Las constantes provocaciones rusas ponen a Europa contra las cuerdas

Periodista ANASTACIO ALEGRIA
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Las escenas se han vuelto tristemente familiares: tanques rusos entrando en Georgia en 2008, la ocupación de Crimea en 2014, la invasión de Ucrania en 2022, aviones de combate rusos violando el espacio aéreo europeo y, ahora, misteriosos drones que cierran aeropuertos en toda Europa.

Si bien estos avances pueden parecer no relacionados, en realidad son sólo capítulos de una estrategia única, enfocada y en evolución. El objetivo de Rusia es ejercer poder militar cuando sea necesario, emplear tácticas de guerra de “zona gris” cuando sea posible y aplicar presión política en todas partes. Moscú ha estado haciendo todo esto durante décadas con un objetivo: rediseñar el mapa de seguridad de Europa sin provocar una guerra directa con la OTAN.

El objetivo no es improvisado ni ambiguo y es esencialmente irredentista. Busca revertir la expansión de la OTAN posterior a la Guerra Fría y reafirmar la esfera de influencia de Rusia en Europa.

Fue este enfoque único el que guió las acciones de Rusia en el período previo a su invasión de Ucrania. En diciembre de 2021, Moscú exigió que la OTAN impidiera que Ucrania y Georgia se unieran a la alianza y retirara sus fuerzas a sus posiciones de mayo de 1997, donde se encontraban antes de que los antiguos estados soviéticos de Europa del Este se unieran a la organización.

Esta no fue una maniobra diplomática antes de una invasión terrestre en febrero de 2022, sino un fin en sí mismo. Desde la perspectiva del Kremlin, la expansión de la OTAN es a la vez una humillación y una amenaza existencial, y debe detenerse a toda costa.

Juego de herramientas de presión

Las acciones de Rusia pueden interpretarse de diferentes maneras: como una demostración de fuerza, como una ventaja o como una presión diplomática. De hecho, todas estas etiquetas son correctas, pero Rusia las utiliza juntas para desdibujar las líneas típicas entre diplomacia, acción militar y propaganda interna. Podemos dividir la “caja de herramientas” bajo la presión de Moscú en diferentes tipos de acciones.

La persistencia al borde del diálogo forzado: La escalada militar, desde la acumulación de tropas hasta la invasión de la propia Ucrania, está creando crisis que obligan a Occidente a prestar atención. Rusia fabrica emergencias para ganar influencia en las negociaciones, como lo hizo con éxito durante la Guerra Fría y, más recientemente, en Georgia en 2008 y en Ucrania desde 2014.

Sondeando la zona gris: los ataques con drones y aviones sobre Alemania, Estonia, Dinamarca y Noruega son pruebas deliberadas de las capacidades de detección y respuesta de la OTAN. También cumplen el propósito más práctico de recopilar información sobre la cobertura y preparación del radar sin involucrarse en hostilidades abiertas.

Presión híbrida sobre los aliados más pequeños de la OTAN: los ataques cibernéticos y las interrupciones energéticas en varios estados miembros de la UE están diseñados para poner a prueba la solidaridad de la alianza. Moscú señala a Estados más pequeños y débiles para alimentar el resentimiento y la sospecha dentro de la OTAN.

Teatro Nacional: Para Putin, enfrentarse a Occidente le da una buena imagen en su país. Como afirmó recientemente Dmitry Medvedev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, “Europa tiene miedo de su propia guerra”. Para el Kremlin, ese miedo refuerza la narrativa de que Rusia es una fuerza poderosa y Occidente está indeciso.

El uso de estas herramientas por parte de Rusia no es nuevo, sino que se basa en estrategias perfeccionadas desde el colapso de la Unión Soviética. Desde Transnistria hasta Abjasia, Osetia del Sur y Donbass, Moscú está librando guerras “no resueltas” que excluyen a los estados de la OTAN y la UE, preservando la influencia rusa indefinidamente.

A lira aussi: Misiles, drones y sabotaje: cómo Rusia intensifica su ofensiva ‘silenciosa’ en Europa

“Prueba permanente” rusa

Hoy en día, la estrategia del Kremlin favorece cada vez más los medios híbridos (drones, ciberataques, desinformación y chantaje energético) por encima de la guerra. No se trata de provocaciones aleatorias, sino de una campaña coherente de pruebas.

Cada incursión y cada ataque tienen una finalidad de diagnóstico: ¿podrá Europa detectarlos? ¿Pueden coordinar una respuesta conjunta? ¿Puedes implementar esta respuesta de forma rápida y eficiente?

Como han reconocido las autoridades belgas tras una reciente serie de avistamientos de drones, el continente necesita “actuar más rápido” para construir un sistema de defensa aérea. Cualquier reconocimiento de este tipo refuerza la creencia de Moscú de que Europa no está preparada y está dividida.

Y más: Rusia obliga a Europa a prepararse para la amenaza de los drones

En Rusia, estos momentos han sido recopilados en videos propagandísticos para la televisión estatal, en los que los expertos se burlan de la “debilidad” europea y presentan el caos en el continente como confirmación de la postura belicosa del Kremlin. Esta crisis fabricada es a su vez la última aplicación de una estrategia bien afinada.

En lo que respecta a Occidente, el objetivo es el desgaste, no la conquista: una “prueba sostenida” diseñada para agotar los recursos y la unidad mediante una presión sostenida de bajo nivel.

¿Qué será lo siguiente?

Las crecientes provocaciones de Rusia hacia la OTAN y Europa no pueden seguir siendo el status quo. Tal como están las cosas, hay tres escenarios posibles que podrían llevarnos a:

Una nueva confrontación a largo plazo: Este es el resultado más probable, ya que la OTAN no puede ceder a las demandas básicas de Rusia sin socavar sus principios fundamentales. El conflicto probablemente tomaría la forma de un conflicto prolongado: más tropas en el flanco oriental de la alianza, mayores presupuestos de defensa y una nueva Cortina de Hierro en toda Europa.

“Finlandización” de Ucrania: Un resultado posible, aunque volátil, podría ser que Ucrania se vea obligada a adoptar un estatus neutral, renunciando a ser miembro de la OTAN a cambio de garantías, como lo hizo Finlandia durante la Guerra Fría. Desde la perspectiva de Occidente, esto recompensaría la agresión de Moscú y fortalecería su veto sobre la soberanía de sus vecinos.

Escalada debido a errores de juicio: en un entorno de tensión creciente, incluso un incidente menor (el derribo de un dron, un ataque cibernético que salió mal) podría convertirse en una confrontación más amplia. Una guerra total entre la OTAN y Rusia sigue siendo improbable, pero ya no es impensable.

El imperativo europeo: la resiliencia

El enfoque del Kremlin se basa en la fragmentación; La respuesta de Europa debe ser la cohesión. Esto significa desarrollar ciertas habilidades:

Defensa aérea y antimisiles integrada: construye un verdadero escudo continental, cerrando brechas que podrían ser explotadas por drones y sistemas hipersónicos.

Defensa híbrida colectiva: trate los ciberataques o las incursiones con drones como desafíos para toda la alianza. Un mecanismo de respuesta único y preacordado de la OTAN evitaría que Moscú aísle a sus miembros.

Autonomía tecnológica y política: inversión en la industria de defensa europea, independencia de las fuentes de energía renovables y cadenas de suministro resilientes. La seguridad ahora comienza con la confianza, especialmente ante el menguante apoyo estadounidense.

Disuasión a través de la diplomacia: Europa debe combinar una disuasión militar creíble con un compromiso pragmático, garantizando que los canales de comunicación permanezcan abiertos para evitar una escalada.

La estrategia de Rusia no es reactiva, es estructural. El Kremlin está tratando de lograr que Occidente acepte el nuevo orden de seguridad mediante una combinación de coerción, encuestas y pruebas constantes. Las herramientas pueden variar –desde tanques hasta drones, desde invasiones abiertas hasta guerras híbridas de desgaste–, pero el objetivo sigue siendo el mismo: socavar la unidad europea y restaurar la esfera de influencia que Rusia perdió en 1991.

El desafío de Europa es igualmente claro. Debe resistir la fatiga de una crisis interminable y demostrar que la resiliencia, no el miedo, es lo que define el futuro del continente.

Las provocaciones de Moscú continuarán hasta que los costos sean demasiado altos. Sólo una Europa unida y preparada puede lograrlo.


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