La nueva ola de industrialización amenaza el mar Mediterráneo

Periodista ANASTACIO ALEGRIA
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Con el pretexto de impulsar el crecimiento de la llamada economía azul y la lucha contra el cambio climático, determinados círculos políticos, económicos y académicos impulsan grandes proyectos industriales en el Mediterráneo que ponen en peligro hábitats de alto valor ambiental, socioeconómico y cultural.

La Costa Brava es un caso paradigmático: nuestro reciente estudio advierte que esta zona se enfrenta a una nueva ola de industrialización con graves influencias medioambientales y socioeconómicas. Estas transformaciones no sólo comprometen tipos y hábitats, sino también el riesgo de valores intangibles y personales asociados al paisaje, el patrimonio cultural y el disfrute estético y emocional del medio marino, así como la resiliencia de los ecosistemas para hacer frente al cambio climático.

Necesitamos una visión ecocéntrica de la planificación de las actividades en el mar, que les permita planificar y gestionar sin pérdida de valor e identidad de los territorios en los que se ubican.

La economía azul y los marinos protegidos

Los mares y océanos viven una nueva fase de industrialización, retrasada por sectores económicos en expansión, como las embarcaciones de recreo, los cruceros, las costas eólicas, los gasoductos, la desalinización, la minería submarina y la acuicultura.

El mar Mediterráneo es un claro ejemplo de esta “aceleración azul”, una carrera entre intereses económicos que compiten por alimentos, energía, agua, minerales y espacio. Para responder a estos desafíos, el concepto de economía azul fue presentado en la conferencia Río+20 de las Naciones Unidas.

En este contexto, las áreas protegidas de material marino (AMP) se han convertido en elementos clave de la biodiversidad de la UE, que busca proteger el 30% de los mares europeos hasta 2030. años, con el 10% bajo protección estricta. Las MPAS, además de la protección de tipos y hábitats, aseguran el mantenimiento de los ecosistemas y servicios marítimos, con sus valores culturales y estéticos, básicos para el beneficio y la cohesión social de comunidades coherentes.

Además, las AMP fortalecen el papel de la naturaleza para facilitar el cambio climático en diferentes escalas.

Crece la presión industrial sobre la diversidad biológica

Según nuestro estudio, la Costa Brava tiene el 44% de sus aguas territoriales protegidas. A lo que hay que sumar otras áreas de valor para la biodiversidad, como áreas importantes para la conservación de aves y biodiversidad (IBA), mamíferos marinos (ISA), perros marinos y aéreos (ISA), biodiversidad (KBA) y áreas especialmente protegidas de importancia para el Mediterráneo (SPAMI).

Molino de viento y barco en aguas del Mediterráneo cerca de la Costa Brava. Josep Lloret, CC BI-SA

Sin embargo, actividades como la pesca y la acuicultura, los proyectos recreativos y energéticos y los cruceros utilizan alta presión dentro y alrededor de áreas protegidas de las redes Natura 2000.

Mientras que la pesca profesional redujo su actividad a la mitad en el periodo 2000-2023, las desaladoras durante este periodo, durante este periodo, se espera que aumente drásticamente en el futuro, intensificándose en un futuro drástico y de calidad para Paraje Natural.

Y Lire también: ¿Cómo funcionan las plantas desaladoras y por qué hay más?

Impacto ambiental, social y paisajístico

La salud de la esclusa Costa del área protectora del puerto deportivo puede dificultar la influencia de la presión acumulada de las actividades industriales. Pueden influir, entre otras cosas, en la pérdida de diversidad biológica, la degradación del fondo marino, la propagación de especies invasoras o la contaminación, que no permitirían alcanzar el buen estado medioambiental esperado.

Estas actividades también crean importantes influencias sociales y culturales en las comunidades locales (costeras), que a menudo quedan excluidas del proceso de toma de decisiones que afectan a sus territorios. Estas comunidades han custodiado durante mucho tiempo los ecosistemas marinos, como lo demuestran en muchos lugares del mundo, utilizando los conocimientos de los antepasados ​​y manteniendo una relación socioambiental con su entorno necesaria para la conservación y el uso sostenible de los recursos.

En este contexto, la ecología política nos recuerda que las decisiones sobre el medio ambiente nunca son neutrales, sino que reflejan conflictos eléctricos. Bajo estos lentes, la economía azul, si no recuperamos el concepto para el que fue creada, con un discurso amigable que legitima proyectos industriales en el mar distribuyendo de manera desigual riesgos y beneficios sin el propósito de proteger la integridad ecológica del sistema.

Las grandes corporaciones obtienen ganancias, mientras que las comunidades locales soportan las influencias en sus paisajes, estilos de vida e identidad cultural. Tiene un impacto no sólo en la economía local, sino también en la salud y el bienestar de la comunidad costera en función de los servicios y recursos que proporciona el mar.

Desde la planificación territorial se diferencian tres visiones principales del paisaje marino:

Industrializado, que domina las ciudades, la pesca intensiva, el turismo de masas y las infraestructuras energéticas.

Enlatados, donde prevalecen los amplificadores.

El tercer modelo medio de convivencia entre conservación y actividades humanas, que es lo que hoy es un candado disfrazado.

Sin embargo, sin medidas restrictivas efectivas y sin un compromiso para lograr un buen estado ambiental (como objetivo final de la gestión del medio marino de acuerdo con las regulaciones aplicables), este equilibrio puede conducir a un paisaje completamente industrializado. Las consecuencias podrían ser irreversibles para la biodiversidad, la identidad cultural y los valores estéticos del territorio.

Conclusiones y recomendaciones

La expansión y concentración de actividades industriales, en o alrededor de zonas marítimas, es incompatible con sus objetivos de conservación. Por ello, es urgente aplicar el principio de precaución determinado por la Ley 41/2010 de protección del medio marino con altos valores ecológicos, paisajísticos y sociales, ya que pueden tener consecuencias irreversibles para sus ecosistemas marinos y comunidades locales.

Por este motivo, es necesario prohibir el desarrollo de nuevas actividades industriales dentro de zonas protegidas y limitarlo en otras áreas críticas para la biodiversidad marina (como IMMA, ISRA, IBA, KBA y ZepiM). Además, esta precaución debería ampliarse a las zonas vecinas, al menos en una franja de 10 kilómetros alrededor de estas zonas.

De esta manera, las actividades marítimas podrían ser ecológicamente sostenibles y compatibles con los modos de vida y la identidad de las comunidades costeras. Sólo así la economía azul podrá ser realmente sostenible y no transformarse en la “economía gris”, es decir, en un modelo extractivo que erosiona las bases ecológicas, socioeconómicas y culturales del Mediterráneo.


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