La mente no es una copa que hay que llenar, sino una lámpara que hay que encender, decía Plutarco. Sin embargo, en muchos países –entre ellos España– el modelo de escuela convencional sigue centrado en llenar los vasos: impartir contenidos, seguir los libros de texto, completar hojas de trabajo y calificar con exámenes escritos. Este enfoque favorece memorizar y luego escribir ese contenido en un papel, aunque es fácil de olvidar y no siempre es así como nuestro cerebro aprende.
En una sociedad marcada por cambios constantes, esta forma de enseñar corre el riesgo de no ser útil. Por ejemplo, la fragmentación del aprendizaje por campos o materias no siempre ayuda a prepararnos para un mundo que requerirá que nos adaptemos a nuevas realidades, comprendamos la interconexión de todo y hagamos un buen uso de la tecnología si no se enseñan prácticas conscientes y responsables.
Cada vez que se revisan los planes de estudio académicos, cambian materias, contenidos, metodologías… pero ¿y si necesitamos no añadir más, sino conectar mejor? Ésta es la idea detrás del enfoque del “curriculum integrado”.
Del fragmento al enlace
El currículo integrado no es una moda metódica, sino una forma diferente de concebir la enseñanza. Su propósito es superar la fragmentación del conocimiento, conectar conocimientos y experiencias.
Frente a un enfoque disciplinario, es decir, la división del conocimiento en diferentes áreas y materias, sugiere trabajar problemas cercanos a partir de intereses, necesidades o interrogantes reales de los estudiantes.
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Por ejemplo, no es lo mismo trabajar el cuidado y preservación del medio ambiente de forma aislada que utilizar el comentario de un estudiante al respecto para desarrollar un proyecto.
Esto se puede lograr a través de diferentes metodologías:
Trabajos web, que consisten en el uso de recursos digitales con los que los estudiantes investigan y analizan información en línea a través de tareas diseñadas previamente por el docente. De esta forma, la prioridad es el desarrollo de competencias digitales, habilidades de pensamiento crítico y habilidades de búsqueda de información, en un entorno controlado y seguro.
El “Design Thinking” combina colaboración, creatividad y producción tangible, buscando, de forma innovadora, abordar y resolver problemas, delegando al docente la tarea de guía y promotor de ideas.
En el aprendizaje basado en proyectos se desarrollan productos que integran diferentes áreas de conocimiento con el objetivo de mejorar tanto las habilidades duras como las blandas. Esta estrategia prioriza la colaboración y parte del contexto real, teniendo en cuenta los intereses de los estudiantes.
Redes neuronales, experiencias y contextos.
La neurociencia explica que las redes neuronales son sistemas dinámicos compuestos por muchas unidades simples interconectadas que aprenden contextualizando y conectando experiencias. En definitiva, es un modelo que “aprende” ajustando sus conexiones internas en función de los estímulos que recibe.
El educador y psicólogo estadounidense John Dewey ya ha advertido que el aprendizaje que no está conectado con la experiencia cotidiana acaba siendo inútil a largo plazo. El conocimiento tiene sentido cuando se convierte en una experiencia viva utilizando conocimientos y contenidos muy diferentes.
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Esto no elimina el valor del trabajo disciplinario. Contenidos como la solución formal de operaciones matemáticas o determinados aspectos de la gramática se pueden abordar de forma más directa dentro del proyecto: calcular distancias, escribir textos relacionados con el tema o mejorar el manuscrito para preparar el producto final. En estos casos, trabajar en componentes específicos de forma aislada hace que sean más fáciles de entender.
Estudio de caso: una escuela conectada
Para analizar qué sucede al poner en práctica estas ideas, realizamos un estudio de caso en un centro público rural de carácter compensatorio, ya que atiende a una población con importantes carencias sociales y educativas. En este centro, ubicado en la provincia de Huelva, se puso en marcha un currículo basado en el aprendizaje basado en proyectos. A través de entrevistas, observaciones y documentos, recogimos las voces de profesores y estudiantes.
En el caso del curso que documentamos, el proyecto central que estructuró todo el aprendizaje ese año fue La Pista del Tiempo, dedicado a Albert Einstein. Otros proyectos -que se trabajan durante el curso y están interconectados- se organizan en cinco ejes estables: “La vida en sociedad” (medio ambiente y patrimonio), “El mundo en el que vivimos” (del ser humano al universo), “Actividad científica y tecnológica”, “Seres vivos” y “El ser humano y la salud”.
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Un ejemplo de esta conexión fue el poema sobre la fotosíntesis: fue creado en Música, escrito en lenguaje y explicado en Conocimiento Ambiental como parte del proyecto “Seres Vivos”, propio del tercer trimestre. Aunque no pertenece directamente al proyecto Einstein, sí forma parte de esta lógica de globalización en la que todos los proyectos están conectados y el aprendizaje fluye entre campos y estaciones.
Cada curso, trabajo y creaciones de los alumnos se recogen en un libro que se imprime y cada alumno recibe una copia. Contiene textos, fotografías, experimentos, dibujos e historias elaboradas durante los proyectos. Las familias colaboran proporcionando materiales, participando en actividades y contribuyendo a algunas de las creaciones. El libro se convierte así en un símbolo de unidad y aprendizaje conjunto entre la escuela, la comunidad y el medio ambiente.
Dar sentido al aprendizaje: mejorar la motivación
La docente explicó la importancia de este tipo de enfoque educativo en el contexto de alumnos con muy baja motivación: “No es lo mismo explicar cosas aleatorias que darles un significado coherente. Trabajando de esta manera, ese grano de motivación se puede transformar en algo muy grande. Cuando los proyectos se basan en la realidad cercana, los niños se involucran de otra manera y el aprendizaje se vuelve significativo y duradero”.
En este curso, Einstein se acercó a través de experimentos sencillos sobre la luz y la energía, la recreación de su infancia y la conexión con fenómenos cotidianos. Los alumnos descubrieron que este genio también era un niño curioso y difícil.
La ilusión de los propios profesores
Otro profesor admitió: “Nos alimentamos del entusiasmo de los niños, pero también del nuestro. El enfoque integrado ha permitido a muchos redescubrirse como profesionales creativos, capaces de diseñar experiencias animadas y menos burocráticas”.
Este entusiasmo podría reflejarse en gestos cotidianos: profesores que buscan nuevas ideas desde casa, profesores que idean canciones o materiales propios, equipos que se quedan por la tarde decorando los pasillos para sorprender a los alumnos y la energía colectiva que implica preparativos como una jornada de puertas abiertas.
“Me gusta mi escuela”: cohesión comunitaria
El currículo integrado de este colegio favorece la coordinación entre profesores, crea un clima de colaboración con las familias y fortalece la identidad del centro como comunidad educativa. Todo esto lo podemos comprobar a través de entrevistas y observación: las familias participan decorando espacios, asistiendo a actividades, colaborando en talleres y siguiendo la lectura en casa. Los docentes señalan que esta metodología mejoró la comunicación con las familias y fortaleció el sentimiento de pertenencia al centro.
Sin embargo, existen resistencias: apego al libro de texto, miedo a perder nivel académico o recelo por parte de algunas familias. El centro los aborda a través del diálogo, la evidencia y la transparencia. Mostrar el trabajo, compartir los productos finales y observar la evolución de los estudiantes ayuda a transformar estas ideas.
Más que leyes, prácticas de vida
Desde la LOGSE (1990) hasta la LOMLOE, las leyes educativas españolas introdujeron conceptos como globalización, interdisciplinariedad o competencias clave. La UNESCO pide currículos más “relevantes y contextualizados” y la OCDE pide un enfoque flexible y centrado en el estudiante.
Pero, en la práctica, los marcos legales se convierten en obstáculos si no van acompañados de recursos y confianza. Las leyes deben traducirse en tiempo, formación práctica, estabilidad del profesorado y confianza institucional para que los centros puedan innovar sin miedo. Sin este apoyo, los discursos sobre las habilidades y la globalización quedan en el papel.
El currículo integrado no es una receta mágica, es una brújula. Nos recuerda que el aprendizaje tiene que ver con la conexión: conectar conocimientos con otros, conectar profesores y alumnos, conectar conocimientos y emociones, escuela y vida.
Volviendo a Plutarco, quizá el reto de la escuela del siglo XXI sea precisamente este: encender lámparas en lugar de llenar vasos. La experiencia analizada muestra que cuando existe el compromiso de integrar en lugar de fragmentar, la curiosidad y la creatividad se encienden en las aulas y florece un sentido de comunidad.
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