Hola.
Soy el superratón, pero no el que apareció en los cómics y la televisión. Realmente lo soy. No tengo bata, no vuelo, ni soy súper fuerte, pero salvé la vida de muchos individuos de tu especie.
Gracias a mí, y a otros como yo, hoy existen vacunas, antibióticos, tratamientos contra el cáncer y medicamentos que controlan la epilepsia o la depresión. Sí, fui parte de algunos de los mayores logros de la medicina moderna. Y aquí está mi historia.
Superratón. Territoons, CBS Producción de vida diferente, pero preocupada
Mi vida no transcurre entre burós ni túneles oscuros. Vivo preocupado por personas con batas blancas que me alimentan, me asean y me tratan con respeto.
No corro gratis por los campos como mis familiares, pero tampoco pierdo atención. Para ellos y para todos los que me conocen, soy un héroe. Mi misión es ayudar a comprender cómo funciona la vida y cómo superar la enfermedad.
lo que hemos logrado
En algunos laboratorios vi carteles con mi foto que decían: “Este animal salvó más vidas que 112”. Y tienen razón. Si la penicilina pudo convertirse en un antibiótico universal que cambió la historia de la medicina, es porque ratones como yo demostraron su eficacia hasta que llegaron al frente en la Segunda Guerra Mundial.
Durante siglos, los animales siguieron a las personas en un intento de comprender la salud y la enfermedad. Ya en el Corpus Hypocraticum (siglo IV antes de la nueva era), se describieron los experimentos de Pasters y Koch, que mostraron la relación entre microbios y enfermedades a través de estudios y enfermedades y abrieron así vacunas y tratamientos eficaces.
Además, hemos sido protagonistas del nacimiento de la inmunología moderna, porque los primeros anticuerpos monoclonales aparecieron a partir de nuestras células en los años 1970. Estos anticuerpos son necesarios hoy en día en la terapia contra el cáncer, las enfermedades autoinmunes o el Alzheimer.
También seguimos el desarrollo de modelos de cáncer que revelaron que ciertos genes causan o detienen tumores. Por ejemplo, fuimos nosotros quienes comprobamos algunos de estos genes en el cáncer de mama, lo que permitió desarrollar terapias dirigidas, que hoy salvan la vida de miles de mujeres.
Durante la pandemia, debemos trabajar en pruebas rápidas de vacunas y antivirus contra el virus que causa todos los asientos-19. En la carrera contra el tiempo, las vacunas llegaron en menos de un año y, sólo en Europa, salvaron más de 1,6 millones de vidas.
Actualmente estamos orgullosos de nuestro papel esencial en el estudio de la lesión de la médula espinal, porque identificamos mecanismos de regeneración neuronal y sus posibles terapias.
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Somos pequeños, sí, pero coincidimos con las personas en la mayoría de los genes relacionados con enfermedades. Aunque nuestros corazones laten más rápido y nuestras vidas son más cortas, de manera sorprendentemente similar compartimos procesos biológicos. Eso nos convierte en compañeros de viaje imprescindibles para entender el cerebro, el corazón, el sistema inmunológico o el metabolismo.
Y no todo en el laboratorio es serio. A veces camino por mentiras en las que cada paso es un desafío y cada salida una recompensa. Mientras juego, los investigadores aprenden cómo los recuerdos se pierden.
no estamos solos
No estoy solo en el laboratorio. Hay otros animales que también han logrado grandes avances. Por ejemplo, cuando veas zebrafa, piensa en cómo su transparencia te ha permitido ver cómo se forman los órganos.
Si alguna vez te encuentras con frutas, recuerda que te lo agradecemos, entendemos el patrimonio genético. Las ovejas nos recuerdan a Dolly, resultado de la primera clonación de mamíferos, además de seguir siendo modelos muy valiosos en estudios pulmonares y terapia génica.
Los cerdos estaban avanzando y el camino del trasplante de órganos entre especies se hizo más cercano a la realidad. Y los primates no humanos son esenciales en la investigación de la depresión, la enfermedad de Parkinson o el desarrollo de vacunas contra el VIH/SIDA, tareas igualmente esenciales.
El precio de mi misión.
Sé que mi tiempo es corto. A veces pruebo nuevos medicamentos o participo en estudios que ayudan a los científicos a comprender cómo reacciona el organismo. No siempre es fácil, pero cada experiencia se transforma en conocimiento que no sólo salva vidas humanas, sino también de otros animales.
No escribo estas líneas para pedir compasión. Me cuidé, respeté y hay leyes que aseguran que mi rol es limitado y necesario. Mi tipo de cooperación es con la ciencia, porque, gente, ustedes han salvado nuestros esfuerzos para que sean significativos.
el futuro que quiero
Sé que llegará el día en que los ratones como yo o, tal vez, cualquier animal ya no serán necesarios. Los cuerpos en miniatura, los modelos informáticos y los servicios de inteligencia artificial son capaces de simular las funciones del organismo, pero evolucionan. Un día, estas alternativas pueden ser suficientes.
Y, créanme, seré el primero en celebrarlo porque la ciencia encontrará una forma más ética, más precisa y más rápida de detectar cómo curar las enfermedades. Hasta entonces me quedaré aquí y seguiremos cooperando en silencio.
Nos mantenemos en contacto
Quizás te sorprenda leer la carta escrita por un ratón. Pero creo que mi voz puede ayudarme a comprender que la investigación con animales no es un arnés, sino un complejo dilema ético y, todavía hoy, un poderoso rescate de vidas.
Cuando escuchas los latidos del corazón que resiste la enfermedad, cuando la familia se recupera, cuando la familia abraza a una persona que vuelve a gustar gracias a la medicina, piensas que puede ser un ratoncito detrás.
No soy un superhéroe de dibujos animados. Soy un superratón, un ratón de laboratorio, sencillo y discreto. Y mi vida, corta y cuidada, late junto a la tuya.
Con cariño,
superratón
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