Libros para ‘niñas’ y libros para ‘niños’: ¿tiene sentido esta división?

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
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La Navidad está a la vuelta de la esquina y muchos abrimos el buscador en busca del regalo ideal. Simplemente escriba “juguetes para niños” y “juguetes para niñas” para que el algoritmo haga su magia: automóviles, juguetes de construcción y acción para ellos, y cocinas, muñecas y juguetes de fantasía para ellos.

Esta escena también se repite en las campañas publicitarias navideñas: las niñas protagonizan anuncios de muñecas y los niños aparecen en anuncios de vehículos y construcción.

Pero ¿quién dice, y por qué, que una muñeca o una cocina de juguete sólo pueden interesarle a una niña, o que un coche o una construcción sólo pueden interesarle a un niño? ¿Y qué pasa con los libros infantiles? Desde edades tempranas, los adultos pueden transmitir sin darse cuenta mensajes estereotipados sobre lo que supuestamente “encaja” en cada género. Pero también podemos intentar evitarlo.

Estereotipos en la escuela

Cuando llegan a la escuela, los estereotipos se expresan de otras maneras. Pequeñas diferencias en la forma en que los profesores guían o alientan a sus alumnos pueden hacer que los niños se distancien de la lectura o la escritura y que las niñas pierdan interés en las matemáticas y la tecnología. A menudo se refuerzan diferentes expectativas: mientras que a los hombres se les anima a imaginarse a sí mismos como científicos, a las mujeres se les suele elogiar por sus habilidades de escritura.

Estas señales, a veces imperceptibles, influyen en lo que los propios estudiantes creen que “les debería gustar” y en lo que piensan sobre sus propias capacidades.

Leer es “cosa de chicas”

En el ámbito social y educativo existe la percepción, sustentada en datos, de que las niñas tienen mejores resultados en lengua, literatura y materias relacionadas con las habilidades comunicativas y comprensión lectora; De ahí que en algunos ámbitos se pueda instaurar la idea de que “la lectura es para niñas”.

¿Pero los niños son peores en el lenguaje? ¿O estas diferencias se consolidan desde la infancia dentro de un sistema educativo que, a veces sin querer, refuerza expectativas diferentes? Es cierto que estas carencias finalmente se reflejan en hábitos y resultados académicos: los niños acaban leyendo menos y obteniendo peores resultados. En el promedio de la OCDE-18, hay países donde las niñas superan a los niños hasta en 10 puntos en comprensión lectora.

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Y cuanto menos leen, más se convencen de que no les gusta o no son buenos en ello. Las niñas, por otra parte, tienden a mantener un gran interés por la lectura incluso sin un apoyo especial. Esa es una buena noticia, pero también refuerza la idea de que la lectura es “para niñas”, lo que termina limitando a unas y engañando a otras.

¿Existen “libros para niños”?

Para incentivar a los niños a leer es habitual ofrecerles cómics, manuales de videojuegos o libros de no ficción. La intención es positiva, pero detrás hay una idea discutible: que los niños no deben elegir solos la fantasía o la poesía, porque “las niñas leen eso”.

La poesía es un claro ejemplo. A menudo se asocia con la ternura o el amor, emociones que la masculinidad tradicional suele evitar. Por eso, cuando trabaja en poesía con niños, a menudo se centra en la fuerza, los héroes o el coraje. Sin querer, se perpetúan los mismos estereotipos que intentamos romper: ¿por qué a un niño no le interesaría una historia de amor, o emociones como la ternura?

Cuando un niño rompe la norma

Cuando un niño elige lo que sus compañeros y la sociedad en general consideran un “libro de niñas”, es posible que se hagan comentarios burlones o incluso insultos homofóbicos.

Este control no proviene de la autoridad de los adultos, sino de sus pares. Esto es lo que algunas investigaciones llaman vigilancia de la masculinidad, un tipo de vigilancia informal que garantiza que nadie se desvíe del guión de lo que “un hombre debería ser”. Curiosamente, esta presión social suele ser más intensa para los niños que para las niñas.

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Ahora bien, no todos los niños lo viven de la misma manera. Los considerados “populares” suelen tener un margen mayor. Si el grupo ya los percibe como muy masculinos, pueden romper algunas reglas sin que nadie cuestione su identidad. Parece una masculinidad más abierta, pero es una versión “reempaquetada” donde sólo los más respetados pueden darse el lujo de desafiar las reglas.

Los niños también quieren ser princesas

Los libros pueden reforzar los estereotipos… o romperlos. Todo depende de cómo se utilicen. La literatura crea espacios donde los niños pueden imaginar, hacer preguntas y explorar quiénes quieren ser.

Un ejemplo es el libro My Princess Boy, que trata sobre un niño al que le gustan los vestidos y las coronas brillantes. Muchos adultos pensarían que este libro no tiene interés para los niños, pero un investigador lo ha utilizado en lectura guiada con resultados muy variados.

Durante la sesión, los niños escucharon, miraron las ilustraciones y empezaron a hacer preguntas. Hablaron de ropa, gustos y de lo que significaba ser niño o niña. Algunos, que al principio se rieron o se avergonzaron, finalmente dijeron que cualquiera puede vestirse como quiera.

Lo valioso no fue sólo el mensaje final, sino también el camino recorrido. El libro abrió un espacio seguro para pensar sin miedo, para traducir palabras en emociones tranquilas y para cuestionar ideas que parecían intocables.

Actividades similares, como el juego de roles guiado, demuestran algo similar. En un clima seguro, muchos niños se atreven a expresarse como realmente quieren, sin miedo al ridículo. No sólo amplían tu forma de jugar; También desarrollan valores relacionados con la igualdad y los derechos LGTBIK+ desde la infancia.

Regala algo más que un juguete

Los estereotipos no desaparecen por sí solos. Se transmiten a través de juguetes, libros y pequeños gestos cotidianos. Pero también pueden transformarse mediante decisiones conscientes.

Las vacaciones de Navidad son una buena oportunidad para ello. Los regalos no son sólo divertidos: también dicen algo sobre lo que esperamos de quienes los reciben. Por eso, elegir un libro o juguete sin etiquetas es una manera de hacerles saber que sus gustos son importantes y que no tienen por qué encajar en moldes rígidos.


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