Cómo enseñar a los futuros profesionales sanitarios a comunicarse eficazmente

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
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Lewis tiene 55 años y desde hace varios meses sufre acidez de estómago intensa cuando se acuesta por la noche. Después de consultar con su médico de cabecera, programe una cita con un especialista. La doctora lo saluda con una sonrisa, se presenta y lo mira a los ojos mientras Lewis le explica lo que le está pasando. Te hace una serie de preguntas específicas e interpreta tus síntomas. Finalmente, explica qué ha podido provocar el problema, qué pruebas serán necesarias o cómo modificar determinados hábitos (hora de la cena, tipo de comida) en busca de una solución. Lewis sale de la consulta sintiéndose más tranquilo. Comprenda lo que puede suceder y qué tratamientos están disponibles.

Por otro lado, Lucía, con síntomas similares, se encontró con un especialista que mientras hablaba se limitaba a escribir un informe en la computadora, le hacía preguntas mecánicamente y le ofrecía información muy limitada sobre el tipo de pruebas a las que debía someterse. Tras la consulta, la preocupación de Lucía creció, pues no tenía claro si esto podía ser un síntoma preocupante o una anomalía menor. Espera ansioso las pruebas que confirmen que no pasa nada grave.

Estas escenas son reales y demuestran que la capacidad de comunicarse en salud tiene importantes consecuencias. Porque entender lo que nos pasa y sentirnos acompañados cambia por completo la forma en la que vivimos la enfermedad o el malestar.

En un mundo saturado de información, donde es difícil resistir la tentación de hacer su propia investigación sobre cuál podría ser un síntoma en particular, es más importante que nunca que los profesionales de la salud sepan cómo comunicarse de manera efectiva y amigable.

Pero la formación universitaria en ciencias de la salud sigue centrándose en contenidos teóricos y deja en un segundo plano habilidades básicas como la expresión oral, la empatía o la regulación emocional. Estas habilidades son esenciales para brindar atención médica de calidad y un trato más humano.

Brecha en la formación en comunicación

Esta falta de formación específica en comunicación verbal y emocional crea una distancia entre lo que se enseña en las aulas y lo que se necesita en la práctica clínica. Interactuar con pacientes, equipos de trabajo y la sociedad requiere habilidades que van más allá del conocimiento técnico.

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El papel de la inteligencia emocional, un concepto descubierto en la década de 1990, continúa siendo explorado en el contexto sanitario debido a sus importantes implicaciones en la comunicación con el paciente. Ya se ha demostrado que dicha inteligencia está asociada con una atención de mayor calidad y la satisfacción del paciente.

La buena comunicación ayuda a salvar vidas

Una comunicación clara mejora la adherencia, reduce los errores clínicos y fortalece la relación entre el médico o enfermera y el paciente. La regulación emocional de los trabajadores sanitarios ayuda a una mejor gestión de situaciones críticas, a la reducción del estrés y a la prevención del síndrome de burnout, tan común en estas profesiones.

Además, en una sociedad que exige transparencia, los profesionales de la salud deberían poder explicar la ciencia con rigor y empatía. Por eso es tan importante promover estas habilidades desde la formación inicial y deberían integrarse en el currículo.

‘La voz de la ciencia’: una experiencia innovadora

Recientemente lanzamos el proyecto La Voz de la Ciencia para mejorar las habilidades comunicativas y emocionales de los estudiantes de ciencias de la salud a través de monólogos científicos. Los estudiantes aprendieron a contar historias científicas en primera persona, de forma clara, emotiva y rigurosa.

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La intervención incluyó talleres de expresión oral, tutorías personalizadas y ensayos. El proceso culminó con un evento final abierto al público donde presentaron sus monólogos ante un público diverso.

Los resultados se midieron antes y después de la experiencia. Se observaron mejoras significativas en la claridad expositiva, la expresividad verbal y no verbal y el uso de recursos como las metáforas y el humor.

Uno de los participantes los resumió así:

“Nunca pensé que podría hablar en público con tanta confianza. Me sentí escuchada y apreciada”.

Sin embargo, no todo ha cambiado. El nerviosismo y el estrés al hablar en público no disminuyeron significativamente. Esto sugiere que es necesario complementar estas intervenciones con estrategias específicas de regulación emocional.

¿Qué otras alternativas existen?

Además de los monólogos científicos, existen otras metodologías activas que también han demostrado ser efectivas.

Así, el aprendizaje experiencial permite aprender a través de la práctica y la reflexión, mientras que la gamificación introduce dinámicas de juego para aumentar la motivación y el compromiso de los estudiantes.

También existen iniciativas internacionales como FameLab o 3 Minute Thesis que promueven la comunicación científica en formatos breves y accesibles. Los talleres de ciencia-teatro son otra opción para entrenar la expresión oral y la conexión emocional con el público.

Una formación más humana

Todas estas iniciativas demuestran que la comunicación es una herramienta imprescindible y que se puede formar en la universidad. El impacto en la confianza en sí mismos y la capacidad expresiva de los estudiantes es real y mensurable.

Formar profesionales capaces de comunicarse con claridad, emoción y rigor mejora la atención sanitaria y fortalece el vínculo entre ciencia y sociedad.

Mientras un paciente como Luis se siente seguro en la atención brindada y sigue con mayor compromiso las recomendaciones, Lucía, luego de despejar las dudas porque las pruebas dieron negativas, queda con mal sabor de boca y no sigue las recomendaciones de salud adecuadas.

Por eso son importantes proyectos como Voice of Science. Trabajar por una comunicación sanitaria más humana, fomentando consultas donde los protagonistas sean la escucha activa, la empatía y la claridad, nos ayudará a mejorar la atención sanitaria. Porque detrás de cada información y de cada tratamiento hay personas que necesitan entender y sentirse apoyadas.


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