Por qué a los países europeos no les queda más remedio que aumentar la edad de jubilación: el caso de España

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
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A principios de octubre de 2025, con su futuro político en juego, el primer ministro francés Sébastien Lecornu, quien renunció y fue reelegido, prometió suspender las impopulares reformas de las pensiones hasta 2027, cuando se celebren elecciones presidenciales.

Los diputados socialistas declararon la victoria. Los empresarios franceses se quejaron. El índice bursátil S&P rebajó la calificación crediticia de Francia, citando preocupaciones presupuestarias.

Mientras Francia retrasa reformas inevitables durante al menos dos años y muchos países europeos enfrentan su propia crisis de pensiones, vale la pena pensar en cómo diseñar reformas de pensiones que sean sostenibles, justas y políticamente sostenibles.

Sistemas desligados de la realidad actual

Una característica sorprendente del debate sobre la reforma de las pensiones en Europa es lo bien comprendidos y ampliamente documentados que están sus problemas fundamentales. La población europea está envejeciendo. La tasa de natalidad está disminuyendo. La esperanza de vida está aumentando. Cada vez menos personas contribuyen a la financiación de sistemas públicos de los que cada vez más personas reciben dinero durante períodos de tiempo más largos. Al mismo tiempo, el progreso tecnológico reduce la participación del ingreso laboral en el producto interno bruto.

Dado que la mayoría de los sistemas de prestación de servicios europeos se diseñaron cuando la demografía era completamente diferente, deben adaptarse para reflejar la realidad actual. Adoptamos esto en otras áreas, como la educación, donde cambiamos los distritos escolares y reducimos la construcción de nuevas escuelas para reflejar menos niños en nuestros vecindarios. Pero cualquier debate sobre el ajuste de la edad de jubilación se topa con miles de manifestantes enojados que llenan las calles de París, Madrid o Bruselas.

En Francia, también es importante poner la reforma en perspectiva: ha propuesto aumentar la edad de jubilación en dos años, hasta los 64. Dinamarca ajusta la edad de jubilación cada cinco años en función de la esperanza de vida, y a principios de este año aprobó aumentarla a 70 años en 2040 desde los 67 actuales.

Las reformas de las pensiones siguen fracasando mientras la política triunfa sobre la economía. Las transiciones demográficas son predecibles, sus costos pueden cuantificarse y ya existen los instrumentos de política necesarios para abordar sus consecuencias. Pero las reformas fracasan cuando chocan con los incentivos electorales y la desconfianza de los ciudadanos.

¿Cómo superar estos problemas? En lugar de centrarse en un aspecto, como la edad de jubilación, proponemos un enfoque multidimensional que aborde tanto los costos como las contribuciones y compense a los inicialmente afectados por las reformas. España sirvió como nuestro caso de estudio, pero las lecciones se aplican a muchos países europeos, incluida Francia.

Ajustes automáticos y compensaciones específicas

Parte de la solución es incorporar nuevos mecanismos de ajuste automático, o reglas que adapten las pensiones a las cambiantes realidades económicas y demográficas. Estos mecanismos hacen que los sistemas de pensiones sean más predecibles y creíbles y reducen su dependencia de una serie de reformas ad hoc políticamente difíciles.

También proponemos compensaciones para los trabajadores y pensionistas que soportan la peor parte de la reducción de las pensiones. Esto se haría mediante una transferencia única de activos líquidos del Gobierno a los hogares.

La desventaja de esta política es que los gobiernos tendrían que financiar estos pagos, muy probablemente mediante la emisión de nueva deuda pública. Pero, como hemos visto muchas veces, las reformas que se promueven sin ningún intento de compensar a quienes han perdido a menudo resultan contraproducentes. Los votantes de mayor edad que pretenden jubilarse -y cada día son más- bloquearán cualquier intento de recortar sus beneficios a menos que comprendan que sus pérdidas serán compensadas.

Y la lira también: España y la reforma de su sistema de pensiones: una pequeña curita para una herida enorme

Hacer sostenible la reforma de las pensiones

Para que las reformas de las pensiones realmente funcionen, deben basarse en cinco elementos:

Introducir un factor de sostenibilidad que ajuste el importe de las pensiones iniciales a la esperanza de vida del colectivo de trabajadores que se jubilan. En la práctica, esto significa que las personas que se jubilan más jóvenes recibirán una pensión más baja porque es probable que reciban pagos durante más años. Esto crea un incentivo para que los trabajadores extiendan su vida laboral.

Introducir una regla de ajuste automático que actualice los derechos de pensión y las pensiones para garantizar la sostenibilidad financiera del sistema. Actualmente, muchos sistemas actualizan las pensiones utilizando el índice de precios al consumidor. Esto no es sostenible, ya que reduce la tasa de sustitución de las pensiones, es decir, la relación entre el salario previo a la jubilación y los ingresos por pensiones. Esto es especialmente cierto en un entorno de bajo o incluso nulo crecimiento de la productividad laboral (como España).

Calcular las pensiones utilizando las aportaciones realizadas durante toda la vida laboral del trabajador que se jubila, no los últimos 25 años o alguna otra medida reducida. Al no tener en cuenta los primeros años de trabajo, tiende a beneficiar a quienes ganan más y a subfinanciar el sistema en su conjunto.

Abolir los límites máximos a las contribuciones a la seguridad social, pero mantener las pensiones máximas, de modo que quienes ganan más aporten más al sistema sin recibir pensiones más altas a cambio.

Ofrecer una compensación global a los trabajadores y pensionados que salgan perdiendo con estas reformas. Estas tasas pueden financiarse con deuda pública. Este componente de transición facilita una transición justa y evita el rechazo social que a menudo provoca el fracaso de las reformas de las pensiones.

En conjunto, estas medidas no sólo mejoran la sostenibilidad financiera de los sistemas de pensiones al reducir el gasto futuro en pensiones, sino que también alientan el ahorro privado y promueven una vida laboral más larga. Si las reformas se anuncian con suficiente antelación, el costo de la transición puede ser menor, ya que los hogares tienen más margen para ajustar sus opciones de gasto, ahorro y jubilación.

Esto no significa que las reformas de las pensiones no causarán controversia. Si se adoptaran estas medidas, los gobiernos tendrían que explicarlas claramente y anticipar una reacción pública negativa. También tendrían que dejar claro que sin reformas, serán inevitables aumentos impositivos significativos.

Sin embargo, la alternativa es peor. Según nuestros cálculos, España tendría que aumentar su impuesto al valor agregado promedio en 9 puntos porcentuales, del 16% al 25%, para recaudar ingresos suficientes para sostener el sistema actual indefinidamente. Al retrasar decisiones impopulares sobre pensiones, los políticos se están preparando para aumentos de impuestos aún más impopulares en el futuro.


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