La protagonista de la película Dnevnik Bridget Jones se refugia en la comida cada vez que siente su vida sentimental y profesional que se rompe. Para ella, el estrés y la frustración tienen un helado de chocolate. Pero no todos reaccionan lo mismo en una situación similar: mientras que algunos buscan consuelo en los alimentos, otros sienten un nodo estomacal y pierden apetito. ¿Cuáles son estas diferencias?
Dos tipos de estrés
Decir “Estoy bajo estrés” o “Me enfatizan”, se convirtió en un voluble el siglo 21. Esta circunstancia pone a la advertencia de nuestro cuerpo, causa cambios fisiológicos, bioquímicos y de comportamiento que apuntan a oponerse a los efectos de la tensión.
Podemos mucho como dos tipos de estrés:
Estrés agudo: esto se manifiesta repentinamente de manera oportuna. Razones que causan que generalmente son de naturaleza física, como sufrir robo o amenaza de ataque de perros.
Estrés crónico o psicosocial: aparecen estresores que duran con el tiempo y generan tensión continua. Discutimos conflictos con miembros de la familia, problemas financieros constantes o un entorno laboral hostil, entre otras cosas.
La respuesta biológica al estrés suele ser beneficiosa en el caso del estrés agudo, ya que prepara el organismo que todas sus energías se concentran en la supervivencia y la evasión de activos estresantes. Sin embargo, cuando estas reacciones con el tiempo se extienden, así como en el estrés crónico, los efectos pueden ser contraproducentes.
Además, cada persona reacciona exclusiva del estrés, influenciada por factores fisiológicos, psicológicos y ambientales individuales. Y una de las formas más comunes de manejar las emociones negativas es a través de los alimentos: algunas personas tienden a comer en exceso, mientras que otras reaccionan a lo contrario, dejan de comer.
Un nodo estomacal o apetito poco claro
Los estudios muestran que entre el 35 y el 40% de las personas generalmente aumentan el consumo de alimentos cuando experimentan estrés, mientras que otros mantienen o reducen su entrada. ¿Por qué es esta diferencia? Dado que los mecanismos de manejo del estrés son muy complejos, no podemos ofrecer ninguna respuesta. Sin embargo, muchos estudios sugieren que esto puede ser una consecuencia de la forma en que nuestro cuerpo debe presentar hormonas que controlan el apetito.
En situaciones estresantes agudas, la respuesta se activa por la “lucha o vuelo”, lo que provoca la liberación de adrenalina y norepinefrine. Estas hormonas suprimen temporalmente el apetito, porque nuestro cuerpo advierte y concentra toda su energía para lidiar con los medios estresantes en lugar de cuidar los alimentos. Por lo tanto, el estrés agudo se asocia con la inhibición del apetito.
Por otro lado, en situaciones estresantes crónicas, la secreción de hormonas que regulan el deseo de comer, como una hormona liberada por cortisol o corticotropina, puede crear y reducir la ingesta de alimentos y reducir la ingesta de alimentos. Esto explicaría parcialmente por qué el estrés crónico está relacionado con los cambios en el peso corporal.
Con esta relación, surge algo curioso, como veremos más adelante: muchas personas que tienden a comer más a menudo preferían alimentos ricos en grasas y azúcares, lo que aumenta la ingesta de calorías y, por lo tanto,.
Otro hecho que es interesante y sobre los que muchos expertos, es hacer un peso obeso o excesivo, las mujeres o estas personas que siguen al niño muy estricto pueden tener más probabilidades de comer más en situaciones estresantes.
Necesitamos agregar que muchos recurren para alimentarse como una forma de evitar sentimientos negativos y reducir la ansiedad, lo que mejora el consumo excesivo.
En resumen, tanto los factores hormonales como la capacidad de regular las emociones afectan si una persona come más o menos cuando está estresado.
¿Eso tiene algún sentido evolutivo?
A lo largo de la historia, el estrés fue un mecanismo de supervivencia esencial, lo que nos permitió reaccionar a las amenazas inmediatas. Según Darwin, el más fuerte no sobrevive, sino también el que mejor se adapta a los cambios.
Sin embargo, mientras la sociedad se desarrolló, nuestros mecanismos defensivos no hicieron esto a la misma velocidad, por lo que en situaciones de estrés crónico puede ser en peligro por nuestra salud física y mental.
En cuanto a la relación entre el estrés y la comida, se han identificado dos tendencias hereditarias. Por un lado, la evolución ha favorecido una tendencia a comer en exceso cuando la comida está disponible, una estrategia que ha permitido la supervivencia en tiempos de escasez.
Y, por otro lado, diferentes estudios muestran que la respuesta natural al estrés y las emociones negativas de la pérdida de apetito, especialmente en la infancia. Sin embargo, durante la pubertad, esta respuesta se puede cambiar y conducir a alimentos emocionales en los que se comen las emociones en lugar de hambrientas de hambre.
Por lo tanto, la conexión entre el estrés y los alimentos no solo determina la biología o la genética, sino también nuestras experiencias, el entorno que cultivamos y la forma en que aprendemos a manejar las emociones durante la vida.
Deprobación para alimentos no saludables
Al final, el estrés no solo afecta la cantidad, sino también un tipo de alimento consumido. Algunos estudios han demostrado que, en situaciones estresantes, las personas tienden a preferir productos ricos en grasas y azúcares. Esto sucede porque los mecanismos hormonales que afectan las áreas del cerebro relacionadas con el premio, haciendo la comida más vacante y deliciosa otorgada.
En consecuencia, muchas personas usan los alimentos como una forma de estrés libre, lo que puede generar un ciclo de retorno donde dicho alimento se convierte en una ruta repetitiva para calmar la ansiedad.
El problema, como sabemos, es que el consumo frecuente de este tipo de alimentos puede tener efectos negativos para la salud. No solo aumenta el riesgo de peso o obesidad excesivos y todas sus complicaciones asociadas, sino que también puede afectar negativamente el estado de ánimo y la sensibilidad al estrés.
De hecho, algunas investigaciones sugieren que el consumo excesivo de grasas y azúcar podría crear una forma similar a la dependencia, donde los alimentos se convierten en estrategia de evasión del estrés. Si este comportamiento permanece con el tiempo, puede aumentar el riesgo de desarrollar problemas metabólicos, cardíacos y emocionales.
Todos estos hallazgos enfatizan la importancia de comprender cómo el estrés afecta a los alimentos no solo a nivel individual, sino también en el desarrollo de estrategias para manejarlo saludable y evitar consecuencias negativas de la nutrición y las consecuencias generales de bien.
Descubre más desde USA Today
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.