Por qué los bosques españoles actuales son en realidad jardines

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
7 Lectura mínima

Ante la amenaza del cambio climático, el bosque es un medio para mitigar sus efectos. Por ejemplo, absorben dióxido de carbono de la atmósfera y participan en el ciclo del agua que proporciona precipitación. Pero en situaciones de altas temperaturas y sequía, como las provocadas por el calentamiento global, los bosques se queman más fácilmente.

Los incendios forestales tienen un impacto importante en tres niveles. Por un lado, en los propios ecosistemas. Por otro lado, en la población que vive en zonas devastadas. Y, finalmente, incurren en costes económicos en términos de prevención, control de incendios y posterior regeneración, así como los debidos a impactos sanitarios y climáticos.

La comprensión alemana del bosque

El bosque encarna, más que cualquier otro paisaje, el ideal de la naturaleza. Una idea que debemos al romanticismo alemán y a la formación de los primeros ingenieros forestales españoles en este país en el siglo XIX, que sentaron las bases de la primera Escuela de Montes en 1848. De esta manera, se importó un modelo de formación, pero también una forma de entender la naturaleza en la que la masa forestal ocupa un lugar central como fuente de vida y riqueza cultural. Allí se habla de Wirtschaftswald o Nutzwald (bosque productivo o bosque útil).

Los bosques comenzaron a ser vistos como un recurso industrial y una intervención en el territorio; como fuente, por ejemplo, de madera para la construcción, como combustible y para combatir la erosión y la desertificación. Con el tiempo, el bosque se convirtió en un referente positivo, y hoy resulta difícil verlo en el sentido negativo que pudo tener como un lugar umbrío donde acechaba el peligro (lobos, asaltantes o accidentes). Los incendios, los monocultivos, la deforestación y el estrés climático son sus enemigos inmediatos.

Hoy el bosque nos preocupa, pero no siempre estuvo ahí y no de la misma manera. Masas de árboles tal como los conocemos nacen de prácticas económicas que crean nuevos ecosistemas y paisajes. Es un producto histórico que, sin embargo, sigue ligado a la idea de una naturaleza primordial a la que debemos regresar, que debemos salvar.

El bosque como fuente de madera

Existe un mito sobre un bosque en Hispania. Una historia recurrente nos cuenta que una ardilla podía cruzar la península de rama en rama; Dicen que las crónicas de Estrabón del siglo I a.C. así lo atestiguan. Pero escribió sobre Iberia que gran parte de ella está formada por montañas, bosques y llanuras de suelo pobre con distribución desigual del agua. Y ni rastro de la ardilla.

A lire aussi: Lo que dicen los papiros sobre la geografía de los antiguos griegos y romanos

En España, a partir del siglo XIX se inició el proceso de continua transformación del territorio que, tras diversas iniciativas políticas, se aceleró a partir de 1957. El bosque se convirtió en el motivo para que el estado garantizara la autosuficiencia en madera. Luego se consolidó el modelo forestal orientado a la producción industrial de madera. Desde los inicios de la ingeniería forestal, el bosque ha experimentado una expansión. Como consecuencia de ello, gran parte de los bosques actuales son en realidad cultivos destinados a ese fin.

Muchos ingenieros se dedicaron a diseñar parques forestales que contaran con una gran variedad de árboles integrables en el bosque ibérico: roble americano, secuoyas, tulipanes, abetos y ginkgos. La montaña, hasta entonces deshabitada, se convirtió en una pequeña “Disneylandia” de idealización paisajística y en una zona forestal de referencia. Eran enclaves en zonas dominadas por plantaciones de pinos.

tierra de pinos

La Península Ibérica se ha convertido en una tierra de pinos. Las condiciones climáticas y del suelo son favorables para ello. El pino es también un árbol que se caracteriza por su rápido crecimiento, resistencia, valor económico y capacidad de crear nuevos espacios de vida, nuevos ecosistemas.

Hoy en día, la masa forestal está adquiriendo una expansión y un avance sin precedentes. Entre 1940 y 1987, el 77% de los árboles plantados bajo la política forestal correspondieron a variedades de pino. Pero no sólo los pinares, sino también los hayedos, los bosques de ribera, los eucaliptos, los tejos y los laurisilva son producto de nuestra capacidad para plantarlos y cuidarlos.

Hajedo de Montejo, en Montejo de la Sierra (Madrid, España). Jarmad78/Wikimedia Commons, CC BI-SA Un producto de nuestra historia

El proceso de urbanización, el abandono de los pueblos y la aparición de la agricultura industrial desde el siglo pasado han modificado el territorio. Y el bosque transforma el paisaje, cambia el destino de la tierra y las costumbres de sus habitantes.

Y la lira también: Fomentar la economía rural, el mejor antídoto contra los incendios

Basta remitirse al archivo de fotografías antiguas o de los primeros paisajistas para comprender que ha adquirido valor estético y social sólo recientemente. Hoy, los bosques son producto de nuestra historia. Anteriormente, el territorio estaba definido más por cultivos agrícolas que por grandes masas forestales.

Desde el nacimiento de la ingeniería forestal se ha perseguido la misión de reforestación, poblamiento y generación, más que de reforestación, repoblación y regeneración. Bosques que fueron creados desde cero.

Por tanto, los bosques actuales son ecosistemas frágiles creados o intervenidos por el hombre, no formas originales de la naturaleza. Ahora surge la pregunta de si queremos cuidarlos como parques y jardines o como simples plantaciones.


Descubre más desde USA Today

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Comparte este artículo
Deja un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

es_ESSpanish

Descubre más desde USA Today

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo