Marta tiene 32 años y una carrera prometedora. Después de meses de esfuerzo, finalmente recibe un correo electrónico confirmando su ascenso. Salió a celebrar con champán, se regaló un reloj carísimo y llenó sus redes sociales de estupendas fotos que parecen decir: “la vida perfecta, conseguida”. Pero dos semanas después, a las tres de la madrugada, se dio cuenta de que la euforia había desaparecido. Todavía estaba cansada, ansiosa y extrañamente vacía.
Unos días después aceptó acompañar a un amigo que impartía clases de apoyo en una escuela para adolescentes en situación de riesgo. Sin selfies, sin salario, sin glamour. Y, sin embargo, empezó a sentirse con más energía, motivada y con una emoción que no había sentido en mucho tiempo.
La experiencia de Martha ilustra un dilema que todos conocemos: ¿qué es más difícil, la gratificación instantánea o un propósito duradero? La ciencia del bienestar tiene una respuesta clara: el propósito importa, no sólo por cómo nos sentimos, sino también por cómo vivimos e incluso cuánto tiempo vivimos.
Dos caras de felicidad
La psicología positiva, la rama científica que estudia los determinantes del bienestar y el funcionamiento óptimo, distingue entre dos formas principales de felicidad.
Por un lado, está la felicidad hedonista, la de las emociones placenteras y la gratificación instantánea. Lo que se mide mediante escalas como la escala de afecto positivo y negativo o la escala de satisfacción con la vida. El problema es que está atrapado en lo que los psicólogos llaman adaptación hedónica: cuanto más intenso es el estímulo, más rápido el cerebro ajusta su línea base y nos obliga a buscar aún más estímulos para sentir lo mismo. Por eso el ascenso de Martha perdió su brillo tan rápidamente, al igual que la adicción a las redes sociales, las compras o los juegos de azar. Es como correr en la cinta del gimnasio: por mucho que progreses, nunca llegarás a ninguna parte.
La otra cara es la felicidad eudaimónica, que deriva de la idea aristotélica de vivir en coherencia con nuestra mejor versión, ética e intelectual. La psicóloga Carol Rife lo tradujo en seis dimensiones muy específicas: autonomía, dominio ambiental, crecimiento personal, relaciones positivas, propósito de vida y autoaceptación. Este tipo de felicidad no se mide en altibajos, sino en trayectorias de vida sostenidas en el tiempo.
Puente de motivación: SDT
La teoría de la autodeterminación (TED) es central para comprender el cambio de Marta. Todos necesitamos satisfacer tres necesidades psicológicas básicas:
Autonomía: el sentimiento de que somos libres de elegir.
Competencia: el sentimiento de que somos capaces y eficaces.
Conexión: sentirse conectado con los demás.
Cuando se satisfacen estas tres necesidades, la motivación pasa de estar “controlada” (hacer algo debido a presión, recompensa o imagen) a ser “auténtica” (hacerlo porque tiene sentido para nosotros, porque lo disfrutamos o porque está conectado con nuestros valores).
El ascenso de Marta fue principalmente externo: dinero, estatus, aprobación. Por lo tanto, si bien le proporcionó una gratificación instantánea, no cumplió con su autonomía ni con su sentido de contribución. En cambio, enseñar a adolescentes le dio la combinación perfecta: eligió hacerlo por elección (autonomía), se sintió efectivo (competencia) y conectado con sus alumnos (relación). Curiosamente, sin paga ni aplausos, esta actividad fue más transformadora que la promoción.
Lo que dice la ciencia: placer versus propósito
La evidencia empírica es convincente. Una orientación hedonista explica sólo una parte de la satisfacción con la vida y a menudo se asocia con objetivos conflictivos y emociones encontradas. Además, los picos hedónicos no predicen una mejor salud o menos inflamación.
Por otro lado, la eudaimonia se asocia con múltiples beneficios duraderos, como una vida más larga, una mejor salud cardiovascular, una mejor salud mental (menos depresión y ansiedad, más resiliencia, mejor calidad del sueño), un menor riesgo de deterioro cognitivo y demencia, y una menor inflamación como lo reflejan los biomarcadores.
Incluso en las cosas cotidianas se puede ver la diferencia. Un estudio sobre actividad física demostró que caminar en la naturaleza mejora el estado de ánimo (hedonia), pero sólo fortalece el sentido de propósito cuando hay motivación autónoma y conexión con el entorno. Es decir, el placer puede ser un gas rápido o un viaje más profundo, dependiendo de cómo se viva.
Más allá de la euforia
Cuando empezó a colaborar en las clases de apoyo, cambió no tanto desde fuera sino desde dentro: Marta conectó con algo más profundo que la euforia momentánea. Como explicamos anteriormente, este tipo de experiencias eudaimónicas pueden aportarte varios beneficios físicos y mentales.
La experiencia de Martha no es sólo una anécdota: refleja lo que dice la ciencia del bienestar. El placer puede ser como la gasolina rápida que permite recorrer 100 metros en pocos segundos; En cambio, el propósito es un combustible diésel más lento y eficiente que proporcione un viaje a largo plazo que dé dirección, salud y significado a la vida.
Cómo integrar el placer y el propósito en la vida cotidiana
El propósito no es un don divino reservado para unos pocos, pero puede cultivarse. Los experimentos con intervenciones breves, desde escribir sobre valores personales hasta realizar pequeños actos de servicio semanales, muestran efectos positivos duraderos sobre la vitalidad y el significado.
Aquí tienes un pequeño kit:
• Revisar los objetivos: ¿los perseguimos para obtener aprobación externa o porque expresan valores internos? Replantear una meta extrínseca (“subir de rango”) en una meta intrínseca (“aprender a liderar éticamente”) cambia completamente la motivación.
• Diseñar contextos con autonomía: en el trabajo o en el estudio busquemos espacios donde tomar decisiones acertadas, obtener retroalimentación útil y construir relaciones significativas.
• Probar microprácticas eudaimónicas: un acto semanal de servicio, aprender algo nuevo por interés genuino o nutrir nuestras fortalezas personales. Son pequeñas semillas que con el tiempo florecen y adquieren un propósito.
• Gestionar el placer de forma consciente: disfrutar con total atención de una comida que nos sabe bien, por ejemplo, o escuchar con total atención una música especialmente seleccionada ayuda a frenar la adaptación hedonista y disfrutar sin caer en la trampa del “más y más”.
El placer sin propósito se desgasta rápidamente, el propósito sin placer puede volverse árido: la verdadera alquimia surge cuando satisfacemos la autonomía, la competencia y la relación. No se trata de elegir entre disfrute o significado: se trata de disfrutar al servicio de un propósito. No se trata de apagar fuegos artificiales, sino de encender una llama que no se apague con el tiempo.
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