Sufrimiento tranquilo e invisible de peces

Periodista ANASTACIO ALEGRIA
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Cada año en Europa, más de mil millones de peces para el consumo humano fueron capturados en Europa. Son una parte esencial de la comida, las mesas, los supermercados y las recetas tradicionales. Sin embargo, a diferencia de otros animales agrícolas, como vacas, cerdos o pollos, su bien sigue en curso. Y no debido a la falta de gasto, sino por una larga historia de ignorancia y desinterés.

Lo que dice la ciencia sobre la conciencia de los peces

Pensó que era mucho tiempo para la sensación de dolor necesaria para tener la corteza cerebral, como los mamíferos. Y dado que el pez no está allí, se supone que no pueden sufrir. Pero esta visión comenzó a cambiar gracias a una nueva investigación en neurociencia y comportamiento animal. Hoy sabemos que el pez tiene diferentes cerebros, pero no menos complejos. Muchas especies tienen estructuras que, aunque diferentes en forma, cumplen con características similares a las de los vertebrados superiores. Pero más allá de lo que tienen dentro del cráneo, realmente revelando cómo se comportan.

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Por ejemplo, el estudio de los investigadores británicos de Linne Snedon y su equipo mostraron inyectado con ácido acético en los labios que desarrollan reacciones conductuales permanentes, pérdida de apetito, bienes raíces, bienes raíces y cambio en su comportamiento de investigación. Sin embargo, lo más descubierta es que estas reacciones se reducen o desaparecen si se aplica analgésico, lo que indica una experiencia de dolor modulada, no una mera respuesta refleja. Es decir, no solo se sienten, sino que esa incomodidad podría ser gratuita.

Además, los estudios en peces cebra, tilapia, dorados o ciclistas muestran habilidades cognitivas avanzadas. Aprender a observar, la memoria espacial, se documenta el reconocimiento individual y la toma de decisiones estratégicas. De observaciones que indican una vida mental más rica y sensible de lo que se supone tradicionalmente.

En 2011. El equipo de investigadores brasileños presentó el pez cebra en diferentes tipos de estímulos estresantes para ellos. ¿Qué pasó? Los peces comenzaron a evitar áreas abiertas, permanecieron inmediatamente por más tiempo y redujeron su actividad. Son cambios en el comportamiento similares a los observados en mamíferos con síntomas de ansiedad. Y los más interesantes: estos cambios se mantienen y se diversan de acuerdo con la historia individual de cada individuo.

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También se observó que algunos peces muestran lo que se llama “fiebre emocional”, también conocida como fiebre psicógena o hipertermia, donde aumenta la temperatura corporal o por infección o no infección o no infección o no infección. Los investigadores de la Universidad de Barcelona notaron que la cebra era preferida a través del estrés previo preferido en agua más cálida que aquellos sin ese incentivo estresante.

Puede haber una conciencia sin conciencia

La idea de la conciencia depende exclusivamente de la corteza cerebral en la última década, se examinaron muchos neuroceles. Se ha demostrado que la conciencia no depende de una determinada estructura, sino de redes funcionales que pueden estar presentes en el cerebro muy diferentes de la nuestra. Declaración de Cambridge sobre Conciencia, que en 2012. Firmó el grupo internacional de neurociential, afirma que muchos animales no hemaníes, incluidos los peces, probablemente tienen los sustratos neurológicos necesarios para tener experiencias conscientes.

Esto no significa que los peces piensen como nosotros o que su dolor sea idéntico al dolor humano. Pero eso implica que pueden experimentar significativamente el sufrimiento por ellos y, por lo tanto, merecen una consideración moral. La conciencia no es un fenómeno exclusivo de primacía o mamífero; Es una propiedad evolutiva que puede derivar de múltiples formas en la naturaleza.

Si aceptamos esta opción, o si no la apagamos, la pregunta que sigue es inevitable: si no debemos cuidadosamente y protegemos a estos animales, así como a otros vertebrados.

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Un gran vacío legal en Europa

A pesar de esta creciente evidencia científica, la legislación europea sigue siendo ambigua y limitada en términos de bienestar de peces. El artículo 13 del acuerdo sobre el trabajo de la Unión Europea reconoce a los animales como “seres sensibles” y determina que las políticas de la comunidad deben tener en cuenta su bien. Sin embargo, este reconocimiento se aplica de manera desigual: existen directivas específicas y obligatorias para los animales con tierra, pero no para los peces.

En el caso de la acuicultura, la seguridad alimentaria europea (EFSA) emitió recomendaciones técnicas sobre buenas prácticas durante el tráfico y la víctima de los peces en 2009. o 2020, pero estas pautas no son vinculantes. En otras palabras, los Estados miembros no están legalmente obligados a seguirlos.

Muchos países de la Unión Europea continúan permitiendo a las víctimas del método que la comunidad científica considera cruel. Por ejemplo, el sangrado todavía se usa sin impresionante y asfixiadía fuera del agua y los métodos mecánicos, como golpear la cabeza (golpeando lo sorprendente) que no siempre se aplica correctamente. En algunos casos, el pez puede tomar unos minutos o incluso horas para morir, lo que sería inaceptable en cualquier otro animal animal.

Esta falta de regulación de contraste con el progreso realizado en otros sectores del ganado. Para cerdos, aves o vacas, existen reglas claras y ejecutivas que prohíben que causan sufrimiento innecesario y estableciendo estándares de gestión. ¿Por qué los peces siguen siendo una excepción?

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Sufrimiento invisible pero real

Parte del problema radica en cómo percibimos los peces. No transmiten que podamos reconocer como un VIC, no expresamos emociones en la cara y habitamos un activo físico que somos un extraño. Esta “distancia empática” facilitó que su sufrimiento sigue siendo invisible, tanto para legisladores como para consumidores.

Submarino gobierna lo que podríamos llamar el sonido del silencio, parafraseando la canción icónica: la falta de votos que defienden su causa, la indiferencia social y política a su posible sufrimiento. Pero el hecho de que no estemos escuchando su dolor no significa que no haya.

Desde el punto de vista biológico, muchas especies de peces tienen sistemas nerviosos complejos, con nociceptores (dolor en los receptores de dolor), redes neuronales organizadas y habilidades cognitivas que van mucho más allá de la simple supervivencia. Algunos estudios incluso han documentado el uso de herramientas, reconociéndose en los espejos (en algunos tipos, como la limpieza de laboratorio) y los lazos sociales duraderos.

La forma en que se encuentran actualmente, muchos peces no se resisten con el análisis ético. La asfixia fuera del agua, por ejemplo, es uno de los métodos más útiles y puede implicar una agonía lenta. Otras prácticas, como el enfriamiento en LED en vivo o de exposición, no garantizan la pérdida de la conciencia inmediata. Si aplicamos estos métodos a otros animales agrícolas, se considerarían inaceptables.

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Invitación a la acción

La buena noticia es que no estamos obligados a ignorar este problema. Existen soluciones técnicas para reducir el sufrimiento, como sistemas eléctricos o mecánicos adecuados, las mejores prácticas de transporte y más estándares de gestión humana. La desventaja es solo una voluntad política y falta de presión social.

Dada esta situación, muchos expertos en ética animal, neurociencia y buenos cambios legislativos de emergencia. Instituciones como RibnjakogGroup, enojados por los animales o la compasión en la agricultura mundial lanzaron campañas públicas para exigir que la Unión Europea establezca en las leyes de bienestar de peces.

La implementación de estas medidas no es solo una cuestión de ética, sino también de sostenibilidad y salud pública. Pattstry antes del sacrificio afecta la calidad del producto final: el pescado acentuado libera más cortisol) que afecta la textura y el sabor de su carne. Además, los consumidores están cada vez más informados y preocupados por el origen ético de los alimentos.

La ciencia ya ha hecho su parte: ha demostrado que muchos peces son seres razonables, con habilidades cognitivas y emocionales que no pueden ser ignoradas. Ahora está en política para responder. Mientras tanto, cada uno de nosotros, como ciudadanos y consumidores, también puede traer decisiones más informadas: demanda de solicitudes, investigaciones de apoyo y selección de prácticas alimentarias más responsables. La pregunta fundamental no es si pueden sufrir, sino por qué seguimos actuando como si no lo hicieran.

Es hora de que las leyes reflejen lo que la ciencia ya ha mostrado. Y también es hora de que, como ciudadanos y consumidores, comiencen a escuchar ese silencio bajo el agua.


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