Los niños deciden cada vez más los gastos familiares, pero sin saber cuánto ganan sus padres

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
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Los niños participan cada vez más en las decisiones de gasto del hogar: tienen voz y voto sobre dónde ir de vacaciones, qué tecnología comprar en casa o incluso qué productos de cuidado personal entran en el hogar. Sin embargo, la mayoría desconoce el presupuesto familiar. Dos elementos que se mueven en direcciones opuestas: más poder de toma de decisiones, pero menos información para entender lo que implican esas decisiones.

Ésta es una de las conclusiones más llamativas del proyecto MARK&TEEN, una investigación que llevamos a cabo en la Universidad de Villanueva con el apoyo de la Fundación BBVA. Se encuestó a 1.088 adolescentes de entre 12 y 17 años y uno de sus padres (un total de 2.176 personas de toda España) con el fin de analizar el fenómeno del consumo familiar desde dos perspectivas: la de los jóvenes y la de los adultos.

Lo que sienten los niños y lo que creen los padres

Cuando se pregunta a los adolescentes sobre su participación en las decisiones familiares, el panorama que describen es de presencia activa, aunque no siempre decisiva. La mitad dice que todo el mundo elige vacaciones, y el 5,4% cree que su opinión tuvo más peso en esa elección. En las decisiones sobre electrodomésticos el porcentaje de participación conjunta desciende hasta el 35%, y en decoración o mobiliario hasta el 25%. Es decir, los adolescentes participan en la conversación, pero no siempre sienten que ellos determinan el resultado.

Esa percepción cambia cuando se trata de decisiones sobre ellos mismos. En ropa, tecnología personal, productos de cuidado corporal u ocio, alrededor del 50% de los adolescentes dicen ser los principales tomadores de decisiones. Aquí la voz de los jóvenes se percibe como autónoma, como parte de la construcción de su identidad y su forma de estar en el mundo.

Incluso más allá de su propio consumo, los adolescentes describen una esfera de influencia hacia sus padres. Un 10% dice intervenir en la elección de ropa de adulto, un 20% en sus planes de ocio y hasta un 29% en decisiones relacionadas con productos de higiene y cuidado personal.

Desde una perspectiva adulta, el panorama es aún más participativo. Seis de cada diez padres piensa que las decisiones sobre vacaciones, decoración o servicios compartidos como las plataformas de streaming se toman de forma democrática. En cuanto al consumo propio, uno de cada cuatro admite que sus hijos participan, y casi un 30% reconoce que cuando se trata de productos dirigidos a adolescentes, la decisión la toman preferentemente ellos.

Los datos muestran familias que se imaginan como espacios de diálogo, donde la participación de los jóvenes no sólo es aceptada, sino también valorada. Pero también revelan un matiz importante: los padres tienden a percibir más democracia que los propios adolescentes.

Participan en la decisión, pero sin toda la información

La autonomía de consumo de los adolescentes no se extiende sólo a la elección de productos: también se refleja en su actitud cotidiana hacia el dinero. Casi el 65 por ciento de los menores afirman que lo hacen con frecuencia y, en la mayoría de los casos (85 por ciento), las cantidades pueden ascender a 100 euros al mes, algo que padres e hijos reconocen accidentalmente. Además, casi seis de cada diez tienen una cuenta bancaria a su propio nombre, y el 18% puede depositar o retirar dinero de forma independiente. Uno de cada cuatro incluso dispone de una tarjeta con capacidad adquisitiva. Esto quiere decir que estamos ante jóvenes que no sólo consumen, sino que gestionan y gestionan a diario recursos reales.

Sin embargo, cuando trasladamos la conversación a la economía familiar, el panorama cambia. El 68% de los adolescentes no sabe cuánto ganan sus padres. Esta falta de información no es anecdótica: sumado a otro dato significativo, el 86% nunca ha recibido educación financiera.

En términos prácticos, aprenden a tomar decisiones de consumo sin conocer las limitaciones económicas reales que las sustentan. Quizás les sugieran cambiar su destino de vacaciones, suscribirse a una nueva aplicación de streaming o instalar un nuevo producto de aseo, pero desconocen el esfuerzo material o simbólico que implica asumir ese gasto dentro de las necesidades familiares.

Lo que pasa es una falta de contexto. Parece evidente que hablar de dinero sigue siendo, incluso en los hogares dialogados, un espacio reservado al mundo de los adultos.

Participación sí, pero con pensamiento compartido

En este contexto, el desafío no es detener la autonomía adolescente ni regresar a modelos jerárquicos. La clave es acompañar esta participación con información. Si los adolescentes están presentes en la toma de decisiones, también deben conocer el contexto y comprender lo que implica la decisión. La educación del consumidor no se trata sólo de comprar, sino también de ayudarnos a pensar qué necesitamos, qué queremos, qué podemos permitirnos y qué significado tiene en lo que hacemos con el dinero que circula en la familia.

La democratización del gasto familiar es una oportunidad excepcional para formar ciudadanos conscientes, capaces de tomar decisiones informadas y responsables. Los adolescentes ya están en la mesa de toma de decisiones. Lo que falta, en muchos casos, es que ellos también formen parte de la conversación sobre límites, prioridades y valores. Consumir es elegir, y elegir siempre debe implicar conocimiento y comprensión.

No se trata de si deberían participar. La pregunta es: ¿les daremos las herramientas para entender lo que están decidiendo?


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