Las neuronas del cerebro pueden hacernos creer cosas que no existen, anticipar nuestras decisiones, dispararse selectivamente en respuesta a estímulos visuales y comunicarse entre sí para almacenar la información que constituye nuestra memoria. Así lo describe en varios libros el neurobiólogo y divulgador Rodrigo Cuian Quiroga, actualmente científico del Instituto Catalán de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) en el Instituto de Investigación Hospital del Mar de Barcelona.
Esta enorme capacidad del sistema nervioso central para procesar la información que recibimos, especialmente la visual, hace que podamos predecir las consecuencias de lo que sucede a nuestro alrededor y tomar decisiones al respecto. Se considera una capacidad muy humana y necesaria para nuestra supervivencia.
El autosabotaje como advertencia de peligro
Cuando estamos nerviosos, podemos sorprendernos mordiéndonos las uñas, torciendo los dedos, rascándonos ese pequeño bulto o incluso golpeándonos con un lápiz o algo más pesado. Incluso cuando tenemos que afrontar un trabajo complejo en el que tenemos mucho que hacer, podemos encontrarnos posponiéndolo hasta que casi no hay tiempo material para hacerlo.
Buen estudio/Shutterstock
Estas conductas tienen su origen en el instinto de supervivencia. O, al menos, eso es lo que sugiere el psicólogo clínico Charlie Heriot-Maitland. En un libro titulado Explosiones controladas en la salud mental, el experto explora cómo el cerebro utiliza pequeños daños como amortiguador para prevenir daños mayores. Digamos que es como si el cerebro prefiriera lidiar con la certeza de una amenaza controlada y conocida en lugar de enfrentar el riesgo supuestamente mayor.
Diferentes formas de control de daños
Procrastinar, o dejar un informe, proyecto o decisión importante para el último minuto, puede verse como una defensa contra el fracaso o el rechazo y la depresión resultante.
Por el contrario, el perfeccionismo utiliza mecanismos diferentes. El perfeccionismo requiere hiperconcentración y atención al detalle. De esta forma intentamos no cometer errores y evitar el fracaso, sino exponernos al riesgo del estrés y el agotamiento. Y también puede conducir a un gran fracaso.
Lo mismo ocurre con la autocrítica, que engaña hasta el extremo a la mente con una falsa situación de control e independencia.
Todas estas actitudes corresponden a que nuestro cerebro requiere un mundo predecible, controlado, sin sorpresas, para asegurar la supervivencia. Y no le va bien en situaciones mal controladas.
Un mecanismo de defensa de origen evolutivo
El gran genetista Teodosije Dobzhansky acuñó la famosa frase “nada en biología tiene sentido excepto a la luz de la evolución”. Se refiere a que la teoría de la evolución es fundamental para comprender todos los aspectos de la biología, incluidas las funciones neuronales.
Somos organismos diurnos con muy pocas armas corporales. Podemos decir que nuestra mayor arma contra los depredadores es nuestra inteligencia y capacidad para analizar el peligro, anticiparlo, afrontarlo o evitarlo. No es de extrañar que el cerebro haya evolucionado para detectar peligros en todas partes. Es una cuestión de supervivencia, incluso en situaciones sin peligro real.
Nuestro sistema de alerta o amenaza –e incluso el miedo– desencadena procesos neuronales que tienden a evaluar diferentes situaciones que predicen lo que sucederá y afrontan la amenaza. Los neurotransmisores como la noradrenalina, la dopamina o el glutamato estimulan los sentidos y la actividad neuronal para responder a las amenazas y garantizar la supervivencia.
Cruz del sistema de alerta
El mayor problema con los comportamientos de autosabotaje es que a menudo se convierten en profecías autocumplidas. Nuestra percepción exagerada de lo buenos que somos en algo puede llevarnos a “dormirnos en los laureles” y conseguir un rendimiento inferior al que tendríamos si hubiésemos prestado atención. En el polo opuesto, nuestro miedo al fracaso puede hacer que no aceptemos desafíos o evitemos situaciones que podríamos haber afrontado sin problemas.
Autolesiones y adolescencia
Podemos reservar un capítulo aparte sobre este tema para la autolesión adolescente, que es una situación más común de lo que habitualmente se aprecia. Este tipo de daño incluye cortes y otras formas de autolesión en lo que se conoce como autolesión no suicida o NSSI (autolesión no suicida). Este tipo de conducta se da principalmente en situaciones estresantes debido a estados afectivos negativos, ansiedad o depresión.
Podemos pensar en este tipo de conductas como un mecanismo de defensa del cerebro que asume un daño menor antes de afrontar una situación dolorosa que implica un daño mucho mayor. Entre estas situaciones más dolorosas se encuentran el abuso sexual, la depresión o ansiedad, el bullying, el trauma, el abuso de sustancias, el divorcio de los padres y la ausencia de amigos, entre otras. Así, los opioides endógenos, como las betaendorfinas liberadas por pequeñas autolesiones, reducirían los síntomas de depresión y ansiedad.
Un caso de trastorno del espectro autista (TEA)
Un caso especial lo podemos encontrar en los niños con TEA. De hecho, el autismo se considera un factor de riesgo para el desarrollo de autolesiones. Estas conductas incluyen golpearse la cabeza, cortarse, estrangularse, morderse, rascarse o tirarse del pelo, entre otras.
Al igual que en los adolescentes, la autolesión en algunas personas con TEA tiene la función de calmar la ansiedad, responder a fallos sensoriales (ruidos, luces, olores…) o afrontar situaciones que no comprenden del todo y que les provocan estrés o ansiedad. Es decir, hablamos del mecanismo de estimulación biológica para evitar situaciones más agresivas.
Heriot-Maitland sugiere terapias psicológicas encaminadas a reducir la necesidad de autolesionarse y, al mismo tiempo, afrontar la realidad con menos angustia y estrés. Conocer la naturaleza del problema puede solucionar su tratamiento. Aunque en este caso el problema radica en lo profundo de nuestra evolución y necesidad de supervivencia.
Descubre más desde USA Today
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

