Más paridad, menos colaboración: la paradoja de la equidad en la investigación científica

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
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La presencia de mujeres en la investigación ha ido aumentando constantemente en todas las disciplinas. Este progreso numérico, sin embargo, coexiste con un fenómeno menos visible que ayuda a explicar por qué todavía existe desigualdad en el mundo académico: la homofilia de género, o la tendencia a colaborar con personas del mismo sexo. Lejos de desaparecer, esta dinámica ha ido ganando fuerza con el tiempo, de forma desigual para hombres y mujeres.

En un estudio reciente, analizamos más de 28 millones de artículos publicados entre 1980 y 2019 en todos los campos del conocimiento, para comprender cómo la presencia de mujeres y hombres transforma las redes de colaboración científica.

Cooperación entre géneros, patrón asimétrico

En 1980, las investigaciones marcaron fuertemente la brecha de género. En campos como la mecánica o la electroquímica, las mujeres firmaron sólo el 8% de los artículos publicados. Es aún más sorprendente que incluso en campos que hoy tendemos a considerar “tradicionalmente femeninos” (como los estudios de familia) apenas alcanzaron el 25% de autoría.

Como ocurre en el mercado laboral, la presencia de las mujeres en la ciencia ha aumentado constantemente durante las últimas cuatro décadas. Con la progresiva inclusión de las mujeres en campos tradicionalmente masculinizados, cabría esperar que aumentara el número de publicaciones firmadas por equipos mixtos.

Pero los datos muestran algo bien diferente: la cooperación entre mujeres y hombres alcanza valores mínimos cuando alcanzan entre el 35% y el 40% de representación en un campo, es decir, en el momento en que el campo ya no está claramente dominado por los hombres.

¿Por qué allí? Una posible explicación es el desequilibrio histórico de poder en el mundo académico: durante décadas, los hombres han ocupado la mayoría de los puestos de influencia y pueden ver la creciente presencia de mujeres como una amenaza a ese privilegio. En reacción, tienden a reforzar el status quo, cooperando entre ellos cuando es posible y dejando a las mujeres fuera.

Las mujeres, más propensas a alianzas mixtas

Podemos pensar que las mujeres reaccionan de la misma manera, pero los datos dicen lo contrario. En las zonas donde son mayoría (más del 55%) la homofilia de género cae al mínimo. Una posible explicación es que los hombres siguen ocupando, incluso en estos campos, la mayoría de las posiciones de mayor poder, prestigio y acceso a recursos. Trabajar con ellos puede abrir la puerta a una mayor visibilidad, financiación y oportunidades.

En otras palabras, mientras los hombres tienden a fortalecer alianzas para mantener su posición, las mujeres tienden a estar más abiertas a colaboraciones mixtas, ya que esto les permite avanzar en un sistema donde el prestigio académico todavía está inclinado a favor de los hombres.

Por qué importa con quién publicas

En el mundo académico, publicar es sinónimo de avance profesional. Las colaboraciones abren puertas a nuevos proyectos, oportunidades de financiación y promoción. Cuando estas redes se concentran en grupos predominantemente masculinos, son los hombres quienes tienen acceso preferencial a los recursos que promueven las carreras científicas.

Este desequilibrio tiene consecuencias duraderas. Incluso si aumenta la participación de las mujeres en un campo, la dinámica de la cooperación no siempre cambia al mismo ritmo. Continúan enfrentando barreras cada vez mayores para registrarse como primeros autores, reciben menos citas y les resulta más difícil acceder a los círculos de influencia que marcan el ritmo dentro del mundo académico.

Además, numerosos estudios muestran que la cooperación entre géneros es beneficiosa para todos. Los diferentes entornos reducen el estrés, distribuyen mejor la carga y mejoran el rendimiento.

Sobre todo, los equipos mixtos producen resultados más innovadores e impactantes que aquellos compuestos por personas muy similares. En consecuencia, reducir la homofilia es fundamental para mejorar tanto la eficacia de las organizaciones como la experiencia profesional de cada individuo.

Paridad numérica no significa integración

Que la homofilia crezca justo cuando el campo avanza hacia la paridad presenta una paradoja: lograr el equilibrio numérico no es suficiente para garantizar la igualdad. En las últimas décadas se han puesto en marcha numerosas iniciativas –como, por ejemplo, programas para atraer a más mujeres a carreras STEM, medidas de conciliación o sistemas de cuotas– que han conseguido el objetivo más tangible: hoy hay más mujeres investigando en todos los campos.

Pero tener más mujeres no significa necesariamente una mayor cooperación entre los sexos. La distribución desigual de los recursos, la existencia de redes ya consolidadas y los incentivos asociados a posiciones históricamente dominantes hacen que las formas de trabajo sigan favoreciendo a quienes han ocupado el poder durante décadas. Así, el avance hacia una ciencia más justa no sólo se mide en porcentajes: también requiere acciones basadas en formas de relación y colaboración.

La igualdad no termina en la puerta del laboratorio, se construye dentro de él: donde se envían correos electrónicos para proponer coautorías, a quién se invita al proyecto y quién aparece en la firma final.

Por ahora, la homofilia funciona como un mecanismo silencioso que mantiene las desigualdades incluso cuando las cifras parecen equilibradas. Reconocer esto es un paso esencial para que la ciencia no sólo sea diversa sino verdaderamente inclusiva.


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