Se cumplen 50 años de la muerte de Gustavo Pittaluga, un compositor tutelado por la memoria de España en el exilio

Periodista ANASTACIO ALEGRIA
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8. Octubre de 1975. Años, varias semanas antes de la muerte de Frank, fallecía en Madrid Gustavo Pittaluga González del Campillo (1906-1975). Su entierro en cementerio civil fue sobrio, sin honores. Como si con él, la memoria de la modernidad fuera interrumpida por la guerra y la dictadura.

En su biografía se cruzan los nombres básicos de la cultura española de su amigo Federico García Lorca, el del cine Luis Buñuel y el poeta Rafael Alberti, entre otros -e itinerario que compartió la generación que hizo creación artística y libertad-. El exilio llevó a Pittaluga desde París a Estados Unidos, Cuba, México y otros países hispanos, donde mantuvo viva la llama de la Cultura de la República.

Medio siglo después, su figura, todavía en marcha, un estudio riguroso, reivindica su lugar en la memoria cultural del siglo XX. La España del siglo.

Años de guerra

Retrato de Gustavo Pittaluga González del Campillo. Mikuélopezgarcía / Vikimedia Commons, CC Bi-SA

Antes del estallido de la guerra civil, Pittaluga era ya una de las voces más prometedoras de la renovación musical española. El alumno de Manuel de Fall y cofundador del Grupo de los Ocho, compartido por los hermanos Ernesto y Rodolfo Halfter, Fernador Remacher, Salvador Bacarisse y Rosa García Ascot en la defensa de la música, se muestra abierto a la modernidad europea y lejos de lo academicista. Dirigió conciertos, escribió críticas, compuso ballets de éxito como los de García Lorca y Dragavian Cipher Rivas Cherif para la bailarina “La Argentinita” – y distribuyó música de jóvenes compositores españoles en París y Madrid.

Todo se rompió con un levantamiento militar. Pittaluga abandonó su actividad artística y se incorporó al Ministerio de Estado como diplomático. Poco después, en el verano de 1937, fue adjudicado a Washington como secretario de la Embajada dirigida por Fernanda de Los Ríos. Allí defendió la legitimidad del gobierno republicano y, en silencio, empezó a imaginar a su amigo Lorca, asesinado en la granada del año anterior, una llama íntima que cristalizaría en la obra musical de alto contenido simbólico.

Nueva York: Lorca y Calder en Momi

En 1941 llega a Nueva York y se reencuentra con Luis Buñuel, quien trabajaba en el departamento de cine del Museo de Arte Moderno (Moma). Allí se incorporó a su equipo como adaptador cinematográfico, un trabajo discreto que le permitió acceder al Círculo Cultural de Nueva York y establecer conexión con la Guardia Avgard Internacional.

En el mismo universo, Pittaluga estrenó estrenos en su Llantor Federico García Lorca. Escrito para la orquesta de votos y cámaras recitados a partir de fragmentos de bodas de sangre, es un resultado que ha madurado en silencio durante el año más desconocido de guerra y exilio.

Primer Ministro, cuya fecha y lugar se desconocen, el 27 de abril de 1943. en el ciclo de Ivonne Giraud, en la organización de la violinista y protectora Ivonne Giraud, bajo la dirección de Vladimir Golschmann con un título abreviado de elegia. El periódico compartió programa con el aprovechado, el compositor estadounidense Theodore Chanler y la primera actuación en Nueva York de Les Danses Concertante Igor Stravinsky, quien explícitamente nombró a Lorca honor en el corazón del debate musical moderno.

Mientras el franquismo imponía el silencio a Lorca, Pittaluga lo salvó en Estados Unidos y lo convirtió en un acto de resistencia y puente hacia la modernidad.

Las fuentes de los periódicos desaparecidos hasta hoy revelan otro episodio desconocido de la residencia de Pittaluga en Nueva York: su participación en esculturas y estructuras documentales dedicadas al escultor Aleksandar Caldera. Para este cortometraje, producido por Moma, el compositor escribió un breve ensayo de piano, con una gran economía expresiva, que apoyaba el movimiento rítmico e inestable del teléfono móvil de Calder.

Esculturas y construcciones documentales, dirigida por Herbert.

Muchos actos que Pittaluga realizó en los primeros años de su persecución muestran también su diálogo con la literatura moderna y sus esfuerzos por hacer viva la memoria republicana. A base de canciones, Rafael Alberti escribió Metamorfosis del clavel (1943), un ciclo de canciones para voz y guitarra. Poco después creó el encantador Rising Canedo (1944), basado en el poema Mendendero del escritor extremeño Enrique Diez-Canedo, exiliado y fallecido ese mismo año en México. En este artículo, el piano dialoga en clave expresionista sobre los ritmos de chotis y habaneros que traducen tensiones de deseos, explotación y vida urbana del exilio.

América Latina

Luego de radicarse en México en 1945, Put Gustavo Pittaluga volvió a cruzarse con su amigo Luis Buñuel, esta vez en el cine. La música Los Olvidadosa (1950) y Subida Al Cielo (1952) llevan su firma -aunque al primero que apareció le siguió Rodolfo Halffter para superar las barreras de la Unión-. En Los Olvidados, el sonido agudo y tenso aumenta la encrucijada de la miseria urbana; En la Subida Al Cielo remodeló la música popular rural con ironía moderna, arrojando tradición y vanguardia.

Dos hombres miran fotogramas de películas en blanco y negro.

Gustavo Pittaluga (derecha) en la foto desde 1950. años. Archivo Emilio Casares / Base de datos de iconografía musical

Pittalugi Long Hauneration sigue siendo uno de los capítulos menos investigados de su biografía. En La Habana, Lima, Guatemala, Buenos Aires, Brasil y México Citija mostró una incansable actividad como conferencista, directora y divulgadora. En cada fase, Isaaca Albéniz, Enrique Granados y Fall programan con primeros ministros y otros autores españoles, tendiendo el puente entre las tradiciones y las nuevas corrientes de la modernidad.

Devolver

1958 Pittaluga regresa a España. Sin embargo, el regreso no significó una reintegración total. La dictadura franquista ha impuesto el silencio y ha decidido trabajar al margen de las instituciones oficiales. Se refugia en la música para teatro, cine y ballet, con discretas pero significativas colaboraciones como la grabación sonora para Danza de Edgar Neville (1960) o la selección musical realizada para Viridiana de Buñuel (1961).

En 1960, la familia García Lorca le encomendó la construcción de las canciones teatrales de García Lorce, reconstruidas a partir de la memoria de Concha e Isabel García Lorca y del escenógrafo Santiago Ontañón. El gesto es, en adelante, el acto de reparación simbólica.

“Aquí están los textos impresos. Es sensible que no tenga verbal”, escribió Pittaluga cuando se publicaron las antiguas canciones en español que se publicaron anualmente después. Ese mismo año armonizó canciones para Yerma, dirigida por Luis Escobar, primera representación comercial de Lorzi en la Spanica franquista. Bodas de sangre (1962) y La Zapar Sellagiosa (1965), y todo es con su propia música aleatoria.

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En los últimos años de su vida afrontó una profunda crisis personal y emocional. Según Rafael Alberti en una entrevista con Max AUB en 1969, Pittaluga se encontraba en un estado de grave deterioro físico y mental, “muy borracho, muy enfermo, muy perdido”. Alberti también recordó que lo vio en Buenos Aires en una situación de incontrolable, perforando las ventanas del hotel en el que vivía y tuvo que pagar daños.

Su tumba en el Madrid civil resume su destino: sencillo y coherente. Finalización que se opone a la intensidad de la vida atravesada por guerras, exilios y pérdidas, pero fiel al fin de la música, de sus amigos y de la memoria republicana.


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