El amor es una historia que nos contamos a nosotros mismos y, cuando la contamos mal, nos exponemos al desastre. Ésta es una de las ideas esenciales del ensayismo de Carmen Martín Gaita. Y a esto se suma una cosa más: a lo largo de la historia, los riesgos de la ficción romántica han afectado principalmente a las mujeres.
No sabemos si la escritora salmantina suscribiría el lema de la feminista norteamericana Kate Millett: “el amor era opio para las mujeres”. Pero tampoco parece estar muy alejado de ella en su trabajo ensayístico. Martín Gaite afirma que durante siglos las mujeres han cumplido su deseo de libertad y reconocimiento a través del amor.
Ahora bien, ese amor no lo definía ella misma, sino los modelos culturales. Las modelos, por cierto, son una estupidez: prometen abundancia y acaban fomentando una dependencia constante de la mirada masculina.
Martin Gaite aborda este tema con una habilidad única: encontrar el discurso cultural escondido en nuestros gestos más cotidianos y en nuestros deseos más íntimos. Por eso sus ensayos nos hacen cuestionarnos y encontrarnos a nosotros mismos.
Historias en soledad
Esto sucede en Búsqueda de un interlocutor (1974), obra que señala la clave del problema según el autor: la intolerancia a la soledad. Esta resistencia explicaría por qué las mujeres aceptaron las diferentes versiones de la relación amorosa que la cultura puso a su disposición.
El dilema es que la soledad es necesaria para componer tu propia historia sobre ti mismo. Ésta es la única forma de evitar la trampa de apuñalar a otros. La búsqueda de un interlocutor describe lúcidamente esa trampa: la omisión existencial a la vista cuando la historia ya no se sostiene.
Artículo de Carmen Martín Gaita en la revista Triunfo de octubre de 1970. Triunfo digital
¿Qué une a Emma Bovary, Marilyn Monroe y un ama de casa de los años 60 entregada al fetichismo consumista? Todos ellos construyeron su vida a partir de historias ajenas: la literatura, el cine o la publicidad les aportaron imágenes con las que identificarse. Al hacerlo, se convirtieron en criaturas buscadas a los ojos de la gente. Pero cuando ese espejo falla, la imagen cae y uno no sabe o no puede llenar el vacío con otra de la misma historia.
Martin Gaite cree que es necesario crear esta nueva narrativa, sin la cual la personalidad no se sostiene. Tanto es así que advierte a las feministas de los años 70 sobre su importancia. Según el autor, no habrá emancipación si no está arraigada en un proceso íntimo de elaboración subjetiva.
De la devastación al diálogo
Para ello es necesario saber contar una historia, contar tu mundo con cariño, paciencia y palabras mordaces. Ésa es la revelación de Neverending Tale (1983), un ensayo que describe la relación entre el amor y la narrativa y cuestiona la posibilidad de una ficción amorosa que no conduzca a la devastación emocional.
Martín Gaite afirma que somos creados en la mirada y las historias de nuestra madre. Posteriormente empezamos a formarnos como cuentacuentos para sorprender a los adultos con nuestras propias historias. El deseo de repetir ese sentimiento de reconocimiento nos lanza luego a una aventura amorosa: buscamos “nuestro ‘yo’ que se refleja en los ojos del otro”.
Sin embargo, esta persecución es el problema en sí: queremos afirmarnos en la persona que amamos, por eso la ocultamos con nuestros propios deseos, heridas y fantasías. Superponemos nuestra historia a la suya.
Más bien, sería preferible que la relación se basara en un diálogo cuidadoso para evitar estas proyecciones. Pero Martín Gaite no cree demasiado en esa posibilidad: “Para ser honesto, es muy difícil para mí. Y, sin embargo, él no quiere terminar de tirar. Por eso lo inventa en sus novelas y confía en el futuro”.
toma las riendas
Por supuesto, esta apuesta por el futuro no dará frutos si no nos comprometemos con la tarea: la transición del cuento de Cenicienta al cuento del Gato con Botas. Será necesario que actúes como el felino protagonista, que inventa una ficción para construir su libertad. Así es como se deshace de lo que otros dicen que es o no es: contando su propia historia tan bien que él y los demás tienen que creerla.
Para Martin Gaite, no habrá camino para otras historias de amor -por si queremos inventarlas- si las mujeres no toman las riendas de sus historias interiores.
Actualmente, la abundante cosecha narrativa de los novelistas es una investigación en esta línea. Autoras como Sara Mesa, Elisa Victoria o Andrea Abreu, entre otras, cuentan la historia de sus protagonistas. El tiempo dirá si inventar, de todas, ficción romántica inédita.
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