La rápida expansión de la inteligencia artificial y los servicios en la nube ha generado una gran demanda de potencia informática. Rush tiene una infraestructura de datos sobrecargada, que requiere mucha electricidad para funcionar. Un único centro de datos de tamaño mediano aquí en la Tierra puede usar suficiente electricidad para abastecer a unos 16.500 hogares, e instalaciones aún más grandes usan tanto como una ciudad pequeña.
En los últimos años, los líderes tecnológicos han impulsado cada vez más la infraestructura de inteligencia artificial basada en el espacio como una forma de abordar las demandas de energía de los centros de datos.
En el espacio, la luz solar (que los paneles solares pueden convertir en electricidad) es abundante y fiable. El 4 de noviembre de 2025, Google presentó el Proyecto Suncatcher, una audaz propuesta para lanzar una constelación de 81 satélites a la órbita terrestre baja. Planea utilizar la constelación para recolectar luz solar y alimentar la próxima generación de centros de datos de inteligencia artificial en el espacio. Entonces, en lugar de transmitir energía a la Tierra, la constelación transmitiría datos a la Tierra.
Por ejemplo, si le pregunta a un chatbot cómo hornear pan de masa madre, en lugar de activar un centro de datos en Virginia para generar una respuesta, su consulta se transmitirá a una constelación en el espacio, será procesada por chips que funcionan únicamente con energía solar y la receta se enviará de regreso a su dispositivo. Esto significaría dejar atrás el gran calor generado en el frío vacío del espacio.
Como emprendedor tecnológico, aplaudo el ambicioso plan de Google. Pero como científico espacial, predigo que la empresa pronto tendrá que lidiar con un problema creciente: los desechos espaciales.
Las matemáticas del desastre
Los desechos espaciales (la colección de objetos artificiales desaparecidos en la órbita de la Tierra) ya están afectando a agencias espaciales, empresas y astronautas. Estos escombros incluyen piezas grandes, como etapas de cohetes gastadas y satélites muertos, así como pequeñas manchas de pintura y otros fragmentos de satélites fuera de servicio.
Los desechos espaciales viajan a velocidades hipersónicas de unos 28.000 km/h en la órbita terrestre baja. A esta velocidad, golpear un trozo de escombros del tamaño de un arándano sería como ser golpeado por un yunque que cae.
Las desintegraciones de satélites y las pruebas antisatélites han creado una cantidad alarmante de escombros, una crisis ahora exacerbada por la rápida expansión de constelaciones comerciales como Starlink de SpaceX. La red Starlink tiene más de 7500 satélites, que brindan Internet global de alta velocidad.
La fuerza espacial estadounidense monitorea activamente más de 40.000 objetos más grandes que pelotas de béisbol utilizando radares terrestres y telescopios ópticos. Sin embargo, esta cifra representa menos del 1% de los objetos letales en órbita. La mayoría son demasiado pequeños para que estos telescopios puedan identificarlos y rastrearlos de manera confiable.
En noviembre de 2025, tres astronautas chinos en la estación espacial Tiangong se vieron obligados a retrasar su regreso a la Tierra después de que su cápsula fuera golpeada por un trozo de basura espacial. En 2018, un incidente similar en la Estación Espacial Internacional puso en duda las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, ya que los medios rusos especularon que un astronauta de la NASA podría haber saboteado deliberadamente la estación.
Agujero encontrado en cápsula Soyuz. NASA/EPA, vía Shutterstock
La capa orbital del proyecto objetivo de Google –una órbita sincrónica con el sol aproximadamente a 400 millas (650 kilómetros) sobre la Tierra– es la ubicación privilegiada para la energía solar continua. En esta órbita, los paneles solares de la nave espacial siempre estarán expuestos a la luz solar directa, donde pueden generar electricidad para alimentar la carga útil de IA a bordo. Pero por esta razón, la órbita sincrónica con el Sol es también la carretera más congestionada en la órbita terrestre baja, y los objetos en esta órbita tienen más probabilidades de colisionar con otros satélites o escombros.
A medida que llegan nuevos objetos y los existentes se desintegran, la órbita terrestre baja podría acercarse al síndrome de Kessler. Según esta teoría, cuando el número de objetos en órbita terrestre baja supera un umbral crítico, las colisiones entre objetos crean una cascada de nuevos escombros. Con el tiempo, esta cascada de colisiones podría dejar ciertas órbitas completamente inutilizables.
Implicaciones para el proyecto Suncatcher
El Proyecto Suncatcher propone un grupo de satélites que transportan grandes paneles solares. Volarían en un radio de sólo un kilómetro y cada nodo está a menos de 200 metros de distancia. Para poner esto en perspectiva, imagine una pista de carreras aproximadamente del tamaño del Daytona International Speedway, donde 81 autos corren a 17,500 millas por hora, espaciados aproximadamente la distancia necesaria para frenar de manera segura en la carretera.

Incluso pequeños trozos de basura espacial pueden tener efectos catastróficos. Esta imagen muestra el resultado de un impacto de laboratorio entre un bloque de aluminio y una pequeña esfera de aluminio que viaja a 6,8 kilómetros por segundo. Agencia Espacial Europea
Esta formación ultradensa es necesaria para que los satélites se transmitan datos entre sí. Constellation divide cargas de trabajo complejas de IA en sus 81 unidades, lo que les permite “pensar” y procesar datos simultáneamente como un cerebro único, masivo y distribuido. Google se está asociando con la empresa espacial para lanzar dos prototipos de satélites a principios de 2027 para validar el hardware.
Pero en el vacío del espacio, volar en formación es una batalla constante contra la física. Aunque la atmósfera en la órbita terrestre baja es increíblemente delgada, no está vacía. Las partículas de aire enrarecidas crean la resistencia orbital del satélite: esta fuerza empuja la nave espacial, ralentizándola y provocando que baje de altitud. Los satélites con una gran superficie tienen más problemas de resistencia, ya que pueden actuar como una vela atrapando el viento.
Para aumentar esta complejidad, los flujos de partículas y campos magnéticos del Sol (conocidos como clima espacial) pueden hacer que la densidad de las partículas del aire en la órbita terrestre baja fluctúe de manera impredecible. Estas fluctuaciones afectan directamente la resistencia orbital.
Cuando los satélites están a menos de 200 metros de distancia, el margen de error desaparece. Un solo impacto no sólo podría destruir un satélite, sino también hacerlo explotar contra sus vecinos, desencadenando una cascada que podría destruir todo el cúmulo y dispersar aleatoriamente millones de nuevos fragmentos de escombros en una órbita que ya es un campo minado.
La importancia de la evitación activa
Para evitar accidentes y cascadas, las compañías de satélites podrían adoptar un estándar sin rastro, lo que significa que diseñan satélites que no se fragmentan, no arrojan escombros ni ponen en peligro a sus vecinos y que pueden retirarse de la órbita de forma segura. Para una constelación tan densa e intrincada como Suncatcher, cumplir con este estándar puede requerir equipar a los satélites con “reflejos” que detecten y bailen de forma autónoma a través del campo de escombros. El diseño actual de Suncatcher no incluye estas capacidades de evitación activa.
Solo en los primeros seis meses de 2025, la constelación Starlink de SpaceX realizó la increíble cantidad de 144,404 maniobras para evitar colisiones para evitar escombros y otras naves espaciales. De manera similar, Suncatcher probablemente encontraría escombros más grandes que un grano de arena cada cinco segundos.
La infraestructura actual de seguimiento de objetos se limita en gran medida a desechos más grandes que una pelota de béisbol, lo que deja millones de fragmentos más pequeños de desechos efectivamente invisibles para los operadores de satélites. Las constelaciones futuras necesitarán un sistema de detección a bordo que pueda detectar activamente estas amenazas más pequeñas y maniobrar el satélite de forma autónoma en tiempo real.
Equipar al Suncatcher con capacidades activas para evitar colisiones sería una hazaña de ingeniería. Debido al pequeño espacio, la constelación debería responder como una sola entidad. Los satélites tendrían que reposicionarse juntos, como una bandada de pájaros sincronizada. Cada satélite tendría que reaccionar al más mínimo movimiento de su vecino.
La detección de desechos espaciales en órbita puede ayudar a prevenir colisiones. Pagando el alquiler de la órbita
Sin embargo, las soluciones tecnológicas sólo pueden llegar hasta cierto punto. En septiembre de 2022, la Comisión Federal de Comunicaciones creó una regla que exige que los operadores de satélites retiren sus naves espaciales de la órbita dentro de los cinco años posteriores a la finalización de la misión. Esto suele implicar una maniobra de salida de órbita controlada. Los operadores ahora deben reservar suficiente combustible para encender los propulsores al final de la misión para reducir la altitud del satélite hasta que supere la resistencia atmosférica y la nave espacial se queme en la atmósfera.
Sin embargo, la regla no se aplica a los desechos que ya se encuentran en el espacio, ni a los desechos futuros resultantes de accidentes o incidentes. Para abordar estos problemas, algunos formuladores de políticas han propuesto un impuesto sobre el uso de desechos espaciales.
Un impuesto sobre el uso o una tarifa por el uso orbital cobraría a los operadores de satélites un impuesto basado en el estrés orbital impuesto por su constelación, de manera muy similar a como los vehículos más grandes o pesados pagan tarifas más altas por el uso de las vías públicas. Estos fondos financiarían misiones activas de eliminación de basura, que capturan y eliminan los restos de basura más peligrosos.
Evitar colisiones es una solución técnica temporal, no una solución a largo plazo al problema de los desechos espaciales. Si bien algunas empresas consideran el espacio como un nuevo hogar para centros de datos y otras continúan enviando constelaciones de satélites a la órbita, nuevas políticas y programas activos de eliminación de desechos pueden ayudar a mantener la órbita terrestre baja abierta a los negocios.
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