Cada vez más personas oyen hablar del cannabis medicinal como una posible ayuda para las personas con diabetes. Las redes sociales y la publicidad suelen presentarlo como una solución natural y sin riesgos. Pero ¿qué dice realmente la ciencia?
Hasta la fecha, no existe evidencia científica de que el cannabis controle la diabetes. En algunas personas, puede ayudar a aliviar el dolor y mejorar el sueño hasta cierto punto, pero también tiene efectos secundarios. Si se decide utilizarlo, se recomienda que se tome junto con medicamentos recetados por un profesional y bajo supervisión médica.
Aunque en algunos países, como Uruguay o Italia, el uso medicinal del cannabis lleva años regulado, otros apenas están empezando a hacerlo. Uno de ellos es España, donde hace apenas unas semanas se aprobó un Real Decreto, que aún no está implantado, y que sólo puede ser prescrito por médicos especialistas en el ámbito hospitalario.
En México, donde el uso medicinal del cannabis es legal a partir de 2021, sólo se puede utilizar a través de medicamentos registrados médicamente y con receta médica, pero no existe una autorización general para el tratamiento de la diabetes ni para que los pacientes lo consuman rutinariamente con receta médica para esa indicación. Por otro lado, los productos se comercializan como suplementos en el mercado mexicano y en este caso la regulación legal no es tan estricta.
Lo que se sabe sobre el cannabis
Consumir cannabis no siempre tiene el mismo efecto. El THC es una sustancia que produce un efecto psicoactivo, mientras que el cannabidiol, conocido como CBD, no tiene esa cualidad y suele tener un perfil de seguridad diferente. Es decir, cada una de las dos sustancias tiene propiedades diferentes y, por tanto, riesgos diferentes.
Por otro lado, los productos elaborados con cannabis se diferencian en cantidad, pureza y forma de uso (gotas, cápsulas o vapor). Por eso es tan difícil comparar resultados entre personas o estudios científicos.
En cuanto a sus efectos en personas con diabetes, esto es lo que se sabe:
1) No controla la glucosa. No existe ningún medicamento de cannabis aprobado para “reducir el azúcar”. Hay que confiar en esas promesas.
2) Para las personas con dolor neuropático, síntoma típico de las personas que padecen diabetes desde hace varios años, el cannabis o algunos aceites pueden reducir el dolor. Sin embargo, los estudios realizados son pequeños, es decir, tienen un número limitado de participantes. Y si bien han mostrado mejoras en algunos casos, no funciona para todos ni reemplaza otros tratamientos.
3) Su influencia sobre el sueño. Aunque algunas personas duermen mejor después del consumo, especialmente si el dolor mejora, el efecto se considera modesto en promedio.
4) El consumo recreativo de cannabis en personas con diabetes tipo 1 se asocia con más episodios de cetoacidosis, un problema de salud causado cuando las cetonas, sustancias que el cuerpo produce cuando descompone la grasa para obtener energía, se producen rápidamente y se acumulan en la sangre y la orina, acidificando ambos fluidos.
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Lo que aún se desconoce
Todavía quedan muchas preguntas sin respuesta sobre los efectos del cannabis. Por ejemplo, no se sabe qué productos, en qué dosis y durante cuánto tiempo son adecuados para tratar algunos de los síntomas de la diabetes.
Los aceites, cápsulas y vaporizadores disponibles contienen mezclas de cantidades variables de THC, CBD y otros compuestos y hoy en día no contamos con una dosis estándar para las personas con la enfermedad. Por tanto, comparar los resultados es complicado.
Otro aspecto clave es que no describe quién se beneficia y quién no. Ciertos colectivos pueden responder mejor, pero no disponemos de marcadores fiables que nos indiquen qué tipos de perfiles son más adecuados para su consumo o, por el contrario, pueden perjudicarles.
Los efectos a largo plazo del cannabis tampoco están claros. ¿Qué efectos puede tener su uso durante meses o años sobre el hígado, el estado de ánimo, la memoria, el corazón o el apetito?
Tampoco está bien establecido en qué cantidades estas combinaciones son seguras o cómo se puede ajustar la dosis, por lo que es necesario un seguimiento médico.
Además, falta información sobre sus resultados en grupos como adolescentes, mujeres embarazadas y personas mayores.
Lo que se sabe es que el CBD y el THC pueden cambiar la farmacodinámica de algunos fármacos comunes, es decir, su efecto bioquímico y fisiológico en nuestro organismo.
Además, existe un problema importante con la calidad de los productos disponibles. Muchos de ellos, por ejemplo, no están elaborados a partir de los compuestos que dicen tener en sus etiquetas y, en ocasiones, sus fórmulas incluyen contaminantes. Se necesita una mejor regulación y pruebas de laboratorio obligatorias para que los pacientes sepan exactamente lo que consumen.
¿Cómo puede afectar al cuerpo?
Nuestro cuerpo tiene un sistema natural llamado endocannabinoides, que funciona como si las sustancias del cannabis actuaran como “llaves” que conectan las “cerraduras” del cuerpo, los receptores.
Este mecanismo modula la intensidad del dolor, reduciéndolo, y regula tanto el apetito como la inflamación. El problema de interferir con este equipo es que también puede provocar efectos secundarios, como ansiedad, somnolencia, hambre o cambios de humor. Por este motivo, encontrar la dosis y la mezcla correctas es una tarea difícil.
¿Qué aporta la farmacología en red al conocimiento del cannabis?
Este enfoque aparece como una forma moderna de investigación. En lugar de ver un objetivo a la vez, vemos redes de genes y proteínas que sufren cambios en las personas con diabetes. Gracias a esta técnica, probamos en ordenadores que las moléculas de cannabis pueden encajar en varios objetivos al mismo tiempo y tener menos impacto en el organismo.
Esta no es una prueba humana. Pero sirve para priorizar lo que vale la pena estudiar en el laboratorio y, posteriormente, en los ensayos clínicos. De esta forma evitamos prometer “curas” sin evidencia.
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Consejos prácticos
Nunca se deben sustituir el cannabis por medicamentos como la metformina o la insulina, la dieta o el ejercicio. También es importante informar al médico sobre posibles interacciones de los productos a base de cannabis con los medicamentos recetados. Para pacientes con diabetes tipo 1, se recomienda evitar el uso recreativo de este medicamento. Si lo hace, es importante mantener bajo control sus niveles de cetonas en orina y sangre, mantenerse bien hidratado y recordar tomar insulina.
Siempre debes comprobar la calidad del producto. Para ello es importante pedir un certificado de análisis con el contenido real de CBD/THC y ausencia de contaminantes o, al menos, consultar la etiqueta.
Si decides consumir cannabis, empieza a hacerlo de forma paulatina, controlando cómo afecta al sueño, al dolor y a las lecturas de glucosa. Si se presentan síntomas como mareos intensos, vómitos, palpitaciones, confusión o aumentos y caídas repentinos del azúcar en sangre, se debe suspender su uso inmediatamente.
Hay que tener cuidado con los trucos de marketing: si alguien promete “curar” o “reducir el azúcar rápidamente”, es una señal de alerta.
Evite fumar para evitar daños pulmonares por el humo. Si se utiliza con fines medicinales, es mejor elegir la forma oral o sublingual (gotas o cápsulas).
No conducir después de consumirlo para evitar accidentes en la carretera.
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¿Qué queda por investigar y regular?
Aunque se han realizado diversos estudios sobre el consumo y los efectos del cannabis, todavía se necesitan grandes ensayos, realizados con cientos de personas, con productos estandarizados y un seguimiento de al menos 6 a 12 meses.
También es necesario medir lo que importa: el dolor, el sueño, el nivel de hemoglobina glicosilada (análisis de glucosa en sangre), el peso, la calidad de vida y la seguridad.
Por otro lado, necesitamos conocer bien en qué nos beneficia, buscando biomarcadores para personalizar el consumo de cannabis. Y, además, crear certificados claros de calidad, mediante un etiquetado justo y un control estricto de contaminantes.
Como sugiere la evidencia, el cannabis no controla la diabetes. Puede ayudar un poco a reducir el dolor y mejorar el sueño en algunas personas. Pero conlleva sus propios riesgos, especialmente para los pacientes con diabetes tipo 1.
Si uno decide probarlo, que sea junto con tratamiento, con apoyo médico y eligiendo productos confiables. La ciencia está avanzando en la comprensión de los efectos del cannabis, pero todavía hay más preguntas que respuestas.
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