Estos últimos días han sido extraños para quienes trabajamos en el mundo de la odontología. El pasado 21 de noviembre apareció en los informativos el caso de una niña que falleció tras una sedación profunda en una clínica dental de Algemesio (Valencia). Este suceso tan triste ha dejado a muchas familias con miedo y preguntándose qué pasa cuando vamos al dentista y nos “sedan” o “sedados”. La preocupación es completamente comprensible, pero también es importante arrojar algo de luz al asunto, ya que no todas las técnicas de anestesia o sedación son iguales ni suponen un gran riesgo.
Veámoslo caso por caso.
1. Anestesia local: la que casi siempre aplica el dentista en el consultorio dental
Es el que todos conocemos: un mordisco de chicle y listo. La anestesia local simplemente bloquea el dolor en el área donde trabajará el dentista. El paciente está despierto, consciente, habla, se mueve y respira con normalidad. Lo único que notas es que el diente o la encía dejan de molestarte.
Es, con diferencia, la técnica más utilizada y segura. No duerme al paciente, no afecta la respiración, no causa pérdida de memoria ni nada por el estilo. Se utiliza para empastes, extracciones simples, limpiezas profundas y prácticamente todos los tratamientos habituales. Y como todo procedimiento de este tipo, puede dar lugar a determinadas complicaciones locales (dolor, hematomas, entumecimiento prolongado, picaduras involuntarias…) o sistémicas (toxicidad anestésica, reacciones alérgicas…), aunque estas últimas ocurren muy raramente.
2. Sedación mínima: un pequeño empujón para quienes lo tienen difícil
Aquí entramos en un terreno diferente: la mínima sedación no duerme, simplemente relaja. Es ideal para personas muy nerviosas o niños que tienen mucho miedo al sillón dental.
Hay dos opciones dentro de esta categoría:
a) Premedicación oral
Medicamentos como el diazepam o el midazolam, administrados en función del peso y la edad del paciente, ayudan a reducir la ansiedad. Con un efecto leve, pueden ser aplicados por un dentista. El paciente permanece consciente, responde cuando se le habla y mantiene todas las funciones normales.
b) óxido nitroso
Probablemente lo conozcas como “gas de la risa”. Este gas sedante se inhala a través de una mascarilla nasal y nos hace estar más tranquilos, pero sin perder el conocimiento en ningún momento. Lo notamos como una sensación placentera y sus efectos duran mientras lo inhalamos.
Hablamos de una técnica muy segura, con raras complicaciones. Si ocurren, casi siempre son leves: nerviosismo, sudoración o náuseas. Cuando se retira la mascarilla, el efecto desaparece en unos minutos.
Y sí, el óxido nitroso puede ser administrado por un dentista debidamente capacitado.
3. Sedación profunda: aplicada por un anestesiólogo en una clínica dental
En este caso, el paciente puede quedarse dormido, no recordar casi nada de lo sucedido durante el procedimiento y reaccionar poco o nada a los estímulos. Lograr un nivel de sedación profunda requiere de una vía intravenosa, medicamentos administrados por un anestesiólogo y monitorización continua (oxígeno, frecuencia cardíaca, presión arterial, etc.).
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Es decir: no lo realiza un dentista, sino un anestesiólogo. Se puede utilizar en consultorios odontológicos, pero sólo cuando cumplan con todos los requisitos legales y técnicos. Aunque es una técnica segura cuando está bien controlada, no está completamente exenta de riesgos, ya que puede afectar la respiración o requerir asistencia para mantener una vía aérea permeable.
4. Anestesia general: administrada por un anestesiólogo en el hospital.
El paciente está intubado, bajo control total de la anestesia y no se mueve ni responde de ninguna manera (completamente “dormido”). Es un método que se elige para tratamientos muy largos, pacientes con discapacidades severas o situaciones en las que es imposible trabajar en el sillón dental, y se lleva a cabo únicamente en hospitales.
En la región de Murcia, el Programa de Atención Odontológica Pediátrica (PADI) atiende a menores con más del 33% de discapacidad que requieren tratamiento odontológico bajo anestesia general. Pues bien, un estudio de 111 niños a los que se les administró esta anestesia no encontró ningún caso de complicaciones. Es decir, cuando se realiza en un ambiente hospitalario, con anestesiólogos y con todos los recursos necesarios, es un procedimiento muy seguro.
Entonces… ¿deberíamos tener miedo?
No. Debes tener información. La sedación y la anestesia son herramientas esenciales que permiten tratar a miles de personas cada día sin dolor ni sufrimiento. Lo que ocurrió hace unas semanas es una tragedia aislada, no la norma.
La clave está en:
-Utilizar la técnica adecuada para cada caso.
– Informar bien a las familias.
– Contar con expertos cualificados.
– Trabajar en un ambiente seguro.
Un buen dentista siempre explicará qué se hará, qué nivel de sedación se utilizará y quién se encargará de ello. Y, si tenemos alguna pregunta, no deberíamos tener miedo de hacerla.
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