Hace unos días, nuestro amigo Mike nos dijo: “Vi el primer episodio en Amazon y lo eliminé. Hizo una pausa por un momento, casi teatralmente, antes de insistir: ‘No me presenta. No me presenta’. Y luego, con una sonrisa resignada, añadió: “Quizás también los jóvenes”.
Habló de Operación Triunfo 2025, que parece pensada para “jóvenes rentables”. Así lo afirma su publicidad: desde la primera noticia de la gala se habla de recaudar capital para “invertir” a través del banco online que la patrocina, el mismo que planeaba sortear entradas a través de TikTok para la gala final.
Este reality musical está dirigido al sector de la Generación Z que compara precios con Ideal, previene los signos del envejecimiento con La Roche-Posai o CeraVe, se refresca con Cacaolat o Nestea y juega con piezas de Lego. Es decir, su público objetivo son los jóvenes con cierto poder adquisitivo.
El nuevo formato planteaba un cambio de paradigma en la relación entre televisión, música y cultura popular, y la productora Gestmusic encauzó su expansión en torno a la nueva era.
Chenois, presentador del formato, y jurado de esta edición 2025. De izquierda a derecha, Guille Milkivai, Cris Regatero, Abraham Mateo y Leire Martinez. Amazon MGM Studios El espectáculo debe continuar
Cuando estalló la Operación Triunfo en 2001, lo hizo como un evento televisado. Fue una fábrica de sueños que convirtió a jóvenes anónimos, casi sin formación, en iconos de masas. Su éxito no residió sólo en la música, sino en construir una narrativa aspiracional que mezclaba mérito, emoción y espectáculo.
Después de resurgir en 2017, el formato encontró una segunda vida en la era digital. Y desde que se emitió en Amazon Prime, el programa se ha convertido en un espejo de la (nueva) industria musical.
El espectáculo ya no se desarrolla sólo en una gala de tres horas, sino en un flujo continuo de clips, retransmisiones en directo, comentarios y reacciones. OT2025 no es visible, se está navegando. Se consume entre notificaciones, mientras permanece la fascinación por ver cómo nace el artista “adolescente”, por presenciar el proceso de anonimato hasta convertirse en figura pública.
La Operación Triunfo comienza mucho antes de que los concursantes suban al escenario. El proceso de selección combina estrategias tradicionales y digitales. Por un lado, se realizan castings personales en varias ciudades de España; Por otro lado, se promueve la participación a través de las redes sociales con iniciativas como #OTCover, que permite a los candidatos mostrar su talento en TikTok e Instagram.
Ya en la Academia, se guían por la lógica de la industria musical: ensayos, trabajo en equipo, presión mediática y exposición constante.
Más que una competición, OT2025 es un síntoma cultural. Se trata de una versión potenciada de la sociedad musical del espectáculo: una maquinaria afectiva que visiblemente produce verdad y multiplica los comentarios en las redes.
El atractivo transmedia del regreso de SZ como proyecto televisivo ya ha conquistado a los jóvenes. De esta cuestión se desprende una clara voluntad de fidelizar clientes en ese sector. Se trata de jóvenes que están “un paso por delante”, como dice el anuncio del banco.
Talento como desempeño
En OT2025, el concepto de talento se expande más allá de la técnica o interpretación vocal. Lo que se requiere -y se recompensa- es la capacidad de emocionar, conectar y contar historias. El concursante interpreta su identidad, ensaya su autenticidad y construye una marca personal en tiempo real para integrarse a la industria. Éste conservará gran parte de su imagen, derechos de autor y derechos comerciales.
La obra se basa en el ideal contemporáneo de autenticidad emocional. Guille Toledano, uno de los concursantes, así lo siente e insiste en constatar su capacidad como intérprete de canciones, pero no como compositor. Mostrar vulnerabilidad y virtud, compartir el proceso, llorar ante la cámara o abrirse al público se convierten en partes esenciales de la narrativa.
El espectáculo ya no consiste en perfección, sino en emoción visible. Cada gesto, cada palabra y cada interpretación son parte de una coreografía colectiva que combina espontaneidad y cálculo. Aprender a sentirnos cómodos delante de la cámara es tan importante como saber cantar.
Algoritmos, plataformas y la nueva industria musical
La principal diferencia entre OT2025 y sus predecesores radica en la infraestructura. La industria musical ha avanzado hacia un modelo en el que las plataformas, además de patrocinar el formato, también actúan como impulsoras del gusto (y del negocio). En su segundo año de existencia, la “Tienda OT” se consolida para conectar con la juventud. Su merchandising quiere que te guste vestirte como los concursantes, hablar como ellos y llevar bolsas con sus eslóganes.
El programa asume explícitamente esta lógica. Las canciones se graban y publican en streaming. Van acompañadas de estrategias de marketing que organizan, desde la plataforma de Amazon, un marco perfecto de cómo funciona la cultura.
Métricas de audiencia, picos de viralidad y menciones sociales se incluyen como parte de los criterios de éxito y juventud. A mayor interacción, más identificación con tu audiencia. Por eso, los aspirantes a “ganadores” disfrutan de treinta minutos semanales de consumo de TikTok en la Academia, en la pantalla grande y mientras aprenden el protocolo. Necesitan construir su imagen en lo que ahora es un gran escaparate del espectáculo y saber gestionarla.

Todos los concursantes de esta nueva edición de OT. Estudios Amazon MGM
En este contexto, OT2025 ilustra un nuevo tipo de industria musical participativa. Ya no basta con “complacer” al jurado o al público: hay que ser relevante en el flujo de datos. El artista debe aprender a dialogar con los algoritmos y el público al mismo tiempo, optimizando su presencia en el ecosistema digital.
Esto conlleva la aceleración del tiempo de producción, la homogeneización estética y la fragilidad emocional que resulta de la exposición constante. El programa es un espejo de las contradicciones de la cultura digital: celebra la creatividad, pero al margen del mercado y la atención.
OT2025 como laboratorio para la industria musical
Fuera de la feria, OT2025 puede entenderse como un espacio donde se prueban nuevas formas de creación, representación y consumo en la era digital.
Su valor no está sólo en los artistas que publica, sino también en los discursos que genera sobre la identidad, la autenticidad, el éxito y el trabajo creativo. Deja un repertorio de canciones, debates y símbolos que nutren la memoria joven y colectiva.
El programa destaca las nuevas condiciones del trabajo artístico: autoexplotación emocional, hiperconectividad, dependencia de plataformas. Pero también abre posibilidades sin precedentes de autonomía y autogestión. Los competidores ya no esperan que una marca los “descubra”; Son ellos los que aprenden a convertirse en su propia industria. ¿Porque realmente importa el ganador?
OT2025 no sólo lo ganará el concursante, sino también los patrocinadores y la industria musical. El formato resume las tensiones centrales de la cultura contemporánea: autenticidad y habilidad, emoción y cálculo, arte y mercado. Su verdadera relevancia no está en quién gana, sino en cómo revela las transformaciones estructurales de la música popular y la producción cultural en la era del espectáculo permanente.
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