En nuestro imaginario existe una idea más o menos clara de lo que es un meme. Lo asociamos al tipo de imágenes estáticas que, acompañadas de texto, circulan por foros y redes sociales con intención humorística. Así se popularizó el término, coincidiendo con el apogeo de la vida online 2.0: pasamos de la interacción unidireccional con los entornos digitales a la proliferación de posibilidades comunicativas en Internet. Esta es su era de asentamiento, que sienta las bases narrativas y comunicativas para los que vendrán.
Memes: objetos y procesos culturales.
En su sentido original, un meme es una unidad o conjunto de elementos culturales que crean comportamientos, gestos y costumbres. Es decir, puede ser un objeto independiente, pero también una colección que construye orgánicamente interacciones socioculturales. Por ejemplo, una pegatina o un clip divertido de mascotas sería un meme-objeto, pero el hecho de que exista un deseo colectivo de reproducir y compartir a diario este tipo de contenidos sería un meme-proceso.
Un meme de Julio Iglesias apuntando a la cámara, acompañado del texto “Y tú lo sabes”, es un meme-objeto, mientras que el envío masivo por WhatsApp de imágenes alteradas de Julio Iglesias describiendo que se acerca el mes de julio sería un meme de proceso. El emoticón del pulgar hacia arriba, que significa “ok”, “me gusta” o “de acuerdo”, es un meme-objeto que forma parte de la interacción, pero su significado es un meme de proceso, ya que los boomers y millennials aceptan ese significado, pero las generaciones Z y alfa usan otros íconos para expresar lo mismo.
En su evolución digital, el meme se adapta a todos los espacios disponibles, elevando el sentido del humor hasta el absurdo, y los conceptos básicos hasta artefactos más complejos, donde la ironía queda en un segundo plano, y prevalece lo autorreferencial y lo local. De esta manera, reemplaza su intención original de socializar experiencias universales para, ahora, evocar comunidades más pequeñas que articulan su slang a partir de memética viral.
Por tanto, entendido como una unidad o como un engranaje de los sentidos, el meme digital funciona como un dispositivo clave de la comunicación digital, y también es esencial para comprender el mundo actual en el que vivimos: un mundo de imágenes, hipervisual e hiperconectado. Impregna y da forma a las relaciones sociales, tecnológicas, culturales, icónicas y subjetivas que se activan en espacios en línea de conexión continua.
Memes y folklore digital
En este punto se pueden destacar algunas características principales de los memes modernos. Los memes de Internet son dispositivos culturales creativos y comunicativos, dinámicos y maleables, que interpretan la realidad y, al mismo tiempo, las versiones de cada uno. Su esencia, por tanto, reside en el movimiento constante, impregnando de su dinamismo cada proceso online. Si la comunidad lo detiene o lo rechaza, ese meme dejará de funcionar.
Son, además, artefactos inmateriales, inmediatos y efímeros, ya que “suceden” sólo mientras se reproducen. Se difunden a través de un mecanismo similar a la tradición oral, y una vez incorporados a las prácticas comunicativas, se convierten en un recurso fluido y natural para la vida cotidiana. Con esto, son capaces de determinar modelos de conversación, no sólo digitales, sino también de interacciones offline. De esta manera, combinan actos digitales, físicos, analógicos, tecnológicos, culturales y políticos en las rutinas de las comunidades.
Por tanto, estos memes son parte de un patrimonio digital que crece a medida que avanzan las posibilidades tecnológicas, técnicas y artísticas entre humanos y dispositivos. De esta manera, existe un folklore digital que representa un conjunto de nuevas tradiciones, actitudes y códigos culturales que se desarrollan a través de vidas en red.
Junto a lo anterior, un meme digital se caracteriza por su plasticidad y flexibilidad a la hora de cambiar: para adaptarse, un meme debe dejarse recontextualizar, ampliar, reinterpretar. Todo ello multiplica sus posibilidades para que los usuarios los conviertan a otros formatos, de forma orgánica y colaborativa, de forma consciente o no.
Especialmente cuando se trata de un acto intencional, entran en juego diversas capacidades creativas que tienen que ver con narrativas digitales, procesos mediáticos e interacciones lúdicas. Expresiones visuales como el collage, el pastiche o el fotomontaje (y ahora también las imágenes generadas por inteligencia artificial) son fórmulas basadas en la creatividad distribuida y el remix. La creatividad distribuida se refiere a la creación colectiva o colaborativa, a la cocreación, pero también a la creación a partir de la acumulación o fragmentación mediante la intervención de diferentes usuarios. Es decir, modificar elementos de un meme agregando, eliminando o moviendo algunos de sus componentes para incorporar capas de significado o nuevas lecturas. Estas reconfiguraciones fomentan habilidades para transformar y reconstruir significado: implica experimentar con remezclas de imágenes y otras formas de expresión de nuevos medios.
Estas prácticas de remezcla y versiones online se articulan desde diferentes opciones autorales, que se alejan de la concepción y uso tradicional de la propiedad intelectual y la atribución. Lo original y único no existe en Internet tal y como lo entendíamos en épocas anteriores: ahora, el bagaje previo del material no es sólo intelectual, sino que sigue existiendo visualmente o, al menos, en su huella digital. La mayoría de los materiales son, por tanto, de autoría conjunta o fluida, en los que acciones como el reciclaje de elementos (copiar, pegar, ensamblar, duplicar) son ya habilidades adoptadas por la sociedad actual.
El acceso y disponibilidad de herramientas creativas prometía un escenario de mayor democratización en Internet global, si bien es cierto que hoy en día se ha manifestado una cultura condicionada. Sin embargo, existe una cierta fusión entre alta y baja cultura cuando pueden convivir en situaciones de igualdad.
Así, las instituciones y círculos culturales oficiales comparten espacios mediáticos con prácticas de arte electrónico (netart), fenómenos como los NFT, expresiones de activismo digital, basura de la cultura visual (imágenes malas, rotas o aburridas según los cánones comunes) y aplicaciones de creación de contenidos audiovisuales (plantillas o filtros de imagen preconfigurados, IA o diseño gráfico, por ejemplo).
Los conflictos de hoy, las propuestas de futuro
En primer lugar cabe destacar la consolidación del meme digital en la actualidad desde la vertiente audiovisual. De esta manera, abandona sus clásicas formas estáticas para manifestarse en diferentes formatos de vídeo, gracias al auge y dominio de plataformas como YouTube, TikTok y sitios de streaming. Y, al ser materiales más complejos, el meme moderno tiende a ser un meme de proceso, siempre a favor de la máxima viralización, abandonando además paulatinamente la conexión emocional con los memes-objeto. Entonces, hay una brecha generacional en la visualización, interpretación y socialización de estos materiales (esto se puede ver en los videos de creadores más jóvenes cuando revisan y señalan que los “viejos memes” causan escalofríos, vergüenza).
En épocas anteriores, el significado de una red hiperconectada como Internet se entendía desde la democratización y la cooperación social. Sin embargo, algunas tendencias y contenidos actuales nos advierten de que esto ha cambiado: la posibilidad (y el deseo) de monetizar cualquier contenido online prioriza escenarios individualistas y jerárquicos, también en las redes sociales. Intentar convertir todo en un producto rentable o publicitario significa que los memes están al servicio del algoritmo.
De esta manera, fórmulas que antes se entendían como populares han sido manipuladas por corporaciones y tecno-élites: lo vemos en hilos de comentarios llenos de bots, en la repetición de anuncios en bucle, en la ofuscación de la experiencia del usuario en las redes o en el uso de engaños e imágenes de IA con fines de espectacularización ideológica. Por este motivo, los componentes del patrimonio digital son objetos y procesos cada vez más homogéneos y predecibles.
Por el contrario, tanto los memes como otros recursos de comunicación digital pueden ayudarnos a diseñar y construir nuevas tendencias en la comunidad online. Como tareas para ello debemos experimentar formas de monitorear y cuestionar las imágenes que nosotros mismos generamos, nuestra dependencia de ciertos espacios corporativos y el uso de nuestros datos. Un ejemplo de este tipo sería Fediverso, que se plantea como un conjunto de redes sociales descentralizadas e interconectadas, externas a la gestión de las grandes empresas tecnológicas actuales. Este tipo de iniciativas se presentan como espacios recuperados para reconectar con valores populares en internet para todas las personas.
La versión original de este artículo fue publicada en la revista Telos, de Fundación Telefónica.
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