Aprender música en la infancia no sólo despierta la sensibilidad artística: también entrena el cerebro. Diversos estudios de neurociencia han demostrado que la práctica musical mejora la atención, la memoria y la capacidad de planificación, habilidades esenciales para el desarrollo cognitivo y emocional de niños y niñas.
Por supuesto, los beneficios no aparecen por igual en todos los casos: dependen del tipo de aprendizaje, su duración y la calidad de la enseñanza. Por lo tanto, vivida como una experiencia educativa estructurada, la música se convierte en un gran aliado para que los escolares crezcan con más creatividad, confianza y capacidad cognitiva.
Control, memoria y flexibilidad
A continuación enumero lo que se sabe sobre el impacto del aprendizaje musical en el cerebro de los niños, con datos recientes:
Control inhibitorio: Se han identificado numerosas mejoras en nuestra capacidad para frenar impulsos automáticos o respuestas inapropiadas.
Memoria de trabajo y flexibilidad cognitiva: la memoria de trabajo es la capacidad de mantener y manipular información temporalmente para realizar una tarea. Por ejemplo, recuerde el número mientras lo escribe. La flexibilidad cognitiva, sin embargo, se refiere a la capacidad de cambiar de estrategia, perspectiva o foco de atención según lo requiera la situación. Te permite adaptarte a nuevas reglas, resolver problemas de diferentes maneras o cambiar entre tareas. Ambos son necesarios en la fase preescolar, ya que apoyan el aprendizaje y la capacidad de adaptación a nuevas tareas. Estudios recientes con niños confirman que la educación musical puede promover estas habilidades.
Lenguaje y lectura: la relación entre la música y el lenguaje se ha probado de manera más consistente en los últimos años, lo que muestra cómo ciertos componentes del aprendizaje musical pueden transferirse a las habilidades de lectura. En particular, la alfabetización musical y el entrenamiento rítmico promueven la conciencia fonológica y la fluidez lectora, al fortalecer la percepción de patrones sonoros y la sincronización temporal.
Cambios en el cerebro: La práctica musical no sólo afecta el comportamiento, sino que también produce cambios visibles en el cerebro. Los estudios de seguimiento longitudinal muestran que el entrenamiento musical continuo induce cambios tanto microestructurales como macroestructurales en regiones involucradas en el procesamiento auditivo y el control motor. La práctica musical se asocia con una mayor integridad de la materia blanca y modificaciones volumétricas en áreas auditivas primarias y circuitos motores, evidencia de plasticidad cerebral derivada de la educación musical.
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Cómo interpretar estos resultados
Los beneficios antes mencionados provienen de estudios muy diversos, con metodología y objetivos diversos. Esto significa que no se puede suponer que sean aplicables a todas las circunstancias y a todas las personas. La pedagogía utilizada, la formación de los docentes, la duración de las intervenciones y la fidelidad con la que se implementan son factores que influyen en cuánto y cuánto podemos beneficiarnos del estudio de la música.
Por tanto, trasladar estos conocimientos al aula de primaria requiere diseñar propuestas musicales estructuradas, intencionadas y no sólo orientadas al aprendizaje musical en sí, sino también al desarrollo integral de los estudiantes. De esta forma, algunas sugerencias sencillas pueden ser:
Semáforo rítmico (para trabajos de control inhibitorio). Promueve la capacidad de detener los impulsos automáticos. Los estudiantes siguen un determinado patrón rítmico cuando la luz está en verde y deben detenerse en rojo, utilizando percusión o instrumentos sencillos.
A diferencia de otros juegos como “England Hide and Seek”, donde también hay que detenerse de repente, la clave de este recurso es el papel del ritmo. Esto introduce una estructura temporal que guía la atención y el movimiento: los niños y las niñas no actúan libremente, sino que deben ajustarse a una secuencia de tiempo que se repite. En otras palabras, el ritmo genera un automatismo motor y atencional que es más difícil de detener que el simple movimiento libre. Al tener que detenerse en un momento determinado, los estudiantes obtienen más control sobre sus impulsos y mejoran la sincronización entre la atención, la percepción auditiva y la acción motora. Además, se activa la dimensión musical y expresiva, lo que hace la actividad más atractiva y motivadora.
Eco en capas (para trabajar en la memoria de trabajo). El profesor sugiere secuencias rítmicas o melódicas que los alumnos deben repetir y acumular. Cada secuencia requiere mantenimiento temporal y manipulación de la información.
Al repetir y encadenar secuencias, los estudiantes desarrollan su oído musical, mientras aprenden a reconocer patrones de sonido y distinguirlos entre sí. También mejora la precisión rítmica y melódica, porque no basta con memorizar la secuencia: hay que reproducirla fielmente. A medida que acumulan, los niños y las niñas practican la anticipación (saber lo que viene después), la coordinación (responder a tiempo) y la creatividad musical (explorar nuevas combinaciones).
Ritmo-sílaba-letra (para fortalecer el aprendizaje de la lectura). Los patrones rítmicos se asocian con sílabas y palabras para fortalecer la conciencia fonológica. ¿Cómo se hace? Los profesores sugieren un pulso constante con las palmas, instrumentos o incluso marcar el ritmo con el pie. Usando este pulso, los estudiantes “emparejan” las sílabas de una palabra o frase. Por ejemplo, la palabra “ca-sa” se pronuncia en dos tiempos, una sílaba por cada tiempo. Después de eso, puedes construir oraciones completas, ordenando las sílabas rítmicamente.
De este modo, el ritmo sirve de apoyo a la organización del lenguaje: cada sílaba tiene su lugar, potenciando así la conciencia fonológica (comprender que las palabras se componen de partes más pequeñas). Además, al practicar frases más largas, los estudiantes ganan fluidez en la lectura, porque no sólo descifran las letras, sino que también coordinan la voz, el ritmo y la comprensión de forma integrada.
Percusión corporal con cambio de reglas (para fomentar la flexibilidad cognitiva). Se activan patrones de patadas corporales que cambian según la señal. Los estudiantes deben adaptarse rápidamente a la nueva regla.
El patrón de percusión corporal es una secuencia rítmica repetida con el cuerpo (por ejemplo: palma-muslo-palma-clic). El grupo sigue un patrón y, cuando el profesor da una señal, debe cambiar rápidamente a otro. Este ejercicio te obliga a romper con tu rutina y adaptarte a nuevas reglas, entrenando la flexibilidad cognitiva mientras trabajas de forma musical y divertida.
Uso intencional de la música.
En resumen, la música no es sólo una materia de arte que enseña a tocar un instrumento o leer partituras. También es una poderosa herramienta pedagógica cuando se utiliza intencionalmente. Ejemplos añadidos (juegos rítmicos, ecos melódicos, percusión corporal…) muestran cómo las dinámicas musicales pueden ayudar a entrenar la atención y la memoria, además de potenciar la lectura, entre otros beneficios.
Fundamentalmente, estos beneficios no aparecen por sí solos con ningún tipo de música: surgen cuando los profesores diseñan sugerencias específicas que combinan el disfrute estético y musical con objetivos cognitivos claros. En otras palabras: no se trata sólo de “aprender música”, se trata de utilizar la música como puente hacia un mejor aprendizaje.
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