¿Qué hay en la etiqueta? Repensar cómo hablamos de violencia de género

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
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Las palabras que utilizamos para describir la violencia de género (VG), como “víctima”, “sobreviviente” y “persona vivida”, no son neutrales. Estas etiquetas son poderosas. Pueden afirmar la dignidad o reforzar el estigma. Pueden movilizar movimientos o enmascarar problemas sistémicos.

RN puede incluir abuso sexual, físico, mental y económico. Un ejemplo es el control coercitivo y la manipulación en las relaciones íntimas de pareja, al igual que la agresión sexual, el matrimonio infantil o la violencia inducida por la tecnología. Y en Canadá, la RN afecta desproporcionadamente a mujeres y niñas.

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A medida que la violencia de género se desarrolla en contextos digitales y personales, los riesgos del lenguaje son particularmente altos.

Basándonos en nuestra investigación y práctica, exploramos qué significan estas etiquetas, cómo se utilizan y el impacto que tienen en la vida de las personas. Nuestro objetivo es apoyar la expresión intencional como parte de un trabajo más amplio sobre prevención de la violencia, acción colectiva y atención al daño.

Dos puntos de partida ayudan a anclar este debate. La primera es que cuando estás en contacto directo con alguien que ha experimentado RZN, sigues su ejemplo en cómo describe su experiencia. El segundo es reconocer que diferentes comunidades utilizan términos arraigados en su propia historia que requieren nuestro respeto, no nuestra traducción.

Lo que la ‘víctima’ revela y lo que distorsiona

“Víctima” se centra en el daño experimentado por las personas y los efectos que ha tenido en sus vidas. Primero ganó prominencia en las primeras etapas del movimiento por los derechos de las mujeres, cuando se desplegó para generar simpatía y acción. Hoy en día, sigue siendo fundamental para el sistema legal.

Las investigaciones muestran que etiquetar a alguien como víctima representa a alguien que necesita ser rescatado o protegido, en lugar de ser reconocido como educado y capaz.

La etiqueta también ha sido criticada por reforzar el estereotipo de “víctima perfecta”, sugiriendo que sólo aquellos que parecen inocentes o socialmente respetables merecen empatía o justicia. Este estereotipo a menudo desestima y culpa a ciertos grupos, incluidas las mujeres negras y las mujeres con discapacidades que enfrentan una discriminación e incredulidad complejas.

Sin embargo, algunas personas aceptan la etiqueta de “víctima” como un reflejo honesto de lo que han soportado.

Como dice la escritora estadounidense Danielle Campoamor:

“Como víctima de agresión sexual, no soy un final feliz. No existo para hacer que otros se sientan mejor acerca de un problema sistémico”.

‘Survivor’: una historia de resiliencia

“Survivor” se centra en el empoderamiento y la resiliencia. Las personas etiquetadas como supervivientes generalmente son percibidas de manera más positiva que las personas etiquetadas como víctimas.

Para los hombres que han experimentado violencia sexual, “sobreviviente” puede ofrecer una manera de nombrar el daño en un contexto donde socialmente se desaconseja el reconocimiento de la victimización.

Sin embargo, la etiqueta puede desviar la atención del agresor hacia las expectativas de que los individuos demuestren fortaleza o recuperación. La curación no es un proceso lineal, y ser etiquetado como sobreviviente puede crear presión para que una persona o comunidad simplemente “lo supere”. Estas expectativas estigmatizan a las personas cuya recuperación no se ajusta a las ideas socialmente aceptadas de recuperación o “buen” comportamiento.

El enfoque en la resiliencia personal también puede reflejar el malestar de la sociedad con las enfermeras registradas al celebrar la resiliencia en lugar de confrontar los sistemas que crean daño.

“Víctima-sobreviviente” también se ha propuesto como un término general destinado a alterar el binario víctima/sobreviviente, aunque puede reproducir algunas de las mismas presiones asociadas a ambos.

Ninguna etiqueta única (como víctima, sobreviviente o individuo que ha sufrido violencia de género) puede resumir de manera completa y precisa las experiencias de violencia. (Unsplash) ¿El primer idioma es respetuoso o vago?

El primer lenguaje, como “individuo que ha experimentado RZN”, surgió del activismo por discapacidad. Ella lidera con la persona en lugar de la etiqueta, ofreciendo una alternativa a términos relacionados con la identidad como “víctima” o “sobreviviente”.

Se ha descubierto que la lengua materna afirma la dignidad y enfatiza que la violencia es sólo una parte de la propia historia. Destaca la individualidad y la complejidad, reflejando la amplia gama de experiencias dentro de este grupo.

Pero, en primer lugar, el lenguaje puede retratar involuntariamente la identidad de una persona como inherentemente negativa o vergonzosa. También puede individualizar la violencia, oscureciendo las estructuras sociales y políticas más amplias que la permiten.

En última instancia, el valor del lenguaje depende en primer lugar de cómo se aplica y de si reconoce tanto la experiencia personal como la responsabilidad sistémica.

Navegación con etiquetas en un contexto de la vida real.

Cada etiqueta captura algo verdadero y también pasa por alto algo más.

El objetivo no es la perfección ni la coherencia; esa es la intención. Pregunte: ¿Para qué sirve esta etiqueta? ¿Cómo influye esto en las suposiciones sobre el daño y la agencia? ¿Cómo puedes capturar lo que falta en la etiqueta? ¿Impone un término universalmente o abre espacio para la multitud de idiomas que la gente realmente usa? Si está hablando con un individuo o sobre él, ¿qué término prefiere?

Si bien reconocemos que los entornos institucionales a menudo limitan el lenguaje utilizado, estas preguntas siguen siendo útiles ya que ayudan a guiar cómo se aplican estos términos, ofreciendo espacio para cuestionar suposiciones dañinas incluso cuando la terminología en sí no se puede cambiar.

Ninguna etiqueta única puede resumir de manera completa y precisa las experiencias de violencia. Las etiquetas a menudo se superponen, cambian con el contexto y evolucionan con el tiempo.

Lo más importante es utilizar un lenguaje que refleje cuidado y respeto. Nuestras palabras no deben limitar a las personas a sus experiencias de violencia ni borrar la realidad de ese daño. El lenguaje intencional es una forma de abordar un mundo donde la violencia de género es activamente nombrada y desmantelada.


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