¿Qué queda del referéndum en el Sáhara Occidental tras la reciente resolución 2797 de la ONU?

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
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Desde que se rompió el alto el fuego en Gergerat –principal paso fronterizo entre el Sáhara Occidental y Mauritania– en noviembre de 2020, el conflicto en el Sáhara Occidental atraviesa una fase de hostilidades de baja intensidad y diplomacia intermitente.

Esta misma fase estuvo marcada por el reconocimiento de la soberanía marroquí en diciembre de 2020 por parte de la administración Trump, que encaja en la lógica de los Acuerdos de Abraham: un paquete de medidas para normalizar las relaciones árabe-israelíes al que se unieron los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y, más tarde, Marruecos y Sudán. Lanzado en 2020, combinó incentivos políticos y estratégicos.

En el caso marroquí, la normalización con Israel –con la reapertura de oficinas de enlace y la cooperación en los campos de seguridad, tecnología y economía– se correspondió con el apoyo de Washington a la posición de Rabat sobre el Sahara. Desde entonces, la propuesta de 2007 de “autonomía bajo soberanía marroquí” se ha convertido en una opción “realista” para varios actores influyentes, mientras que un referéndum sobre la autodeterminación ha quedado oscurecido en la práctica.

Desde entonces, varios actores han recalibrado públicamente su enfoque: los Estados del Golfo han aumentado su apoyo al plan de autonomía, mientras que Francia y Alemania lo han descrito como “serio y creíble”. En primer lugar, llamó la atención sobre el giro de España -autoridad administrativa del territorio pendiente de descolonización-, que en 2022 empezó a destacar la propuesta marroquí como “la base más seria, realista y creíble” para una solución en el controvertido giro del Gobierno.

Contenido de la resolución

La Resolución 2797, adoptada el 31 de octubre de 2025, llega precisamente a este clima y lo consolida: renueva por un año más el mandato de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO) y ordena una revisión estratégica en seis meses.

El texto preserva la presencia de la ONU sobre el terreno y su función de verificación, pero evita abrir nuevos caminos sustantivos –en derechos humanos o en la dimensión electoral que originalmente se suponía apoyaría el referéndum–, lo que resulta en una continuidad operativa con poco oxígeno político.

Esta resolución renueva la MINURSO y exige una revisión en seis meses, pero el corazón del texto late en otra parte: el lenguaje incluye la autonomía marroquí como un horizonte “realista” y omite un referéndum. No es una simple sombra; Es un cambio de marco. Una “solución mutuamente aceptable” ya no incluye, de facto, la opción de la independencia, y esto reconfigura el significado de los procesos patrocinados por la ONU.

De ahí la paradoja central: la misión creada para organizar la consulta que el propio Consejo retomó del guión es sostenible. La MINURSO mantiene la verificación y una estabilidad mínima sobre el terreno, pero sin una solución política acorde con el mandato original. La revisión semestral, lejos de ser una evidente palanca de cambio, podría funcionar como válvula de escape: ajustes técnicos y poco más, mientras la incómoda pregunta -¿qué significa hoy “autodeterminación” sin consulta- sigue sin respuesta?

El texto evita fortalecer dos pilares sensibles: un componente sólido de derechos humanos y capacidades electorales que darían credibilidad a cualquier futuro mecanismo de toma de decisiones. En un escenario de hostilidades de baja intensidad, esta omisión deja lagunas en la protección y reduce los incentivos para frenar los abusos en ambos lados del muro.

aritmética diplomática

Estados Unidos impulsa el marco y varios países europeos lo siguen, como España, que revirtió su estatus de potencia administrativa en 2022 y calificó la autonomía como la base “más seria y realista”, una medida que ha arrastrado el debate europeo.

Rusia y China se muestran comedidas: no socavan la continuidad de la misión, pero se distancian del texto favorable a Rabat.

Argelia decidió ausentarse para subrayar que, en su opinión, el expediente del Sáhara Occidental sigue siendo un proceso de descolonización pendiente, cuya solución debe incluir un auténtico mecanismo de autodeterminación -incluida la opción de la independencia- y no consagrar la autonomía marroquí como único horizonte “realista”.

Argelia también condenó el texto por distorsionar el mandato original de la MINURSO al renovar la misión sin referéndum ni fortalecer los derechos humanos; ignora la sentencia de 1975 de la Corte Internacional de Justicia y las resoluciones de la Asamblea General sobre el estatus del territorio; y refleja el cambio político. Estos son factores que, cuando se leen, vacían el marco de la ONU de contenido legal y mantienen el status quo bajo el disfraz de estabilidad.

Consecuencias para las partes

El efecto neto sobre los incentivos es claro. Para Marruecos, validación incremental: estabilidad operativa y compromiso político con la autonomía, sin nuevas contrapartes sustantivas. Para el Frente Polisario, el mensaje es que la vía del plebiscito ha quedado fuera del guión.

Con la Resolución 2797, el Consejo de Seguridad completa el cambio que ha estado en marcha desde 2020: del marco legal de descolonización, centrado en el referéndum, al marco político de solución que privilegia la autonomía marroquí.

La misión se renueva más allá de su propósito; El instrumento jurídico (las consultas) se diluye y el resultado es claro: la realpolitik -estabilidad y conformidad- prevalece sobre la validez operativa del derecho internacional en este conflicto.

La Unión Europea también contribuye a este cambio. A pesar de que el Tribunal de Justicia de la UE confirmó en octubre de 2024 que los acuerdos comerciales y pesqueros no pueden aplicarse al Sáhara Occidental sin el consentimiento de sus ciudadanos, Bruselas ha explorado fórmulas para mantener los flujos comerciales y pesqueros, desde nuevas negociaciones ad hoc hasta acuerdos temporales con Marruecos que gravan el cumplimiento estricto de las decisiones. Se trata de una búsqueda de puentes regulatorios que en la práctica rozan una sentencia judicial en nombre del interés económico y de la estabilidad con Rabat.

En resumen, la Resolución 2797 prevé un cambio del derecho a la política como gramática dominante de resolución de conflictos. Para el Sáhara Occidental, esto significa que la ONU gestione el status quo y que la UE busque atajos para solucionar sus propios fracasos cuando chocan con intereses estratégicos. El mensaje básico -y para otras crisis- es desagradable: la fuerza de la ley sienta las bases para la ley de la fuerza diplomática.


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