Maruja Malo, pintora… ¿surrealista?

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
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En 2025, la artista Maruja Mallo (Viveiro, 1902 – Madrid, 1995) fue protagonista de una exposición antológica de gran formato en España, Máscara y compas, que se pudo ver en el Centro Botín de Santander y ahora en el Museo de Arte Nacional Re Centro de Centro de En ella, Mallo es descrito como un pintor surrealista, pero… la crítica especializada cuestiona esta identidad.

Por ejemplo, en el documental Mallo: mitad ángel, mitad concha (2013), de Antón Reika Maruha, el crítico de arte Fernando Huici y la historiadora Estrela de Diego discrepan con otros expertos: Antonio Bonnet Correa, Juan Manuel Bonnet, Antón Castro, Isaac, que considera más a nuestro geómetra Díaz Pardo. Asimismo, en la 59 Bienal de Venecia (2022), la curadora Cecilia Alemani posicionó a la gallega como pionera entre los artistas dadaístas, surrealistas y geométricos, como si no fuera fácil encasillarla en un movimiento concreto.

Fiesta, Maruja Malo (1927). VEGAP/Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía Aparición habitual

El objetivo es determinar si las gafas “surrealistas” son las más apropiadas para disfrutar del trabajo de Maruya, o si existen otras más apropiadas.

Según De Diego, “en el caso de Malo nada se deja al azar”, lo que la separa de los surrealistas, que siempre están tan interesados ​​en hacerlo aparecer a través de todo tipo de juegos. Asimismo, para Huiyi, las estructuras geométricas que brillan a través de su obra expresan un rigor constructivo alejado de la ensoñación y los sucesos espontáneos propios del movimiento al que quiere limitarlo.

Por otro lado, no se puede negar que el artista utiliza estrategias surrealistas, si entendemos el surrealismo como esa corriente de pensamiento que se burla de la prudencia de los burgueses al oponerse a la vida del inconsciente sin tabúes. Recordemos, por ejemplo, su serie “Alcantarillas y campanarios” (1929-32). Se trata, según Mal, de “un cadáver, un esqueleto, harapos y huellas” y lo muestra todo junto a excrementos “abandonados en el páramo”.

También podemos detenernos en la estética personal del artista, siempre muy pintado y vestido con colores fuertes que hicieron las delicias de los creadores de La Movid. O fíjate en su rimbombante manera de expresarse, con frases como “Estoy en contacto con la Vía Láctea, con la astrología, la astronomía, la ciencia, el arte y todo”, que nos recuerdan al Dalí histórico.

Para arrojar luz sobre el peculiar “surrealismo” de los gallegos, comenzamos analizando una de las obras de la serie “Cloacas y Campanarios”, la más onírica, según Patricia Molins, comisaria de la actual exposición: Antro de fósiles (1930). Detrás de la fachada surrealista de este cuadro, esqueletos, ruinas, sequedad, reptiles… hay líneas geométricas que rigen la composición basándose en la proporción áurea.

_Cueva de Fósiles_ en la imagen de la exposición MNCARS _Máscaras y Brújula_.

Madriguera de fósiles fotografiada en la exhibición Máscara y brújula del MNCARS. Museo Nacional de Arte Reina Sofía

En este cuadro, y en muchos otros del artista –como Verbenas (1926-28)– se establecen áreas y puntos de intersección donde se ubican figuras y objetos clave para que el cuadro resulte más equilibrado y ordenado de manera clásica. Esto nada tiene que ver con la imagen del surrealista que pinta guiado por la inspiración y dictada por el subconsciente que Huici y De Diego rechazan.

De la geometría a la cibernética

Curiosamente, esta estrategia formal le permite a Mal crear una distancia con el sujeto, porque la geometría no implica una lectura jerárquica o autoritaria, tan propia de la perspectiva cónica: nada se impone, todo se muestra a la misma distancia. Las figuras se cruzan y se adaptan, como si la geometría fuera un medio para crear un espacio de visión igualitario y confortable.

_Naturaleza Viva III_ Maruja Mallo, 1942.

Naturaleza Viva III, Maruja Mallo, 1942. VEGAP/Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo

En este sentido, podríamos considerar la sorprendente simetría de la serie Still Life de la década de 1940 y The Head como la verdadera excentricidad de Mal más que el tema o la ensoñación de la obra. Por ejemplo, hay una Naturaleza muerta de 1943 en la que dos rosas rojas están equidistantes de un eje de simetría que pasará verticalmente por el centro de la composición y dividirá ambas figuras en dos mitades extrañamente iguales. Lo mismo ocurre en El Ciervo Humano (en adelante), de 1948, con las monedas de la joven. Pero una simetría tan pronunciada parece más típica de las formas mecánicas que de los seres vivos.

Desde esta perspectiva, Mallo sería un artista cibernético. Es decir, le interesa esa forma de comunicación entre lo vivo y lo inanimado que percibe la naturaleza como un gran mecanismo.

Pero también podríamos describirla como una creadora pop. Después de todo, en su serie de deportistas, tanto hombres como mujeres son tan perfectos, estereotipados y divertidos como Li’l Abner y Daisy Mae de los cómics de Al Cappa de los años cincuenta. ¿O más bien consideramos que la serie de máscaras y bañistas es bastante ingenua, dado que no hay perspectiva y que el afecto impulsa la composición, como ocurre en las obras infantiles donde las figuras amadas son tan grandes como casas o montañas?

Fotografía en blanco y negro de una mujer cubierta de algas.

Maruja Malo, Autorretrato con manto de algas, 1945 Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Incluso podríamos limitar las fotografías de mantas de algas de Maruha Mallo tomadas en Chile con Pablo Neruda en la década de 1940 al Land Art, un movimiento artístico que crea obras efímeras en la naturaleza con elementos encontrados y se documenta a través de la fotografía. ¿O deberían incluirse en el ámbito de la actuación?

Como ves, es difícil encontrar una sola corriente artística que defina la obra de Galicia. De las numerosas gafas que podríamos utilizar para examinar la obra de Maruja Malo, mi favorita es la “cibernética”.

Su curiosidad por la geometría guía su percepción desprejuiciada y le permite expresar un entramado de relaciones emocionales, culturales, ecológicas, feministas, políticas… con todo lo que encuentra a su paso, corpóreo o incorpóreo, animado o inanimado. Sus obras comunican cibernéticamente porque liberan sugerencias lanzadas al espacio de manera que surgen comunicaciones inesperadas con minerales, plantas, animales o personas. Estas imágenes activan la atención en lugar de capturarla y, por lo tanto, logran crear un espacio para que surja algo no planificado.


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