La gastronomía local fortalece la singularidad del lugar y la región.

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
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Si el paisaje, la historia o la cultura ayudan a crear vínculos de apego y pertenencia a un determinado espacio geográfico (país, región o ciudad), los productos y tradiciones gastronómicas también aportan un “sentido de lugar”.

Además, para los visitantes, la gastronomía representa un valor añadido a la experiencia de viaje y, dependiendo de su atractivo, puede jugar un papel clave tanto en el desarrollo turístico y económico como en el desarrollo ecológico y social del lugar.

El uso de cadenas cortas de suministro de alimentos (cooperativas agrícolas regionales, granjas) valora la singularidad local. Además, promueve un impacto ambiental y socioeconómico positivo en el desarrollo debido a la relación directa entre productores y consumidores.

La gastronomía surgió así como una herramienta para la protección y promoción de la singularidad de los lugares, las personas y sus prácticas. Además, puede ser un elemento clave en la experiencia turística y la competitividad de los destinos.

En este contexto, existen diversos casos de valorización regional a través de la gastronomía gracias a la participación de agentes públicos y privados.

patatas altas

La historia del éxito es la historia de la carta de triunfo, la patata de alta montaña; En concreto, del Valle de Camprodón, una pequeña comarca del norte de Cataluña con unos 5.000 habitantes.

Allí se produce esta variedad de patata Kennebec, que se suponía iba a desaparecer. Sin embargo, con la participación de fabricantes, restauradores y administración pública, la baza se revalorizó.

Los productores acordaron un precio de venta único, los restauradores acordaron marcar (cada año) la campaña gastronómica de Trump, y se puso en marcha el proyecto educativo “Ens Mengem Les Valls” (“Nos comemos el valle”) en un colegio público de la zona para promover la comida sana, de calidad y de proximidad.

Todas estas acciones promueven vínculos sociales y culturales entre productores, consumidores y restaurantes de la zona.

Avellana y chocolate

Otro caso interesante es el de Brugnoli Hazelnut, una comarca del noreste de Cataluña, en la provincia de Girona. En 2016, con el objetivo de proteger el conocimiento de la avellana local y promover su comercialización, varios productores fundaron la Associacio Avellana de Bruniola y Comarques Gironines.

Dos años después, los cinco decidieron fundar una empresa para consolidar la producción y comercialización de avellanas en esta zona. En un principio alquilaron un espacio en el centro de innovación en gastronomía industrial, con el fin de abrir su propio taller en 2022.

De su propia cosecha elaboran avellanas tostadas, avellanas con chocolate y crema de avellanas al cacao, entre otros productos, que venden directamente al consumidor final a través de su tienda virtual y diversos puntos de venta locales de la región.

Sin cambiar de generación

Sin embargo, también hay casos en los que el futuro no es tan prometedor. Es el caso de Oris (Barcelona), un municipio de 27,33 km² y 355 habitantes en el centro de Cataluña, que cada año celebra el mercado de la patata Buffet d’Oris, un producto local que está en riesgo porque no está asegurado el relevo generacional de sus productores.

Ante esta realidad, actores públicos y la sociedad civil han diversificado el mercado con actividades recreativas (concursos de pintura rápida, concursos de cocina, etc.), pero alejadas del objetivo principal del evento, que es la promoción y venta de papa nacional.

Restaurantes, embajadores de la cultura local

Los restaurantes pueden desempeñar un papel estratégico a la hora de hacer visible la riqueza culinaria de un lugar. Para ello, deben diseñar sus menús utilizando productos e ingredientes locales y conectarlos con la cultura, la historia, la naturaleza y la gente del lugar.

Al utilizar productos locales, también ayudan a fortalecer las economías regionales e influir en los hábitos de gasto de sus clientes, haciéndolos más sostenibles.

Redes colaborativas

De los casos analizados podemos sacar dos conclusiones:

La relevancia de las redes de participación y cooperación entre todos los agentes públicos y privados para el éxito de las iniciativas locales de empoderamiento y emprendimiento.

La pérdida de productos agrícolas autóctonos como consecuencia de la despoblación, la falta de relevo generacional y el cambio climático, entre otros factores, tiene consecuencias no sólo para el sector primario, sino también para el sector turístico.

Déjame concluir

Quiero finalizar este artículo con un par de sugerencias para evitar la desaparición del sector primario. En primer lugar, además de las ayudas financieras y los subsidios, se podría considerar la adopción de un acuerdo marco sobre precios justos que garantice la competitividad de los productos nacionales frente a los importados. Y en segundo lugar, implementar programas de educación alimentaria para establecer conexiones entre las personas y los ciclos alimentarios naturales y así prevenir la demanda de productos fuera de temporada.


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