En el discurso público gastamos una gran cantidad de energía colectiva debatiendo la exactitud de los hechos. Verificamos los hechos de los políticos, monitoreamos las redes sociales en busca de información errónea y priorizamos la toma de decisiones basada en datos en nuestros lugares de trabajo. Este enfoque es vital; La diferencia entre la verdad y la mentira es la base de una sociedad que funciona.
Sin embargo, al centrarnos tan intensamente en la exactitud de los hechos, corremos el riesgo de pasar por alto otra diferencia fundamental: la diferencia entre hecho y opinión.
Una afirmación de hecho es relativamente fácil de comprobar: o es cierta o no lo es. Pero la objetividad de la afirmación: ¿es una declaración objetiva verificable o una expresión subjetiva de creencia? – es mucho más complejo. Debido a esto, nuestras mentes procesan y codifican opiniones de una manera fundamentalmente diferente a los hechos.
Roles de la objetividad
La objetividad no es un mero matiz lingüístico; subyace a importantes debates políticos y jurídicos. Por ejemplo, en demandas por difamación contra figuras de los medios estadounidenses como Tucker Carlson y Sidney Powell, la defensa legal dependía de si las declaraciones podían “interpretarse razonablemente como hechos” o eran simplemente “opiniones”. De manera similar, las plataformas de redes sociales han tenido dificultades para verificar los hechos que se consideran opiniones, una política que recientemente ha complicado los esfuerzos para combatir la negación del cambio climático.
La distinción es importante porque enmarca cómo estamos en desacuerdo. Cuando la afirmación es una opinión clara (por ejemplo, “la administración actual le está fallando a la clase trabajadora”), uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo, pero entendemos que hay lugar para el desacuerdo y que ninguna de las partes tiene inherentemente razón o no.
Sin embargo, la declaración fáctica: “La tasa oficial de pobreza de Estados Unidos fue del 10,6% en 2024”. – deja poco espacio para el debate. Para eso es necesario tener una fuente y una respuesta objetivamente correcta.
Como resultado, las creencias sobre la objetividad de las afirmaciones pueden sofocar la receptividad a perspectivas conflictivas. Esto, a su vez, alimenta los conflictos interpersonales e impulsa la polarización política.
Información que valoramos
A pesar de lo mucho que está en juego, ha habido investigaciones limitadas sobre las implicaciones cognitivas de las afirmaciones de objetividad. En una serie reciente de 13 experimentos preinscritos con 7.510 participantes, realizados con Steven Spiller de UCLA Anderson y publicados en el Journal of Consumer Research, investigamos cómo la objetividad de las afirmaciones afecta a un tipo de memoria específico y crucial: la memoria de origen.
Nuestros hallazgos sugieren que la mente humana no trata los hechos y las opiniones por igual. Cuando se trata de recordar quién dijo qué, los hechos objetivos se encuentran en clara desventaja.
Podemos ilustrar esto con un ejemplo. Un médico afirma que “la vacuna contra el sarampión evitó alrededor de 56 millones de muertes entre 2000 y 2021”. Otro médico podría decir algo parecido, pero dando opiniones en lugar de datos: “Creo que la vacunación es una manera fácil de prevenir sufrimientos innecesarios”.
En nuestro estudio, probamos esta dinámica, utilizando afirmaciones médicas sobre una enfermedad ficticia para controlar el conocimiento previo. Descubrimos que es más probable que las personas recuerden la fuente original de una opinión que un hecho.
Lo más importante es que esto no se debe a que las opiniones sean simplemente más “atractivas” o más fáciles de recordar. En nuestros 13 experimentos, también medimos la “memoria de reconocimiento”: la capacidad de recordar que se hizo una declaración. No encontramos diferencias consistentes en la memoria de reconocimiento entre hechos y opiniones. Los participantes recordaron haber visto igualmente bien declaraciones fácticas y opiniones. Sin embargo, tuvieron dificultades para vincular las afirmaciones fácticas con la fuente correcta.
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Codificación fuente
¿Por qué ocurre esta desconexión? La memoria de origen es una forma de memoria asociativa. Se basa en la capacidad del cerebro para vincular los diversos componentes de la experiencia (lo que se dijo y quién lo dijo) en una red coherente de elementos interconectados durante la codificación inicial de la información.
Sugerimos que la fuerza de esta vinculación depende de una cosa: lo que la afirmación nos dice sobre su fuente.
Tanto los hechos como las opiniones proporcionan información fuente, pero lo hacen en distintos grados. Si un candidato político dice que “la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) fue creada por la Ley de Asistencia Exterior de 1961”, nos enteramos de que conoce la historia legislativa. Pero si ese mismo candidato dice: “Creo que cerrar USAID fue un desastre moral para nuestra nación y el mundo”, aprenderemos mucho más sobre ellos. Aprendemos sobre sus valores, sus prioridades y su visión del papel de Estados Unidos en el mundo.
Debido a que las opiniones generalmente proporcionan más información sobre el hablante que los hechos, nuestro cerebro codifica conexiones más fuertes entre fuentes y opiniones que entre fuentes y hechos.
Los estudios en psicología del desarrollo y neurociencia respaldan esto. Las investigaciones han descubierto que cuando se codifican opiniones en comparación con hechos, hay una mayor activación en las regiones del cerebro involucradas en la teoría de la mente: la capacidad de representar los pensamientos y estados mentales de los demás.
Cuando escuchamos una opinión, construimos un modelo mental más rico del hablante. Esta información social adicional fortalece los vínculos asociativos formados durante la codificación.
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Pero ¿qué sucede cuando las opiniones no nos dicen nada sobre la fuente? Probamos este mecanismo presentando a los participantes reseñas de libros. Cuando los participantes creían que las fuentes eran los autores de las reseñas, recordaban mucho mejor las fuentes de opinión que los hechos. Sin embargo, cuando les dijimos a los participantes que las fuentes eran simplemente “recontadores” que leían reseñas seleccionadas al azar, la ventaja de la memoria de la fuente para las opiniones desapareció, en comparación con los hechos.
También probamos la memoria de la fuente en busca de hechos que revelen algo sobre la fuente, como declaraciones personales como “Nací en Virginia”. En estos casos, la memoria de origen fue tan precisa como para opiniones como “el helado de chocolate sabe mejor que el de vainilla”. También era más preciso que datos generales sobre el mundo, como “Estocolmo es la capital de Suecia”.
La paradoja de la visibilidad
Estos hallazgos representan un gran desafío para expertos y líderes. A menudo se aconseja a las autoridades que “se ciñan a los hechos” para mantener la credibilidad, pero nuestros hallazgos sugieren que al presentar sólo los hechos, los expertos corren el riesgo de ser olvidados como fuentes de información importante.
Esto puede plantear un problema para la credibilidad de la información: en una era de desinformación ilimitada y polarización creciente, recordar quién dijo qué es cada vez más importante para evitar conflictos y garantizar la precisión.
Para los expertos, el objetivo suele ser anclar los hechos en la realidad. Nuestra investigación sugiere que compartir opiniones puede ayudar a las personas a atribuir con precisión información relevante a fuentes creíbles. Al compartir lo que creen sobre los datos (no sólo los datos en sí), los expertos pueden proporcionar las señales sociales que nuestro cerebro necesita para conectar más fuertemente la información con su fuente. Si bien los hechos desempeñan un papel importante en la lucha contra la desinformación, las opiniones pueden ser igualmente críticas y no pasan desapercibidas.
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