La salud mental es uno de los temas más reticentes en la actualidad. Se calcula que cuatro de cada diez personas tendrán algún problema de este tipo a lo largo de su vida. De ahí la urgencia de encontrar una solución confirmada por la evidencia científica. Algunas de las soluciones que se barajan tienen que ver con el uso de Chatggpt y otras inteligencias artificiales, sugerencias que pueden generar curiosidad, pero también dudas y desconfianza.
No es nuevo: el desarrollo tecnológico siempre nos ha hecho sentir un poco desagradables. Ya a principios del siglo XIX, en la ciudad de Inglaterra llamada Leicesterhire, Ned Ludd destruyó algunas máquinas textiles. Entre otros motivos, afirmó que lo hizo porque se oponía a los cambios que han traído nuevas máquinas industriales. De ahí nació Luddit, que describe a las personas que rechazan el desarrollo tecnológico.
Los “momentos Luddit” también se dieron en el ámbito de la salud. Por ejemplo, cuando aparecieron las repugnantes máquinas, hace poco, cuando se empezó a utilizar la videollamada para atender a los pacientes. Incluso los propios profesionales se resisten a las videollamadas hasta que la pandemia les obligó a utilizarlas. ¡Y gracias a Dios tenemos esa opción!
¿Cómo son las personas que utilizan la IA para cuidar su salud mental?
Actualmente, su uso principal y destinado a necesidades, como “compañero digital” nos guía, escucha nuestros pensamientos y ansiedades, nos aconseja y a quién le contamos los secretos. Nos facilita tener herramientas como Chatggpt disponibles en cualquier momento, parecer empáticos y por regla general no criticar ni responder negativamente.
Quienes utilizan este tipo no suelen preocuparse por la privacidad ni la profundidad emocional, aunque representa riesgos por el uso de datos personales y prejuicios con quienes se entrenan las herramientas.
Sin embargo, también debemos admitir que la IA permite identificar los signos de malestar antes de que empeoren. Esto se logra analizando datos de teléfonos móviles y productos de carga que informan patrones de actividad, pasos, sueño, número de mensajes o tiempo en que se mira el teléfono. Este tipo de proceso se denomina fenotipos digitales y ayuda a esperar recaídas en la depresión o episodios de trastornos graves a través de lo que se llama ema (evaluación ecológica inmediata).
Los modelos de lenguaje también se utilizan para detectar cambios sutiles en el estado emocional de adolescentes y adultos. Por ejemplo, cuando se descubren en los mensajes frases como “Me equivoco” o “Es mi error”, así como en la fluidez verbal o inconsistencias sintácticas. El objetivo es claro: la ley antes de que el problema se convierta en crisis, algo que la atención tradicional no siempre logra.
Asimismo, se han publicado primeros estudios en los que los chatbots de salud mental parecen eficaces para reducir los síntomas leves de ansiedad y depresión, además de favorecer la reflexión y el cuidado personal. Su disponibilidad 24 horas al día, 7 días a la semana, los hace accesibles y de bajo costo, especialmente útiles en contextos con falta de servicios profesionales.
Y se utiliza para difundir terapias como la terapia cognitivo-conductual. Los algoritmos inteligentes le permiten personalizar los ejercicios, seguir el progreso y aumentar el aprendizaje. Al mismo tiempo, los modelos de lenguaje son puertas abiertas a diálogos más naturales y sensibles al contexto. Los resultados de los estudios científicos muestran una reducción moderada de los síntomas correctos, especialmente en los jóvenes.
Los terapeutas son skate y más flexibles.
A pesar de estos avances, los profesionales ofrecen una visión matizada. Las comparaciones entre personas y Chatbots revelan que los terapeutas superan claramente a la IA en dimensiones críticas como la empatía, la flexibilidad y el silenciador emocional. Esto amplifica la idea clave: la IA no sustituirá al profesional, sino que aparece como una herramienta complementaria.
Por ejemplo, en la ansiedad y la depresión el bot parece ser eficaz al principio, pero su efecto va desapareciendo al cabo de tres meses. Paralelamente a esta extinción, las personas dejan de utilizarla, por lo que la adherencia a portadores de IA se ha convertido en uno de los grandes retos actuales y futuros a la hora de utilizar la salud mental.
Las investigaciones también advierten de importantes deficiencias. Un modelo sugiere que lo imagina como una pirámide de tres escalones. La base es la seguridad y la privacidad; luego, confiabilidad y transparencia; y, sólo encima, eficacia práctica. Sin embargo, la mayoría de los estudios se centran en un nivel superior y dejan en un segundo plano cuestiones básicas como la protección de datos o la gestión del sesgo algorítmico. De hecho, el análisis crítico advierte que la falta de vigilancia ética y la escasa formación digital de pacientes y profesionales pueden presentar un mayor riesgo de soporte a estas herramientas.
La IA ya está diseñada y avanza. Los profesionales debemos prepararnos para este cambio radical en la forma de abordar los problemas de salud mental.
¿Qué podemos esperar de la futura IA en salud mental?
Integrar la inteligencia artificial en nuestra vida diaria ya es un hecho. Hace apenas tres años, la mayoría de la gente utilizaba el motor de búsqueda, mientras que hoy millones de usuarios dirigen sus preguntas en la conversación. La permeabilidad de nuestras actividades diarias a la IA es tan alta que es difícil imaginar una regresión. Leyendo hace dos décadas, las computadoras ocupaban media mesa y hoy caben en tu bolsillo, probablemente mirarán hacia atrás y parecerán que la IA solo las usa a través de textos para hablar de nuestra salud mental.
En este ámbito, el procedimiento ya ha comenzado, pero las perspectivas son claras. Revisiones recientes señalan que la IA no sólo permitirá el seguimiento de los síntomas en tiempo real a través de dispositivos cotidianos, sino que también contribuirá a realizar diagnósticos más precisos y una atención personalizada. Con sus limitaciones y riesgos, está aquí para quedarse y desarrollarse.
La versión original de este artículo fue publicada en la revista Telos, de Fundación Telefónica.
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