Cuando regresa una serie tan esperada como Stranger Things, muchos espectadores descubren, con cierta sorpresa, que cuando ven la nueva temporada no recuerdan casi nada de lo sucedido antes. Lo que ya se conoce como “memoria de pez” tiene una explicación en la neuropsicología, la ciencia que estudia cómo el cerebro procesa, almacena y recupera información. La forma en que consumimos ficción hoy (de forma rápida, intensiva y condicionada algorítmicamente) moldea nuestra atención, memoria y hábitos de toma de decisiones sin darnos cuenta.
Sin tiempo (ni memoria) para tanta televisión
Nuestra memoria lleva varios años sufriendo los efectos de tener demasiado que ver. Hace quince años, cuando las plataformas de streaming estaban en su infancia, era relativamente fácil cubrir la mayoría de las series que se distribuían comercialmente. Las ficciones nos siguieron durante meses e incluso años, permitiéndonos formar una relación cercana con los personajes y las cosas que les sucedieron. Cualquiera que haya vivido esta etapa debe recordar claramente las numerosas series que vio en aquel entonces.
La llegada de las plataformas ha cambiado radicalmente este escenario. A diferencia de las cadenas, no buscaban concentraciones de audiencia previas a la transmisión para hacer negocios con los anunciantes. Su modelo se basaba en suscripciones, lo que hacía de la adquisición y retención de clientes una prioridad empresarial. Fue Netflix quien se dio cuenta de que lo que más ayudaba a una persona a pagar mes tras mes era un catálogo rico que le permitía ver contenido en exceso. La lógica era sencilla: el servicio que utilicemos (mucho) será el que tenga menos posibilidades de ser cancelado.
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Los números hablan por sí solos. En 2015 se produjeron 38 series en España, mientras que en 2024 fueron 68 (+79%). En términos de dinámica de consumo, el maratón se ha convertido en la nueva normalidad. Según una nota publicada en su blog, la empresa trabaja (y programa) teniendo en cuenta la velocidad a la que serán vistos.
Así distinguen las series que serán devoradas de aquellas que disfrutará el público, en función del ritmo del contenido y su densidad emocional. Los primeros son aquellos que los usuarios terminan en una media de 4 días, viendo más de 2 horas diarias. Otros son aquellos que tardan a los usuarios 6 días en completarse, menos de 2 horas diarias.
Índice de maratón de series. A la izquierda están los que se consumen más lentamente (series injustas y dramas de varios tipos), y a la derecha están los contenidos de género (thriller, terror, ciencia ficción, acción y aventuras), que se consumen cada vez con más ganas. Netflix Inc.
Este tipo de ficción trepidante ha dado lugar a un flujo constante de estrenos y maratones. Cuando terminamos un programa, una docena más compiten por nuestra atención. Ya no vemos sino que consumimos y vivimos con esa sensación constante que la vida no nos da.
Maratones y memoria: ¿una combinación compatible?
Para que la memoria se almacene de forma estable, el cerebro necesita tiempo, atención y la capacidad de conectar lo nuevo con lo ya aprendido. La memoria opera en etapas (codificación, almacenamiento y recuperación) y cada una requiere recursos limitados.
Cuando miramos varios episodios seguidos, el flujo constante de tramas, personajes e imágenes satura la frágil memoria de trabajo e impide que la información se transfiera bien a la memoria a largo plazo. Además, al “maratonear” eliminamos actividades que ayudan a fortalecer la memoria, como comentar lo que vimos o conectar la historia con nuestros conocimientos previos.
Para aquellos que no lo recuerdan, el pobre Will fue secuestrado en la primera temporada y aparentemente todavía está atormentado por el retorcido mundo en esta quinta temporada. Netflix Inc.
Este fenómeno rompe el efecto de la memoria espaciada, lo que demuestra que cuanto más espaciado es el aprendizaje, más tiempo lleva. Así como estudiar todo en un día funciona peor que varios, consumir una temporada de golpe permite recordar la idea general pero dificulta retener los detalles.
Un estudio de la Universidad de Melbourne ha revelado cómo las diferentes velocidades de visualización afectan a la comprensión y la memoria. Los participantes vieron toda la temporada de la serie de tres formas: un episodio por semana, un episodio por día o todos los episodios en una sola sesión. Se evaluó su comprensión y retención uno, siete y 140 días después de finalizar la visualización. Aunque los maratonistas inmediatamente recordaron más información, 140 días después, los espectadores del domingo superaron a los maratonistas por aproximadamente dos puntos. Además, aquellos que vieron la serie de una sola vez informaron que disfrutaron menos que aquellos que la vieron diariamente o semanalmente.
No se trata, por tanto, de “mala memoria”, sino de exceso de información y falta de procesamiento. Sabemos por la neuropsicología que la memoria falla cuando no hemos prestado suficiente atención o cuando la información no ha tenido tiempo de consolidarse. Si además estamos viendo un programa mientras consultamos el móvil, la atención se fragmenta y la codificación se vuelve superficial.
Y todo esto explica por qué, meses después de ver una temporada entera, apenas recordamos los acontecimientos principales y necesitamos un resumen.
El ‘efecto túnel’: cuando decidimos menos de lo que pensamos
Otro factor con un impacto clave en nuestra memoria tiene que ver con la forma en que las plataformas construyen sus sistemas de recomendación, que intentan por todos los medios evitar que entremos en el bucle de la indecisión que provoca el abandono.
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Aunque ofrecen miles de títulos, siempre acabamos viendo lo mismo porque los algoritmos dirigen nuestra atención a contenidos similares a los que ya nos han gustado. Es el “efecto túnel”. El cerebro también busca eficiencia: tiende a repetir patrones que han funcionado y a elegir lo que promete una recompensa inmediata.
Este atajo mental se combina con un sistema de recompensa: cuando vemos imágenes o titulares atractivos, se activa la dopamina creando anticipación y motivación y damos al play.

Las propias plataformas indican lo que nos puede gustar por lo que no buscamos lo que nos puede gustar (quizás en otra plataforma). Vídeo principal
Todo este diseño favorece la atención de abajo hacia arriba, guiada por estímulos llamativos: vemos una portada atractiva, que enlaza con lo que nos podría gustar, y simplemente hacemos clic. Por otro lado, la atención de arriba hacia abajo, que implica explorar catálogos y tomar decisiones conscientes, requiere más esfuerzo, por lo que tendemos a evitarla. Por eso creemos que elegimos libremente, pero en realidad solo cubrimos una parte muy limitada de la oferta.
A largo plazo, esta falta de variedad también afecta al cerebro. La plasticidad cerebral (la capacidad de aprender y reorganizarse) se ve reforzada por diferentes experiencias. Pero si siempre consumimos lo mismo, estimulamos sólo determinados circuitos neuronales y reducimos oportunidades de aprendizaje que pueden favorecer un aumento de nuestra reserva cognitiva, considerando que nuevos títulos fuera de nuestra “zona de confort” pueden mejorar otros circuitos cerebrales o complementar los habituales.
Y si no queremos que esto suceda, ¿qué podemos hacer?
La solución no es dejar de ver series, sino modificar pequeños hábitos para que la experiencia esté en consonancia con el funcionamiento natural del cerebro. Ver episodios con un poco más de espacio entre ellos permite que la información se asimile mejor; hablar de lo visto ayuda a ordenar las ideas y profundizar en la trama; Salir del círculo de las recomendaciones automáticas nos expone a historias diferentes y más diversas; evitar realizar múltiples tareas mejora la concentración; y alternar distintos tipos de contenidos evita la saturación.

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Las plataformas han cambiado la forma en que consumimos ficción, pero lo que realmente ocurre es que han aprendido a dialogar con nuestro cerebro. Comprender cómo funcionan la memoria, el pensamiento, la atención y la motivación no sólo explica por qué olvidamos tramas enteras, sino también por qué seguimos diciendo “un capítulo más”.
La buena noticia es que el cerebro es flexible, por lo que con hábitos más conscientes podemos resistir, aunque sea un poco, la lógica del consumo acelerado y centrarnos en lo que vemos en el momento.
Quizás entonces, cuando regresemos a Hawkins, no tengamos que preguntarnos quién era Vecna… o qué portal quedó abierto esta vez.
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