Una vez finalizada la última cumbre climática de las Naciones Unidas (COP30), celebrada entre el 10 y el 22 de noviembre en Belém (Brasil), toca hacer balance. Si bien este evento no resultó en un progreso significativo hacia la mitigación del calentamiento global o el financiamiento climático, sí nos dejó un resultado positivo: algunos países han tomado la iniciativa de iniciar una hoja de ruta para desinvertir en combustibles fósiles.
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Esta cumbre fue novedosa por dos razones interrelacionadas. La primera es que, a diferencia de las tres conferencias anteriores, represivamente blindadas, las calles de Belém se llenaron de indignación. Decenas de miles de manifestantes, con una gran presencia indígena, se reunieron para exigir “justicia ambiental”. No sólo les preocupan las consecuencias del cambio climático, sino que también buscan proteger su territorio y sus vidas de las actividades de extracción de petróleo.
Otra razón es que por primera vez la necesidad de abandonar los combustibles fósiles se ha hecho muy visible. A pesar de ser los protagonistas del cambio climático, el abandono de estas fuentes de energía estuvo ausente en las decisiones de la cumbre. Sólo el documento final de la COP28 de 2023 mencionó el vago propósito de “apagar los combustibles fósiles”. Una intención que desapareció en la COP29 por las presiones, especialmente de Arabia Saudita.
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En esta COP30, unos 80 países, encabezados principalmente por Colombia (aunque país exportador de petróleo y carbón) y España, incluida la mayoría de los países de la Unión Europea, exigieron una hoja de ruta para abandonar los combustibles fósiles.
Manifestantes en los alrededores de las instalaciones de la COP30. ONU Cambio Climático – Diego Herculano/Flickr, CC BI-NC-SA Los países petroleros se oponen
El Acuerdo de París de 2015 llevó a los países a adoptar objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero o contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC) que eran claramente insuficientes para cumplir su objetivo: mitigar el cambio climático limitando el calentamiento global a 1,5ºC.
Posteriormente se exigió a los Estados que actualizaran sus NDC, pero estas revisiones no existieron o fueron muy tímidas.
En 2024, ya se ha superado el aumento medio de la temperatura global de 1,5 ºC respecto a la época preindustrial, y el último informe sobre la brecha de emisiones de las Naciones Unidas indica que, incluso si se cumplieran estrictamente los compromisos nacionales actuales, el aumento futuro sería mucho más de 2 ºC.
Los países petroleros, encabezados por Arabia Saudita, se opusieron vehementemente incluso a introducir el término “combustibles fósiles” en el comunicado final de la COP30. De esta manera, no muestran oposición a un determinado tipo de política contra el cambio climático, pero impiden que se dé una condición imprescindible para acercarse al objetivo del Acuerdo de París: una reducción rápida y radical de la explotación de combustibles fósiles.
Plan para abandonar los combustibles fósiles
Reducir el suministro de combustibles fósiles no será fácil y debe abordarse de manera justa, priorizando las áreas ambiental y socialmente más vulnerables y dando voz a las comunidades locales, y estableciendo compensaciones económicas cuando se considere necesario.
No se puede esperar que las políticas nacionales que afectan la demanda de combustibles fósiles (como la promoción de fuentes de energía renovables o la fijación de precios del carbono) conduzcan simplemente a las reducciones necesarias en la extracción y venta de combustibles fósiles. Este resultado no está garantizado en ningún caso. De hecho, tales medidas pueden incluso llevar a algunos gobiernos y empresas a acelerar la explotación de recursos fósiles en previsión de peores tiempos para las empresas (lo que se conoce como la “paradoja verde”).
Se necesita una planificación que afecte tanto a la demanda como a la oferta de la forma más multilateral posible.
Contrastes de COP
Esta fue una COP de contrastes y contradicciones. Hubo manifestaciones indígenas, pero también hubo una enorme presencia (como en la última COP) de lobbystas de la industria fósil, así como de las empresas agrícolas y ganaderas que están destruyendo la Amazonia.
El propio país anfitrión es prueba de estas contradicciones. Su presidente, Lula da Silva, priorizó la creación de un fondo financiero contra la deforestación tropical y al mismo tiempo aprobó nuevas explotaciones petroleras por parte de la empresa pública Petrobras en la Amazonia, ignorando los gritos de la población indígena: “Nuestra tierra no está en venta”.
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Todo esto mientras la ministra de Medio Ambiente del mismo gobierno brasileño, Marina Silva, llamaba a todos los países a tener la valentía de abordar la necesidad de eliminar paulatinamente los combustibles fósiles.
No hay grandes noticias sobre la financiación climática
En el ámbito de la financiación de los países ricos, históricamente responsables del cambio climático, a los más pobres y afectados por el calentamiento global, el lenguaje oficial de la COP siempre ha evitado términos como “justicia climática” y más aún “responsabilidad de compensación”. Sin embargo, se habla de “responsabilidades diferenciadas” y de “justicia”.
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El Acuerdo de París propuso movilizar alrededor de 100 mil millones de dólares por año para la mitigación y adaptación al cambio climático para 2020. En la COP29, se fijó un nuevo objetivo de financiación conjunta de 300 mil millones de dólares por año para 2035, lo que representa menos del 0,3% del PIB global y alrededor del 12% del PIB global en relación con el gasto en defensa global.
En este sentido, no hay grandes novedades en esta COP30, salvo el propósito de incrementar los fondos específicos para la adaptación. Fueron pequeñas promesas y grandes fracasos, sin concretar el reparto de cantidades y mezclando subvenciones, préstamos e inversiones rentables de capital privado de forma voluntaria.
No se discutieron propuestas para crear fuentes específicas de financiación, como un impuesto global a las grandes riquezas o un impuesto a las emisiones de la aviación o el transporte marítimo.
Una nueva conferencia sobre los combustibles fósiles
En medio de altas tensiones entre las dos partes profundamente divididas, la COP30 terminó con una declaración final que no mencionó los combustibles fósiles y prácticamente no mencionó la deforestación. Pero, ¿qué se puede esperar cuando las decisiones requieren un consenso absoluto, de modo que cada Estado individual pueda vetar su aprobación?
Sin embargo, lo más importante no es este texto, ni siquiera el mantenimiento del marco existente para la discusión de la CoP. Fuera del consenso y alcance de las propias Naciones Unidas, Colombia y Países Bajos han anunciado que convocarán una conferencia de países y otros actores para avanzar en una hoja de ruta para el abandono de los combustibles fósiles en abril de 2026 en Santa Marta (Colombia).
Esperemos que esta iniciativa abra nuevas perspectivas y que los movimientos sociales sigan luchando por el lema que introdujeron hace muchas décadas: “Dejar los combustibles fósiles en el país”.
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