Aprovechando que estamos en esos días donde todos hacemos sugerencias de mejora para el nuevo año, quiero proponerte una serie de buenos artículos que pueden ayudarte a pensar cómo es tu relación con el trabajo y cómo te gustaría que fuera: ¿sobrecargada?, ¿tecno-estresada?, ¿agotada?, ¿desinteresada?
El experto nos hace tres preguntas:
¿Disfrutamos estar al borde de una fecha límite de entrega?
¿Nos gusta trabajar en diferentes proyectos, aunque sepamos que es posible que no podamos lograr nuestros objetivos?
¿Tendemos a anteponer el trabajo a nuestra salud por las recompensas que ofrece?
Tres respuestas positivas nos acercan peligrosamente a un diagnóstico de adicción al estrés.
Aunque puede darnos sensación de alerta y excitación y hacernos sentir vivos, esa efervescencia es causada por el cortisol (la hormona del estrés) que, si se deja constante, puede acabar afectando a nuestro corazón y sistema inmunológico y, además, provocar un envejecimiento prematuro. ¿Albricias? La actividad física, una alimentación saludable y un buen patrón de sueño nos ayudan a desapegarnos.
El entorno laboral puede ser una fuente de estrés para muchos. Ya sea por sobrecarga de trabajo, por un jefe o compañeros tóxicos o, en el peor de los casos, por todos estos factores juntos. Y los efectos negativos afectan no sólo al afectado, sino también a la propia empresa, porque en entornos estresantes la productividad disminuye y aumentan las bajas laborales y el absentismo.
El nivel de estrés en el ambiente laboral está determinado no sólo por las características del puesto de trabajo sino también por las características de las personas. Las mujeres trabajadoras, que a menudo cargan con la carga de una mochila doméstica, están sometidas a más estrés que sus compañeros de trabajo que realizan las mismas funciones que ellas.
Rubén Blades cantaba en 1981: “Buscas a unos chicos que de niños sus madres no querían, y ahora de adultos viven para dar bofetadas”.
Fuente: Rubén Blades, YouTube.
Estas bofetadas pueden ser literales o figuradas, pero de cualquier manera son propias de personas tóxicas. Son compañeros de trabajo o jefes que, ya sea por inmadurez emocional, envidia, competitividad mal administrada o problemas en el diseño y organización de funciones, hacen comentarios hirientes, critican, intimidan y no apoyan o ayudan cuando es necesario.
¿Cómo afrontar esta fuente de estrés laboral?: poner límites, buscar apoyo en otros compañeros no tóxicos, reconocer y valorar las cosas buenas que puede tener el trabajo, hablar de lo que pasa con personas cercanas (amigos, familiares) o con profesionales de la salud mental. Y apegándonos a la tríada milagrosa para controlar el estrés: ejercicio, buena nutrición y buenos patrones de sueño.
La buena noticia es que hay jefes que tienen un liderazgo positivo en sus equipos. Y favorecen la salud física y mental de los trabajadores y, además, mejoran la satisfacción laboral (lo que incide positivamente en la productividad y el compromiso con la empresa).
Las máquinas también pueden provocarnos estrés (tecnoestrés) en el trabajo. ¿Porque? Aquí entran en juego diferentes factores: porque aprender a utilizar tecnologías que no conocemos nos genera inseguridad, porque nos parecen artefactos complejos o porque sentimos que han venido a invadir nuestra vida laboral, por ejemplo.
El burnout es el agotamiento físico, emocional y mental causado por el estrés crónico. Quienes lo padecen no se sienten con energía física ni mental y se muestran irritados, frustrados y sin energía. Para afrontarlo, las personas deben aprender a establecer límites en el trabajo (incluida la desconexión digital) y no descuidar su vida personal. Deben moverse, comer bien e intentar dormir mejor, y también necesitan hablar de ello (con sus seres queridos o profesionales de la salud mental).
Pero las empresas también tienen la obligación de tomar medidas que promuevan el bienestar de los trabajadores. Como equilibrar cargas de trabajo, promover estilos de liderazgo positivos y motivadores, ofrecer programas de capacitación y desarrollo profesional, establecer políticas de comunicación claras y fomentar un ambiente de trabajo respetuoso y relaciones laborales cooperativas.
El craqueo por estrés es una cosa. Pero otra es que el trabajo se percibe como un trabajo sin sentido, lo que genera mucho movimiento y pocos resultados. La situación recuerda a Sísifo empujando la roca sin cesar y sin ningún propósito. Este agotamiento no se debe necesariamente al exceso de trabajo, sino a la percepción de que el esfuerzo es inútil.
¿Cómo luchar contra esta desesperanza? Aquí se necesita compromiso personal para encontrar un nuevo sentido del trabajo, para intentar no mantener abiertos o pendientes procesos y proyectos, para eliminar esfuerzos inútiles, redundantes o que no aportan valor. Y a través del autocuidado: moverse, comer bien, dormir mejor y hablar. Con alguien cercano o, si lo considera necesario, con un profesional de la salud mental.
Hace 50 años, un psicólogo suizo acuñó el término personalidad resistente. Después de estudiar a los directivos que estaban expuestos a altos niveles de estrés, vio que algunos sufrían menos sus efectos físicos y emocionales. Así, se dio cuenta de que el secreto está en las herramientas vitales disponibles para afrontar obstáculos y dificultades: compromiso (tanto en la vida personal como profesional), control (creer que las propias acciones afectan los resultados externos reduce los sentimientos de impotencia) y disposición para afrontar los desafíos (verlos como lecciones de vida, no como amenazas). ¿Lo mejor de todo? Que se puede formar una personalidad resiliente.
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