¿Por qué algunas personas apoyan la política en un incentivo para detener el cambio climático, mientras que otros problemas escépticos o prioritarios? ¿Es solo algo estar informado o confiable en lo que dice la ciencia? Nuestra investigación dice que no. Parece que la forma en que apreciamos las políticas de protección del medio ambiente que estamos, donde vivimos, qué ideología tenemos o cuánto ganamos el mes.
Como parte del Proyecto Delic, encuestamos a más de 1.500 personas de diferentes países europeos sin capacitación técnica, para saber qué problemas consideran más importantes al diseñar políticas y resultados ambientales no son en lo que solemos confiar.
El entorno también es social
Por lo general, pensamos que las decisiones ambientales deben ser como fórmulas de laboratorio, pero en realidad están impregnadas por las acciones humanas. Por ejemplo: las mujeres valoran mucho más que los problemas de los hombres, como la igualdad de género o la protección de los grupos vulnerables. Las personas con ingresos más bajos dan más importancia al acceso al agua, la salud o la educación.
Aquellos que se identifican con ideas progresivas son una prioridad para el capital social, mientras que los sectores conservadores se centran en la estabilidad o la seguridad económica.
Estas diferencias no significan que algunos “incorrectos” y otros sean “exitosos”, sino que cada grupo ve la sostenibilidad de la propia experiencia de vida. Y eso debe tenerse en cuenta cuando las políticas de comportamiento.
¿Qué pasa si el problema es siempre escucharlos?
En los procesos donde se definen las prioridades ambientales, las personas con altos niveles educativos, generalmente participan profesiones medianas y técnicas. Esto deja muchos votos y, con ellos, muchas preocupaciones reales. Esto es lo que se conoce como sesgo “extraño” (para su acrónimo en inglés): las decisiones traen occidentales, educados, industrializados, ricos y democracia.
Cuando esto sucede, las preguntas como las emisiones o la innovación tecnológica son prioridad, pero lo que preocupa una buena parte de la población queda en el fondo: pobreza, acceso a esencial, como servicios básicos o capital social, anhelo restante.
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Hay puntos comunes
A pesar de las diferencias, también encontramos un poderoso consenso sobre temas como la salud, la educación, el agua o la seguridad alimentaria. Estos aspectos son valiosos como “muy importantes” casi todos los encuestados, independientemente de su género, ideología o ingresos.
Estos problemas pueden ser cruciales para construir políticas climáticas que agregan soporte, en lugar de compartir. Si se explican bien, pueden servir como una “puerta de entrada” a acciones más ambiciosas. Además, para las políticas ambientales en el trabajo y las justas, no es suficiente tener buenos datos. También necesitamos escuchar y fortalecer los mecanismos de participación ciudadana como un jurado popular.
Al final, lo que descubrimos en nuestro estudio es muy claro: las personas no miran los problemas ambientales, sino con lentes de su realidad. Una persona con trabajo estable no ve el cambio climático al igual que alguien que lucha por pagar el alquiler y tiene un refrigerador completo. Y es comprensible. Es importante identificar estas políticas de diversidad y tejido que recopilan esa rica pluralidad.
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La batalla contra los cambios climáticos no puede ser golpeado sin entender cómo piensan las personas. Por lo tanto, no es suficiente para dispositivos perfectos o establecer objetivos de carbono neutral; Las decisiones políticas deben estar conectadas con la realidad social. Nuestro estudio muestra que cada posición hacia las fuentes de cambio climático de la identidad social. Por lo tanto, las políticas ciegas no pueden diseñarse y que estos diversos votos deberían caminar hacia los más verdes y más justos mañana.
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