Cien años después del nacimiento de Carmen Martín Gaita, La trastienda destaca como uno de los títulos más singulares de la ficción española del siglo XX. La novela convierte una noche de insomnio en una impecable exploración de la memoria, la identidad y la imaginación.
La prosa del escritor salmantino brilla en esta obra por la originalidad de su arquitectura literaria: un acto de escritura híbrido, lúdico y profundamente consciente.
Su combinación única de espontaneidad y rigor estilístico explica por qué la obra sigue viva hoy en día. Ágil y cercana, sabe seguir nuestras preguntas sobre quiénes somos y cómo hablamos de lo vivido.
La ‘Trastienda’ o el mapa de su autor
Ganadora del Premio Nacional de Ficción en 1978, The Back Room comienza en una noche de insomnio, cuando el narrador recibe inesperadamente la visita de una figura vestida de negro.
Ese “hombre de negro” no es sólo un recurso argumental: funciona como un catalizador de una poderosa cadena de recuerdos que nos permiten cruzar el umbral de la identidad, el pasado personal y el acto mismo de contar historias. Gracias a este personaje, Carmen (protagonista, autora y narradora) inicia un análisis en el que mira hacia atrás e intenta comprenderse a sí misma a partir de su historia.
Un libro de memorias, un relato fantástico, un ensayo sobre una profesión o una reflexión metaliteraria, pocas novelas resumen tan fielmente los hilos de la poética de Martin Gaité: la memoria como forma de conocimiento, la conversación como arquitectura narrativa y la subjetividad femenina como centro legítimo de la ficción.
Íntima, laboratorio literario
The Last Room marcará el punto de mayor experimentación y madurez en la obra de Martin Gaite. En sus páginas, el escritor da cuenta de lo que se sintió en Retahilas o Fragmentos del interior: una mezcla de géneros, una voz que habla consigo misma, una arquitectura nocturna en la que el pensamiento fluye sin jerarquías.
La obra trasciende todas las etiquetas. No es un recuerdo, pero tampoco es pura ficción; No es un ensayo y, sin embargo, piensa con esa libertad; No es un diario personal, aunque rezuma intimidad. En el panorama literario marcado por el realismo y la épica social, Martín Gaite llegó como portador de otra luz: una literatura de matices, introspección y profundidad psicológica cegadora.
Retrato a lápiz de Carmen Martín Gaita a los 65 años. Alexandropociello/Wikimedia Commons, CC BI-SA
La novela convirtió lo doméstico en territorio literario, un poco en revelación e íntimamente en una forma de verdad. The Last Room es su texto más libre, pero también el más preciso. Un laboratorio narrativo donde la experiencia y la imaginación se unen para producir una obra inimitable.
La propia autora lo expresó claramente en una entrevista: “Mientras vives, acumulas material narrativo. La vida es una especie de serie de historias”. La arquitectura fragmentaria de la novela está respaldada por esta creencia.
Porque Carmen Martín Gaite renovó la novela española sin representaciones vanguardistas. Fue una de las primeras escritoras españolas capaces de experimentar sin estridencias, con una audacia silenciosa que abrió caminos inimaginables para las generaciones posteriores. Esto no surgió de un deseo de ruptura, sino de la búsqueda de una formulación que reflejara claramente su experiencia interior. Desde allí pudo reconocer lo ajeno y dialogar con ello, abrazando las tradiciones europeas sin perder la voz.
La escritura de mujeres como forma de revelación.
En The Back Room, la voz de una mujer es la atmósfera. Fluye a través del libro como una corriente cálida que se materializa en la manera de ver y recordar, convirtiendo la rutina en materia radiante.
Martin Gaite escribe desde un lugar privado, donde un detalle doméstico -una caja de hojalata, una fotografía perdida, un perfume- puede revelar lo esencial. Para ella, lo cotidiano contiene una forma de ver que conecta la genealogía europea de escritoras (Virginia Woolf, Katherine Mansfield) que hicieron de la intimidad su laboratorio literario. Al igual que Woolf, se dio cuenta desde el principio de que la imaginación y la voz femenina necesitaban “una habitación propia”.
Pero el libro también recuperó la herencia literaria de la Europa de entreguerras. La ironía introspectiva de Italo Svevo, el juego de identidad de Luigi Pirandello, el monólogo serpenteante de James Joyce y la ligereza meditativa de Natalia Ginzburg encuentran arte en su trabajo sin perder su propio acento.
Esta capacidad de acoger lo extranjero y convertirlo en una manera española de mirar el mundo es una de sus mayores aportaciones.
Literatura atemporal
Quizás se cumplan cien años del nacimiento de Martín Gaité, pero el tiempo no pasa por sus obras.
Su prosa tiene claridad y profundidad. En sus páginas, la memoria es un ser vivo; la intimidad, una forma de inteligencia, y la conversación, una forma de pensar. Sus personajes no quieren conquistar el mundo; quieren entenderlo, sobrevivirlo, reinventarlo. Y en esa búsqueda, el lector llega a reconocerse a sí mismo.
Por eso sus novelas no envejecen. Porque hablan desde un lugar que sigue siendo muy nuestro, ese espacio íntimo donde cada vida guarda su misterio.
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