¿Qué hace que un joven considere convertirse en soldado profesional? En una era de cambios de empleo y empleos flexibles, uno podría esperar que la respuesta a esta pregunta estuviera ligada a factores como la estabilidad salarial o los beneficios en el trabajo. Pero un análisis de dos décadas de investigación en España (1997-2017) muestra una realidad más compleja.
Los jóvenes se sienten atraídos por el ejército principalmente por valores altruistas, identificación con la profesión y prestigio institucional, no por razones económicas. Ni siquiera las crisis financieras aumentaron significativamente el interés por razones materiales.
Un gran cambio silencioso de las Fuerzas Armadas
Para entender este fenómeno, primero debemos contextualizar la transformación del ejército español. Luego de la dictadura, la profesionalización del ejército (1996-2008) implicó cambios profundos que se pueden comprobar en los siguientes aspectos:
La transición de un soldado “héroe” a un soldado gestor de la paz. Así, las misiones de guerra dieron paso a las operaciones humanitarias y de seguridad internacional.
Revolución de género. España ha superado la media de la OTAN en inclusión de mujeres en las Fuerzas Armadas, aunque persisten retos en materia de igualdad de género.
La modernización chocó con restricciones presupuestarias que afectaron las condiciones laborales.
A pesar de estos cambios, el estudio mencionado muestra que la imagen social de las Fuerzas Armadas apenas ha actualizado los motivos de reclutamiento. Los jóvenes todavía perciben la profesión a través de lentes más tradicionales de lo que cabría esperar.
Al analizar las encuestas sobre la defensa nacional y las fuerzas armadas realizadas en España por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) entre 1997 y 2017, esta investigación encontró algunos patrones inusuales:
Altruismo activo: la voluntad de defender voluntariamente a España es el factor más importante. Los jóvenes que se considerarían soldados profesionales muestran un 40% más de disposición a servir a España que el resto.
Fascinación por los asuntos militares: el interés por los temas militares (conversaciones, seguimiento de información) es otro motor. Quienes exhiben esta curiosidad tienen 2,5 veces más probabilidades de considerar una carrera militar. Sin embargo, cuestiones relacionadas con la vida militar, como la disciplina o el uso de uniformes, no tienen importancia en términos de interés militar.
Prestigio institucional: una evaluación positiva del ejército como institución triplica su influencia en relación con factores como el salario o la estabilidad. Hay aquí un matiz clave: no se trata de admiración por los símbolos (bandera o himno), sino de confianza en su función social.
Mitos, desmentidos por los datos
Lo anterior confirma el hecho de rechazar algunos mitos previos.
Mito 1. “En una crisis, el ejército atrae seguridad laboral”: falso. Los incentivos económicos como, por ejemplo, un salario digno o la posibilidad de ascender, se valoran en general, pero no distinguen a quienes realmente están considerando una carrera. Incluso en el período comprendido entre 2009 y 2013, cuando la crisis económica fue más severa, estos factores no ganaron peso.
Mito 2. “Los jóvenes buscan aventuras”: parcialmente incorrecto. Viajar o practicar deportes extremos casi no tiene ningún efecto. Sólo el 15% de los potenciales candidatos menciona estos aspectos. Lo que importa es el trabajo en sí, no sus “beneficios colaterales”.
Mito 3. “La familia militar es decisiva”: verdad a medias. Tener un familiar en las Fuerzas Armadas aumenta la predisposición, pero su influencia es menor que el altruismo o la valoración institucional. Además, este factor se ha mantenido estable desde 1997.
Comprender estas motivaciones tiene implicaciones prácticas cuando se trata, por ejemplo, de reclutamiento inteligente, es decir, abordar campañas centradas en salarios o beneficios es ineficaz. Los mensajes de servicio a la sociedad y profesionalidad funcionan mejor. También en términos de gestión del talento –retener tropas requiere fortalecer la camaradería y el sentido de misión, no solo mejorar los salarios– y el diálogo cívico-militar –los ciudadanos valoran a los militares más como garantes de la paz (66% en 2017) que como fuerzas de guerra. Esto refleja la imagen de las Fuerzas Armadas.
¿Soldados del futuro?
Los datos hasta 2017 no incluyen los impactos recientes (pandemia, guerra en Ucrania), pero proporcionan pistas clave como la resistencia a los valores: a pesar de los cambios sociales, el núcleo duro de la vocación militar todavía existe; una brecha generacional (los jóvenes prefieren el servicio concreto a los símbolos abstractos) y una visión de un futuro prometedor.
En tiempos de empleo inestable, la paradoja militar española ofrece una lección: cuando el trabajo tiene un significado trascendente, los incentivos económicos pasan a un segundo plano. Quizás esta sea la razón por la que, mientras otros sectores luchan por retener el talento, el ejército continúa encontrando jóvenes listos para servir.
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