Cuando marzo comenzó la universidad, pronto se dio cuenta de que sus compañeros de clase tenían buenas intenciones, muchos la trataron con lástima. Se evitaron involucrados en el trabajo grupal o simplemente se asignaron tareas simples. Cuando participó en la clase, respondieron a la entonación de los niños, como si estuvieran buscando complicidad entre ellos. “Me verá más como una niña que una pareja”, comentó Martha para pensar en su experiencia.
Su historia no es única: muchas personas con discapacidades intelectuales se consideran no solo por el espacio de aprendizaje en la universidad, sino también el entorno en el que tienen que lidiar con el estigma social.
El acceso universitario no garantiza la experiencia educativa gratuita de particiones. Además de los desafíos académicos, las personas con discapacidades intelectuales enfrentan un estigma estructural que afecta a su bien emocionalmente bueno: su integración en la vida universitaria y sus posibilidades de desarrollo profesional.
¿Pero estas percepciones pueden cambiar? El estudio reciente midió la influencia de la intervención educativa para reducir el estigma en los estudiantes de universidades. Utilizando el diseño experimental con control grupal, los investigadores analizaron los cambios en la percepción de discapacidad intelectual antes y después del entrenamiento. El resultado? Los estudiantes que participaron en la intervención mostraron mejoras significativas en sus actitudes, reduciendo su nivel de estigma, hasta que el grupo de control experimentó cambios.
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Personas con discapacidades intelectuales en la universidad
El estigma hacia las personas con discapacidades intelectuales sigue siendo un obstáculo para su plena participación en la sociedad. Aunque el progreso legislativo y educativo ha mejorado su acceso a los derechos básicos, los prejuicios y barreras sociales siguen siendo válidos, especialmente en la universidad.
Otro estudio analizó la percepción de varios actores universitarios (estudiantes, maestros y personal de administración) sobre la presencia de jóvenes con discapacidades intelectuales. Es interesante que los resultados revelen que las mujeres tienden a experimentar menos estigma que los hombres.
Además, la autoestima es un elemento para destacar, porque los estudiantes con discapacidades intelectuales han mostrado un mayor nivel de estigmatización de acuerdo con su propio colectivo en otros niveles universitarios: sus compañeros de clase sin discapacidades, profesores o aplicaciones de personal.
Sin embargo, la educación superior puede ser un cambio de motocicleta en la forma de comprender a este grupo y defender su desarrollo personal, social, académico y profesional gratuito. La reunión de estudios recientes, enmarcados en nuestra intervención socioefectiva en la adquisición social de la discapacidad intelectual (Ishesdi) ha demostrado que la intervención educativa bien pasada puede transformar las percepciones y fomentar entornos más inclusivos.
Contacto, clave para desmontar estereotipos
No es suficiente para ser sensibilizado: el contacto directo con personas con discapacidades intelectuales juega un papel fundamental en la reducción del estigma. Proximidad frecuente e interacción de ruinas mitos y prejuicios, promoviendo una visión más realista y justa.
Los estudiantes universitarios sin discapacidades intelectuales cooperaron con colegas que tenían proyectos reales. Uno de los participantes de los programas universitarios en competencias socio -laborométicas comentó: “Al principio no sabía cómo comunicarme, y cuando pasamos unas horas, ya hemos visto lo mismo”.
Sin embargo, también deja una conclusión inquietante: el estigma todavía existe entre personas con estudios universitarios avanzados. Esto refuerza la necesidad de estrategias educativas para no ser acciones aisladas, sino parte de un proceso continuo que se lleva a cabo en cada nueva generación de estudiantes.
Detrás del aula: inclusión como desafío universitario
Aunque el cambio en las actitudes es crucial, garantizar oportunidades profesionales para personas con discapacidades intelectuales es el siguiente paso. El estudio de la madurez profesional fue analizado por una selección de estudiantes jóvenes con discapacidades mencionadas. Los resultados mostraron que estos estudiantes tienen diferentes intereses profesionales, con una mayor inclinación de áreas artísticas, sociales y científicas y menos propensión tradicionalmente comunes o servicios, roles que a menudo se asignan inconscientemente a roles.
Samuel, por ejemplo, siempre soñó que el creador de cine, pero en su entorno propusieron decidir formar en hospitalidad o jardinería. Gracias al programa universitario inclusivo, se alienta a intentar y decir: “No quiero que decidan qué puedo o no puedo hablar, porque también tenemos cosas que decir”.
Casos como Samuel reflejan la importancia de diseñar entrenadores de capacitación que respeten a estos estudiantes y amplíen sus posibilidades en sectores en los que han encontrado barreras históricamente.
Esto muestra la necesidad de programas de dirección universitaria para adaptarlos a las aspiraciones y necesidades de estos estudiantes. Programas como Unidiversidad, que financiaron por la Fundación, mostraron que la inclusión de la universidad no solo aumentaría sus habilidades profesionales, sino que también fortalece su único medio y sentido de pertenencia.
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Universidad, Laboratorio para el Cambio Social
Los hallazgos de estos estudios son un recordatorio de que la educación no solo transmite conocimiento, sino también mentalidad de mentalidad. Las universidades tienen la capacidad y la responsabilidad de que espacios de transformación social, promoviendo no solo la accesibilidad física, sino también un cambio profundo de actitudes y creencias de sus estudiantes.
El proyecto ISESDI mostró que las intervenciones educativas pueden marcar una diferencia real en la reducción del estigma. Pero no es suficiente abrir la puerta de la universidad hacia personas con discapacidades intelectuales; Es esencial asegurarse de que esta puerta dé acceso a un entorno en el que la diversidad vale y promueve la inclusión real.
Las universidades deben convertirse en el epicentro de los cambios sociales, donde las diferencias se consideran agregadas, no como un obstáculo. No es solo una cuestión de justicia social, sino construir una sociedad más igualitaria, donde todas las personas tienen la oportunidad de contribuir plenamente y desarrollarse.
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