La miopía avanza imparable en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2050 la mitad de la población mundial será miope. No se trata sólo de usar gafas: cuando esta condición visual progresa mucho, aumenta el riesgo de desprendimiento de retina, glaucoma o ceguera irreversible.
En España, por ejemplo, la miopía es la principal causa de afiliación a la ONCE. La pregunta es inevitable: ¿qué podemos hacer para detener la epidemia?
La “caja negra” de la exposición al sol
La respuesta podría estar literalmente en nuestros ojos. Más precisamente, en un fenómeno inusual llamado autofluorescencia ultravioleta conjuntival (CUVAF), que funciona como una especie de “caja negra” de la exposición solar que ha recibido cada persona.
(A) Demostración ‘in vivo’ del enfoque corneal de la luz periférica procedente del lado temporal del ojo hacia el limbo y la conjuntiva nasal, con mayor intensidad de luz en comparación con el lado temporal. (B) Representación óptica del efecto de enfoque de la luz periférica que provoca la concentración de los rayos incidentes, a su paso por la cámara anterior, en la superficie límbico-conjuntival contralateral del ojo. (C) Representación de un caso CUVAF negativo (sin área de hiperautofluorescencia conjuntival). (D – E) Fotografías CUVAF negativas tomadas bajo luz ultravioleta (D) (longitud de onda máxima 365 nm) y (E) fotografía tomada en modo BAF Heidelberg Spectralis HRA+OCT (longitud de onda máxima 488 nm). (F) Representación de un caso CUVAF positivo (que muestra un área de hiperautofluorescencia que absorbe a 360 nm y emite en el espectro visible). (G – H) Fotografías CUVAF positivas con imagen en color tomadas bajo luz ultravioleta (G) y (H) con Heidelberg Spectralis HRA+OCT.
CUVAF es un área de autofluorescencia en la conjuntiva (parte blanca del ojo) que aparece cuando se ilumina con luz ultravioleta. A continuación, el ojo muestra puntos brillantes que revelan cuánto tiempo hemos pasado bajo la luz del sol.
Aunque estas manchas no son visibles a simple vista, se notan objetivamente. Así, CUVAF se ha convertido en un biomarcador fiable que sabe cuántas horas al aire libre ha acumulado una persona durante su vida reciente.
Los científicos llevan años sospechando que la falta de luz natural es uno de los principales culpables del aumento de la miopía. Los niños que pasan más tiempo en casa, ya sea frente a sus teléfonos móviles, tabletas o libros, tienen un mayor riesgo de desarrollarla.
¿Porque? La hipótesis más aceptada es que la luz solar estimula la liberación del neurotransmisor dopamina en la retina, y que la dopamina actúa como un freno natural para que el ojo no crezca en exceso (además de controlar los ciclos circadianos, hormonas, etc.).
Otra posible causa es que cuando estamos en la calle miramos mayoritariamente de lejos, relajados y sin forzar los músculos acomodadores (necesarios para ver de cerca), lo que impide un crecimiento excesivo de los ojos. Porque cuando ocurre esto último, la imagen no se enfoca claramente en la retina y aparece la miopía.
De los cuestionarios a la “memoria ocular”
Hasta hace poco, los investigadores sólo podían medir el tiempo que los niños pasaban al aire libre preguntando a los padres o a los propios niños. Pero estos cuestionarios tienen muchas limitaciones: ¿Quién recuerda exactamente cuántas horas pasó en el parque hace un mes?
Y las liras también: las lentillas de Halloween pueden asustar nuestros ojos
CUVAF resuelve este problema. Funciona como un registro objetivo de la exposición solar, independiente de la memoria o la percepción. Si un niño tiene un CUVAF bajo, significa que pasa poco tiempo al aire libre y, por tanto, tiene mayor riesgo de sufrir miopía.
Lo que dicen los estudios
Varios artículos internacionales confirman su utilidad. Así, un metanálisis de más de 3.600 personas de diferentes países mostró que los miopes pasaban menos tiempo al aire libre y tenían áreas de CUVAF significativamente más pequeñas que los no miopes. Y en la Universidad de Navarra, un estudio con estudiantes de medicina y ciencias ambientales demostró que estos últimos, que pasan más horas al aire libre durante su carrera, tienen más CUVAF y la mitad de riesgo de desarrollar miopía.
Para descubrir las repercusiones de este biomarcador en la infancia, la etapa más sensible del crecimiento ocular excesivo, se llevó a cabo un estudio con más de 260 niños de entre 6 y 17 años. Los autores confirmaron que, efectivamente, los miopes pasaban menos tiempo al aire libre y tenían menos CUVAF. Además, si el área de autofluorescencia conjuntival era grande en relación con la edad, los jóvenes estaban protegidos hasta 2,5 veces de la miopía y hasta 5 veces de la miopía alta.
Este hallazgo podría confirmarse en un estudio, que actualmente está en marcha, con más de 2.600 niños de la Comunidad de Madrid.
Imaginemos cómo se podría utilizar esa información en la práctica clínica. Durante el examen ocular, el oftalmólogo toma una imagen del CUVAF. Si el resultado muestra una superficie reducida, puedes darle el siguiente consejo: “Tu hijo necesita al menos una o dos horas de juego al aire libre todos los días. El mejor tratamiento ahora mismo es la luz natural, gratuita y sin efectos secundarios”.
En el futuro, las consultas de oftalmología podrían incluir esta prueba de rutina tal y como hoy se mide la tensión ocular o del fondo de ojo.
no es solo un niño
Aunque la prevención en la infancia es clave, CUVAF también puede ser beneficioso en adultos jóvenes. Durante la universidad o los primeros años de trabajo, la miopía puede seguir progresando. Medir CUVAF en esta etapa nos permite detectar a quienes llevan un estilo de vida demasiado “indoor” y realizar cambios sencillos: salir a caminar, hacer deporte al aire libre, exposición diaria a la luz natural.
Hay una metáfora muy bonita que utilizan algunos investigadores: el verano se desvanece de nuestra piel pero permanece en nuestros ojos. Aunque la piel pierde el bronceado, el ojo conserva la huella del sol a través de CUVAF. Y ese rastro no es simplemente un recuerdo: es un rastro directo de nuestra futura salud visual.
Porque la miopía no es inevitable: aunque los genes influyen, el entorno es decisivo. Y entre los factores ambientales, el clima exterior es el más importante y variable.
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