.
El ramen japonés, que se dice que se originó como un alimento reconfortante de la posguerra, se ha convertido en uno de los platos más reconocibles a nivel mundial. (desempaquetar)
El movimiento está ganando impulso a medida que Kelowna, Columbia Británica, aceptó recientemente una invitación para postularse para ser nombrada Ciudad de la Gastronomía por la UNESCO, un título que celebra los lugares donde la cultura gastronómica impulsa la creatividad, la sostenibilidad y la comunidad.
Fundada en 2004, la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO reconoce y honra a las ciudades donde la cultura alimentaria impulsa la innovación y el bienestar comunitario. Hoy en día, 57 ciudades llevan esta designación, desde Parma en Italia y Chengdu en China hasta Tucson, Arizona, en Estados Unidos.
Canadá aún no se ha unido a sus filas, razón por la cual la candidatura de Kelowna es importante: sería la primera ciudad gastronómica del país, lo que reflejaría su mezcla de herencia indígena, cultura del vino y creatividad de la granja a la mesa.
A medida que el turismo continúa recuperándose y las regiones compiten por el reconocimiento, la gastronomía se ha convertido en una forma de poder blando: la capacidad de un país para influir en otros a través de la cultura, los valores y el atractivo en lugar de la fuerza, moldeando cómo se perciben las naciones y cómo los viajeros se conectan emocionalmente con un lugar.
Los estudios muestran que el turismo gastronómico se ha convertido en un motor clave del desarrollo regional y del atractivo de los destinos. Un plato estrella (una creación emblemática ligada a un chef, una región o una tradición) ofrece una forma concreta de traducir la creatividad culinaria en identidad cultural.
Cómo la comida convierte los viajes en una marca
Algunos platos funcionan como logotipos culinarios, expresando la personalidad de un lugar o del chef y creando recuerdos duraderos. Las investigaciones revelan que para los viajeros, la comida se convierte en participación más que en consumo: una forma de experimentar un lugar, no sólo de observarlo.
Una comida para recordar combina creatividad, patrimonio y lugar. En Canadá, estos platos también actúan como anclas experienciales que conectan ingredientes, paisajes y emociones, desde los rollos de langosta de Halifax con sabor atlántico hasta el dulce pastel de bayas moradas de Saskatoon que recuerda a una cosecha de la pradera.
Aún así, algunos críticos advierten que la creciente ola de marcas gastronómicas corre el riesgo de caer en lo que llaman gentrificación culinaria: cuando las tradiciones locales se pulen y se presentan para los turistas, a veces a expensas de las comunidades que las crearon.
El desafío para ciudades como Kelowna será celebrar su identidad culinaria sin convertir la autenticidad en un eslogan de marketing.
Las regiones de Canadá cuentan sus historias a través de la comida
Las investigaciones sobre alimentación, cultura y sostenibilidad muestran cómo dichas conexiones ayudan a las regiones a construir identidades distintivas y resilientes.
En Quebec, por ejemplo, la comida está profundamente entrelazada con el orgullo cultural. Desde las chozas de azúcar de la campiña de Laurentians y Beauce hasta la escena gastronómica multicultural de Montreal, la tradición y la innovación se mezclan, pero Quebec está lejos de ser la única provincia donde la identidad culinaria está floreciendo.
En la Isla del Príncipe Eduardo, el Festival de Comida y Bebida Fall Flavors, que se celebra desde principios de septiembre hasta mediados de octubre, reúne a chefs, agricultores y pescadores para celebrar la cosecha de la isla. Los eventos tienen lugar en pequeños pueblos y aldeas costeras, convirtiendo la isla en un gran comedor. El festival fortalece el orgullo local, apoya a los productores y extiende la temporada turística más allá del verano.

Comer un rollo de langosta en un muelle de Halifax, Nueva Escocia, se ha convertido en una atracción turística. (desempaquetar)
En Alberta, Alberta Food Tours invita a los viajeros a descubrir productores rurales, tradiciones culinarias indígenas y mercados de agricultores en toda la provincia, desde Calgary hasta Jasper. Estas experiencias guiadas resaltan las raíces agrícolas de la provincia al tiempo que promueven la sostenibilidad y la conexión comunitaria.
En Columbia Británica, el valle de Okanagan, hogar de Kelowna, se ha convertido en el principal ejemplo de turismo enológico y de la granja a la mesa en Canadá. Sus viñedos y huertos, que se extienden desde Vernon hasta Osoyoos, abastecen a chefs locales que convierten productos de temporada en menús creativos. Rutas culinarias y festivales de vino conectan a los visitantes con productores y enólogos, mientras que la apuesta de Kelowna por convertirse en Ciudad de la Gastronomía de la UNESCO refleja la creciente reputación de la región por su gastronomía sostenible e impulsada por la comunidad.
Sin embargo, a medida que el turismo gastronómico sigue creciendo, cada vez es más difícil encontrar experiencias auténticas. En 2024, se estima que rondará los 1.800 millones de dólares a nivel mundial. Para 2033, se espera que esa cifra alcance casi 8 mil millones de dólares, creciendo a una tasa promedio de alrededor del 18 por ciento anual.
Los turistas anhelan “el verdadero negocio”, pero sus expectativas a menudo modifican lo que se sirve. Por ejemplo, los platos tradicionales pueden simplificarse, endulzarse o ser menos picantes para adaptarse al paladar de los visitantes. La autenticidad parece ser menos un ideal fijo que un diálogo entre chefs, consumidores y medios de comunicación.
¿Por qué es importante el patrimonio de la gastronomía?
Los platos exclusivos nos recuerdan que la identidad no se hereda: se crea y se comparte. La cocina local conecta a las personas con un lugar, convierte los ingredientes en historias y hace que la cultura sea tangible.
Cuando las ciudades lanzan festivales gastronómicos, rutas culinarias o candidaturas de la UNESCO, no sólo promocionan restaurantes, sino que definen quiénes son como país.
En un mundo a menudo dividido, la comida sigue siendo un lenguaje universal. La gastronomía local nos recuerda que lo que hay en nuestro plato nunca es sólo sabor, sino pertenencia.
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