Los científicos tienen suficiente información para saber que la crítica situación que enfrentan varias especies de anguila debería llevar al cese de su pesca, venta y consumo. Sin embargo, la demanda de anguila no deja de crecer, muy estimulada por el mercado de lujo, donde el consumo de especies raras y, por tanto, caras se convierte en una especie de demostración de estatus. Las administraciones e instituciones que tienen capacidad de actuar para proteger a las anguilas siempre se han mostrado muy reacias a hacerlo, y se acaba de perder una nueva oportunidad de hacerlo en la última convención de los signatarios de la CITES.
Las anguilas de Anguila son un grupo de 17 especies de peces muy similares entre sí. Todas estas especies se reproducen en el mar, cada una de ellas en una zona concreta, que sólo conocemos con exactitud en algunos casos. Después del nacimiento, migran a ríos y pantanos distantes para crecer. Posteriormente, cuando alcanzan la madurez, regresan a su lugar de nacimiento para reproducirse y morir.
Todas las anguilas europeas nacen en un lugar aún desconocido de la zona que conocemos como Mar de los Sargazos, origen y destino de dos migraciones épicas que abarcan miles de kilómetros, las más grandes de cualquier género.
Mal estado de conservación
La mayoría de las especies de anguilas, si no todas, tienen un estado de conservación deficiente, con poblaciones en disminución, en las que la explotación comercial desempeña un papel importante, aunque puede que no sea la única causa.
El mayor peligro corren las especies más explotadas: la anguila europea (A. anguilla), japonesa (A. japonica) y americana (A. rostrata). El caso más extremo es el de la anguila europea, que desde 2008 se considera en peligro crítico (la categoría de amenaza más alta). Las especies japonesa y americana, así como la anguila de aleta larga de Nueva Zelanda (A. dieffenbachii), se consideran en peligro de extinción. Para contextualizar las categorías de amenaza, estas cuatro especies de anguilas enfrentan un mayor riesgo de extinción que el lince ibérico o el panda gigante.
Detener el comercio internacional
La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) es un tratado multilateral para la protección de especies en peligro de extinción que son objeto de comercio internacional, estableciendo restricciones en función de su grado de vulnerabilidad. Para ello, las especies de interés se incluyen en diversos suplementos.
El Apéndice I debe incluir “todas las especies en peligro de extinción que están o pueden verse afectadas por el comercio”, mientras que el Apéndice II agrupa especies que, si bien no necesariamente están en peligro de extinción, podrían llegar a estarlo si su comercio no está estrictamente regulado. Este último también considera la posibilidad de incluir especies que no estén en peligro de extinción pero que puedan mezclarse en el formato en el que se comercializan con especies de los Apéndices I o II.
En la práctica, el comercio internacional de especies del Apéndice I está prohibido (sólo se permitiría “en circunstancias excepcionales”), mientras que el comercio internacional podría realizarse con especies del Apéndice II, siempre que una evaluación formal confirme que “no será perjudicial para su supervivencia”.
Actualmente, sólo la anguila europea está cubierta por la CITES, que la incluye en su Apéndice II. En la vigésima convención de las partes de la CITES, celebrada en Samarcanda (Uzbekistán) a finales de noviembre, se discutió la propuesta de la Unión Europea y Honduras de incluir en el Apéndice II todas las especies del género Anguila, en el que ya figuraba la anguila europea. Sin embargo, la gran mayoría de los partidos (más del 75%) se opuso al cambio.
Una oportunidad perdida
Por lo tanto, se pierde una oportunidad de mejorar el pobre papel que desempeña la CITES en la conservación de la anguila. Teniendo en cuenta la grave situación en la que se encuentran varias especies de cigüeñas, la propuesta era incluso débil. Podría haber sido más ambicioso si, como propuso la Comisión Europea, la anguila europea estuviera incluida en el Apéndice I. Pero bajo la presión del sector económico que explota la anguila, la comisión optó por una propuesta más ligera.
Esta presión se ejerce a través de una entidad llamada Sustainable Eel Group, que cuenta con reconocidos científicos de la anguila en su nómina y lleva a cabo una intensa y eficaz actividad de lobby en las instituciones europeas. El grupo se opuso a la propuesta de la Comisión, argumentando que si la anguila europea fuera incluida en el Apéndice I de la CITES, “su explotación comercial sería imposible”.
Como científico me sorprende que frenar la explotación de una especie al borde de la extinción se considere un problema. Abandonar la pesca y la comercialización debería ser un objetivo prioritario para la conservación de la anguila europea.
El desafío de proteger a las anguilas
En mi opinión, las especies más amenazadas del género Anguilla deberían incluirse en el Apéndice I de la CITES. Sin duda, al menos cuatro especies cumplen los criterios para ello, ya que están en peligro de extinción y afectadas por el comercio internacional.
Además, la estricta protección de las especies más amenazadas debería completarse con la inclusión de las restantes en el Apéndice II, por su estado de conservación desfavorable (que se produce en varios casos) o por la posibilidad de mezclarse con otras anguilas más amenazadas durante el comercio. Esto último es relevante porque todos los tipos de anguilas sirven como sustitutos entre sí en el mercado, tanto en forma natural como procesada.
Proteger a las anguilas es, por diversos motivos, una tarea compleja. Por un lado, como especies migratorias, utilizan una gran cantidad de hábitats y necesitan que todos ellos se encuentren en unas condiciones ecológicas aceptables. Por otro lado, las amenazas a las que se enfrentan las distintas especies de anguila son diversas, incluyendo, además de la sobrepesca, la pérdida de hábitat por efecto barrera de presas, la aparición de parásitos y otras especies invasoras, la contaminación y/o desaparición de los sistemas hídricos o el cambio climático.
Para complicar aún más el escenario, la mayoría de las especies de anguila tienen amplias áreas de distribución que abarcan varios países, cada uno con sus propios marcos legales y prioridades de conservación.
Información suficiente para dejar de comer anguilas
Tenemos suficiente información para saber que debemos dejar de pescar, vender y comer anguila. Y podemos hacerlo con un pequeño coste social que se compensa fácilmente con una moratoria sobre su explotación comercial. La coordinación internacional es necesaria para una conservación eficaz de la anguila, pero existen varios marcos en los que esta coordinación puede tener lugar. La CITES parece ser una de las mejores opciones para esto, pero lamentablemente todavía no cumple ese propósito. A medida que la CITES decida dar un paso hacia la protección de la anguila, la Comisión Europea tendría el poder de prohibir la pesca de la anguila europea, algo que su consejo asesor de pesca ha buscado sin éxito durante años. Frenar el comercio legal de anguilas entre países también obstaculizaría el comercio ilegal, a menudo vinculado a la pesca legal, y tendría el potencial de reducir la demanda de estos animales en peligro de extinción.
Si no somos capaces de adoptar medidas urgentes y aparentemente sencillas, como las que conducirían a la protección de la anguila, ¿cómo decidiremos cambios tan ambiciosos como los necesarios para hacer frente a la crisis climática?
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