La paradoja del fútbol europeo: ahora hay más control financiero, pero también más desigualdad entre equipos

Periodista ANASTACIO ALEGRIA
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El fútbol europeo está experimentando una paradoja: cuanto más intenta controlarse para ser sostenible, más desigual se vuelve.

Ya lo vimos en 2021, cuando el fichaje de Leo Messi por el Paris Saint-Germain planteó una pregunta difícil de entender para muchos aficionados: ¿por qué el Barça, limitado por las reglas económicas de La Liga, podría retenerlo, mientras que el PSG, con pérdidas aún mayores, podría ficharlo?

Por tanto, el problema no estaba sólo en las cuentas sino también en cómo se aplicaban las reglas económicas. Aquella historia fue un claro ejemplo de las contradicciones del Fair Play Financiero (FFP): un modelo que la UEFA buscó frenar el despilfarro pero que acabó fortaleciendo la ventaja de los clubes más poderosos.

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Control bien intencionado pero ineficaz

La UEFA lanzó el FFP en 2011 para evitar que los clubes gastaran más de lo que ganaban. La regla de equilibrio obligaba a equilibrar los ingresos y los gastos, y la regla de no atrasos impedía a los morosos participar en competiciones europeas.

La intención era buena, pero los resultados modestos. En un estudio reciente, revisamos más de veinte estudios sobre el impacto del FFP en la economía de los clubes europeos. El resultado fue claro: el FFP mejoró la rentabilidad de los clubes, pero no su solvencia.

Es decir, algunos equipos lograron mostrar ganancias en sus cuentas, pero sin reducir la deuda ni garantizar la estabilidad a largo plazo. En muchos casos, los balances se equilibraron gracias a la venta de jugadores o a ingresos extraordinarios, no porque los clubes gestionaran mejor su actividad.

Los pequeños se adaptan y los grandes resisten

El FFP no afectó a todos por igual. En un artículo anterior, publicado en 2023, comprobamos que los clubes pequeños mejoraron su situación y consiguieron aumentar su rentabilidad, y los clubes medianos mejoraron sus niveles de endeudamiento.

Sin embargo, los grandes clubes apenas cambiaron su comportamiento. Su tamaño y capacidad para generar ingresos a través de patrocinios internacionales o derechos de televisión les permitieron cumplir con las reglas sin cambiar de estrategia. El resultado fue paradójico: las reglas diseñadas para igualar terminaron consolidando la distancia mutua.

Para corregir estos desequilibrios, la UEFA aprobó en 2022 el Reglamento de Sostenibilidad Financiera (FSR), que entró en vigor en 2024. La principal novedad es el tope del 70% a los gastos de los jugadores, incluidos salarios, fichajes y comisiones. Este nuevo sistema exige que los clubes gestionen sus recursos con mayor sensatez y que la competencia sea más equilibrada.

¿Control o flexibilidad?

Comparamos los modelos de gestión de las dos grandes ligas europeas: la española, con control previo y tope salarial, y la inglesa, más flexible y basada en revisiones de pérdidas. Los resultados muestran que cuando hay una normativa más estricta (como en España) los clubes consiguen aumentar la rentabilidad y reducir el endeudamiento, sobre todo si son clubes pequeños o medianos.

Esto hace que el caso Messi-PSG sea mucho más comprensible. Como hemos visto, en España los clubes tienen un límite de gasto en jugadores por encima de sus ingresos. Sin embargo, en Inglaterra, Francia o competiciones de la UEFA, podrían comprar, incluso si sufrieran pérdidas, si su propietario tuviera los medios económicos para soportar esas pérdidas.

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Esto explica por qué los llamados “clubes estatales”, como el PSG o el Manchester City, pueden seguir invirtiendo grandes sumas sin infringir formalmente las normas. Mientras tanto, los clubes con estructuras más tradicionales, como el Barça o el Atlético, tienen que adaptarse a límites mucho más estrictos.

El resultado es un sistema que aplica la disciplina de manera desigual: los equipos más humildes deben mantener el equilibrio para cumplir, mientras que los más poderosos apenas notan los límites.

Así que el juego limpio financiero terminó siendo más financiero que justo.

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¿Hacia un verdadero juego limpio?

En definitiva, la nueva normativa de la UEFA es un paso en la dirección correcta, pero su eficacia dependerá de si se aplica con el mismo rigor a todos los clubes. Limitar el gasto al 70% de los ingresos será de poca utilidad si algunos pueden aumentar sus cifras de patrocinio o depender de ayuda encubierta.

El verdadero juego limpio financiero debería garantizar que los equipos compitan con los recursos que realmente generan. Sólo así se podrá evitar que la desigualdad económica se traduzca en desigualdad deportiva.

Después de más de una década de investigación, la lección es clara: el Fair Play financiero ha ayudado a limpiar las cuentas del fútbol europeo, pero no a equilibrarlas. El nuevo modelo puede hacerlo mejor, siempre y cuando el estándar no varíe en función del color de la camiseta.


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