El patinete eléctrico ya es una presencia habitual en nuestras ciudades. Se comercializó como un símbolo de la micromovilidad moderna. Como una solución que promete desatascar las ciudades, viajar en menos tiempo y reducir las emisiones. Sin embargo, detrás de su estilo moderno se esconde una trampa silenciosa: estos vehículos pueden poner en peligro la salud y la seguridad de los jóvenes.
Cuando la movilidad asistida roba la salud
La Organización Mundial de la Salud destaca la inactividad física como una de las pandemias silenciosas del siglo XXI. Para combatirlo, el transporte activo (a pie o en bicicleta) es el medio más eficaz. Esto se debe a que integra el ejercicio en la vida cotidiana, especialmente en los desplazamientos habituales, como los de ida y vuelta al centro educativo.
¿Los patinetes eléctricos están robando esta oportunidad a los más jóvenes? Algunos estudios actuales han evaluado esta preocupación.
Trabajos recientes demuestran que su uso implica un menor gasto energético que caminar. Es lógico: no es un medio de transporte activo, sino pasivo y asistido. Al sustituir el caminar o la bicicleta, favorece la pérdida de actividad física diaria, como apunta otro estudio. Además, al permitir llegar a la puerta del destino, hace menos atractiva la movilidad híbrida con el transporte público.
Si un joven sustituye una caminata de 15 minutos por un paseo de 5 minutos en patinete eléctrico, pierde una parte clave de su actividad física diaria y de interacción con el entorno. El impacto en la salud pública es devastador cuando se multiplica por millones de jóvenes. Por último, también aumenta el riesgo de enfermedades no transmisibles a largo plazo.
En el futuro se deberán analizar los posibles efectos negativos del uso de patinetes eléctricos en la salud psicosocial. Por ejemplo, este vehículo podría transformar la experiencia social de viajar en un centro educativo. Esto se debe a que reduce las oportunidades de interacción social que ofrece el transporte activo, reduciendo las conversaciones y el intercambio de experiencias.
El riesgo oculto: un aumento de las lesiones graves
Además, el auge de la micromovilidad asistida ha traído consigo un aumento alarmante del número de accidentes. Los datos son claros: según la Dirección General de Transportes, 459 personas fueron hospitalizadas en España durante 2024 por accidentes con vehículos de movilidad personal (principalmente patinetes eléctricos). Esto representa un 34% más que el año anterior. El número de muertos casi se duplicó, de 10 a 19.
Los datos de otras ciudades europeas confirman esta tendencia. En Alemania, por ejemplo, la mortalidad aumentó un 27%. La mitad de los heridos tienen menos de 25 años.
Otros estudios también constatan que entre los jóvenes los patinetes eléctricos provocan más accidentes que las bicicletas. Las lesiones que causan incluyen fracturas compuestas, lesiones cerebrales traumáticas y lesiones de la médula espinal. La velocidad que alcanzan, sumada a la inestabilidad de sus pequeñas ruedas y la falta de infraestructura específica para ellas, convierte el movimiento en un riesgo.
Varios factores se combinan para crear este peligroso cóctel. Entre ellos, una falsa sensación de seguridad, el mal uso del casco, la falta de educación vial y la inexperiencia de los jóvenes a la hora de maniobrar a altas velocidades en entornos urbanos, congestionados y sin infraestructura adecuada.
Bicicleta: el verdadero transporte del futuro
La solución a esta encrucijada no es prohibir, sino promover alternativas saludables y sostenibles. La bicicleta, no necesariamente eléctrica, es la clave de la movilidad en trayectos urbanos de corta y media duración.
Una bicicleta ofrece una triple ventaja que un patinete eléctrico no puede igualar. Este es el “Modelo Triple S”:
Salud. Asegura el gasto de energía, por lo que contribuye a la actividad física diaria y a la mejora de los aspectos psicosociales.
Sostenibilidad. Se trata de un medio libre de emisiones, perfectamente alineado con la lucha contra el cambio climático.
Seguridad. Aunque el riesgo existe, el diseño de la bicicleta, su estabilidad y la infraestructura ciclista mejoran la seguridad percibida y real.
Desde la Red Española por una Infancia Activa y Saludable insistimos en que el futuro de la movilidad juvenil debe ser activo, no apoyado. Es esencial que los responsables de las políticas urbanas, los educadores y las familias den prioridad a la creación de entornos seguros y atractivos para que los jóvenes caminen y pedaleen.
Algunas pautas para mejorar la salud pública y la salud del planeta incluyen invertir en:
Carriles para bicicletas seguros y separados.
Acciones para caminar y calmar el tráfico.
Facilitar el uso compartido de carreteras con vehículos de motor.
Programas de educación activa en seguridad vial dentro y fuera del contexto escolar.
Campañas que resaltan los beneficios físicos y mentales de pedalear.
Un patinete eléctrico es una herramienta de movilidad, pero no de salud. Necesitamos asegurarnos de que la próxima generación no cambie la oportunidad de estar activa por la conveniencia de recibir ayuda. El camino hacia una juventud más sana y un planeta más verde pasa por devolver energía a las piernas de los jóvenes.
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