El virus de la hepatitis C (VHC) es el enemigo que afecta al hígado y, en sus formas más graves, puede cambiar la vida de quienes lo sufren. Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 50 millones de personas viven con hepatitis C crónica, y aproximadamente un millón de casos nuevos aparecen cada año.
En las últimas décadas, la medicina ha logrado un hito histórico en la combinación de enfermedades infecciosas: definitivamente el tratamiento para el VHC. El antivirur de las acciones directas (AAD) tiene un éxito superior al 95%, transformando la vida de millones de personas que anteriormente enfrentaron una infección crónica que resultó en cirrosis, cáncer de hígado, cáncer de hígado, cáncer de hígado.
¿Pero todo es tan simple?
Aunque hemos dado un gran paso adelante, todavía hay preguntas para resolver y desafíos para superar. Entre ellos se encuentran los siguientes:
Persistencia de nuevas infecciones por VHC. A pesar de los tratamientos eficientes, la transmisión del virus continúa, especialmente en la población alta, como usuarios de inyectores o la práctica sexual de riesgo. Esto causa un desafío para erradicar los patógenos.
Acceso al tratamiento con CHC. Si bien en los países desarrollados está ampliamente disponible, los costos siguen siendo un obstáculo importante, por lo que su enfoque continúa siendo limitado en una región de motor bajos.
Falta de detección temprana de la hepatitis C. Sin síntomas claros en las primeras etapas, muchos pacientes saben que están infectados hasta que desarrollan cirrosis o cáncer de hígado, por lo que el riesgo de infección de otras personas es alto.
Secuelas. La infección se cura, pero no una enfermedad. Eliminar el HCC no implica que el hígado recupere completamente su salud. Las consecuencias de la infección pueden durar, especialmente en casos de daño hepático grave.
¿Hasta qué punto se recupera el hígado?
El hígado es un órgano único con una sorprendente capacidad de regeneración. Pero esta facultad está en peligro por varios factores, como la gravedad del daño hepático, como se deben a la hepatitis viral crónica, que puede dañar permanentemente el hígado, y la presencia de ciertas enfermedades como la diabetes y la lealtad.
Después de eliminar el CHC, muchas personas tienen mejoras significativas, especialmente aquellas que tienen una infección reciente o menos grave. La inflamación disminuye y el hígado puede sanar en gran medida; En algunos casos, incluso aumenta de tamaño en el tamaño original.
Sin embargo, esta capacidad de regeneración es limitada si el paciente ha desarrollado cirrosis avanzada. Aunque la inflamación disminuye y mejora algunos indicadores de la función hepática, el daño difícil no se invierte por completo.
En estos casos, la regeneración de órganos puede no ser suficiente para devolver la función hepática normal que podría conducir a la necesidad de trasplante.
Cáncer de hígado: riesgo persistente
Una de las mayores preocupaciones después del CHC es el riesgo de desarrollar cáncer de hígado, especialmente en personas que ya tienen cirrosis. Aunque el virus desaparece, el daño acumulado puede dejar una etiqueta permanente.
Estudios recientes muestran que el riesgo de cáncer en pacientes con cirrosis a largo plazo sigue siendo significativo después del tratamiento, porque el VHC puede causar modificaciones en la forma en que los genes se expresan en las células hepáticas. Estos cambios, sorprendentemente, se pueden mantener con el tiempo incluso después de que el tratamiento se eliminó el virus.
Por lo tanto, es crucial mantener una supervisión constante en estas personas para que puedan descubrir el tiempo de posible desarrollo de cáncer u otras complicaciones. Esto debe continuar aumentando de los gastos de carga y salud, pero permite pronosticar el resultado fatal que se ha agregado a los ahorros de costos.
Clave: detección temprana y monitoreo continuo
La revocación de la hepatitis C en el tiempo marca la diferencia entre el tratamiento simple y un camino complicado. Además, es crucial reducir la propagación del virus.
Como se mencionó anteriormente, el diagnóstico es un desafío importante para los sistemas de salud pública debido a sus etapas asintomáticas. Esto hace que las personas infectadas no pasen pruebas para detectar, lo que limita las opciones de tratamiento y aumenta el riesgo de complicaciones graves y no reembolsadas.
Por esta razón, las pruebas de diagnóstico regulares se convierten en una herramienta fundamental para combatir el VHC. Los nuevos tratamientos (AAD) tratan la infección en la mayoría de los casos, pero tan pronto como se detecte, será un tratamiento de manera más eficiente para prevenir el progreso del daño hepático y evitar el progreso de los eventos tumorales. En cualquier caso, se requiere monitoreo continuo para evaluar la función hepática y la prevención de complicaciones adicionales.
Eliminar la infección es solo el primer paso
En conclusión, la curación de HCC es un hito de la medicina moderna, pero no continúa automáticamente los años del daño hepático. La cirrosis, el riesgo de cáncer de hígado y los límites en la regeneración del hígado son realidades que muchos pacientes continúan enfrentando. Sin embargo, con la detección temprana, el monitoreo adecuado y el tratamiento adecuado, el endurecimiento de las personas puede llevar una vida más saludable y larga.
El mensaje es claro: eliminar la infección por VHC es solo el primer paso. Actualmente, se estudian las terapias regenerativas, como los tratamientos con células madre para reducir la fibrosis hepática. Estas innovaciones podrían ofrecer nuevas oportunidades para aquellos que tienen daños hepáticos no reembolsables y pueden transformar aún más el panorama de salud hepática posterior al VHC.
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