El 22 de febrero de 2020, “Furious” Mike Hughes arrastró un cohete casero al desierto de Mojave y lo lanzó al cielo. ¿Su objetivo? Ver la planitud de la Tierra desde el espacio. Este fue su tercer intento y, trágicamente, fue fatal. Hughes se estrelló poco después del despegue y murió.
El apodo de Hughes, Crazy Mike, puede parecerle apropiado. ¿No es una locura arriesgar la vida luchando por una teoría que fue refutada en la antigua Grecia?
Pero la creencia de Hughes, aunque sorprendente, no es única. En todas las culturas registradas, la gente tenía creencias fuertes para las cuales parecía haber una falta de evidencia a su favor; se las podría llamar “creencias extraordinarias”.
Para los antropólogos evolucionistas como yo, la ubicuidad de este tipo de creencias es un enigma. El cerebro humano ha evolucionado para formar modelos precisos del mundo. Hacemos un trabajo bastante bueno la mayor parte del tiempo. Entonces, ¿por qué la gente suele adoptar y desarrollar creencias que carecen de pruebas sólidas?
En una nueva reseña de la revista Trends in Cognitive Sciences, propongo una respuesta sencilla. La gente cree en las tierras planas, los fantasmas y las vacunas con microchips por las mismas razones que creen en cualquier otra cosa. Sus experiencias les llevan a pensar que estas creencias son ciertas.
Teorías de creencias extraordinarias
La mayoría de los científicos sociales han adoptado una visión diferente sobre este tema. Las creencias sobrenaturales, las teorías de la conspiración y la pseudociencia parecían completamente inmunes a la evidencia contraria a los investigadores. En consecuencia, asumieron que la experiencia no era relevante para la formación de esas creencias. En cambio, se centraron en otros dos factores explicativos.
La primera explicación común son los sesgos cognitivos. Muchos psicólogos sostienen que las personas tienen atajos mentales para pensar cómo funciona el mundo. Por ejemplo, la gente tiende a ver intenciones e inteligencia detrás de eventos aleatorios. Este sesgo podría explicar por qué la gente suele creer que las deidades controlan fenómenos como el clima o las enfermedades.
Otro factor es la dinámica social: las personas adoptan ciertas creencias no porque estén seguras de que sean ciertas, sino porque otras personas tienen esas creencias o porque quieren señalar algo sobre sí mismas a los demás. Por ejemplo, algunos teóricos de la conspiración pueden adoptar creencias extrañas porque esas creencias vienen de una comunidad de creyentes leales y solidarios.
Ambos enfoques pueden explicar parcialmente cómo las personas llegan a creencias extraordinarias. Pero rechazan tres formas en que la experiencia, junto con los otros dos factores, puede dar forma a creencias extraordinarias.
La ciencia dice una cosa, pero tus ojos te dicen que la Tierra parece bastante plana. Sharp_done/E+ vía Getty Images 1. Experiencia como filtro
Primero, sugiero que la experiencia puede actuar como un filtro. Determina qué creencias excepcionales pueden difundirse con éxito entre la población.
Tomemos como ejemplo la teoría de la tierra plana. Sabemos con absoluta certeza que esto es falso, pero no lo es más ni menos que la teoría de que la Tierra tiene forma de cono. Entonces, ¿qué hace que la Tierra Plana sea mucho más exitosa que esta alternativa igualmente inexacta?
La respuesta es tan obvia como parece: la Tierra parece plana cuando estás sobre ella, no tiene forma de cono. La evidencia visual favorece una creencia extrema sobre las demás. Por supuesto, la evidencia científica muestra claramente que la Tierra es redonda; pero no es de extrañar que algunas personas prefieran creer lo que les dicen sus ojos.
2. La experiencia como chispa
Mi segundo argumento es que la experiencia actúa como chispa de creencias extraordinarias. Las experiencias extrañas, como las alucinaciones auditivas, son difíciles de explicar y comprender. Por eso, la gente hace todo lo posible para explicarlas y, al hacerlo, presenta creencias que parecen adecuadamente extrañas.
Para esta época, la parálisis del sueño es un buen caso de estudio. La parálisis del sueño ocurre en el espacio entre quedarse dormido y despertarse: siente como si estuviera despierto pero no puede moverse ni hablar. Es aterrador y bastante común. Y es interesante que quienes lo padecen suelen sentir como si un agente amenazador estuviera sentado sobre su pecho.
Como científico, interpreto la parálisis del sueño como resultado de una confusión neuronal. Pero no es difícil imaginar cómo alguien sin formación científica (es decir, casi todos los seres humanos de la historia) podría interpretar la experiencia como evidencia de seres sobrenaturales.
3. La experiencia como herramienta
Para mí, la tercera ruta potencial hacia creencias extraordinarias es particularmente intrigante. En muchos casos, las personas no sólo desarrollan creencias extraordinarias; desarrollan prácticas inmersivas que hacen que esas creencias se sientan verdaderas.
Por ejemplo, imagine que es un agricultor que vive en las tierras altas de Lesotho, en el sur de África, donde realizo trabajo de campo etnográfico. Sufres una serie de abortos espontáneos y quieres saber por qué. Entonces acudes a una curandera tradicional y ella te dice que puedes aprender la respuesta de tus antepasados si bebes una poción alucinógena. Tómate una cerveza. Poco después, empiezas a ver fantasmas; te cuentan y explican tu desgracia.

Un chamán puede administrar una sustancia psicoactiva que afecta la forma en que percibes el mundo que te rodea. Luis Acosta/AFP vía Getty Images
Claramente, una experiencia como esta podría fortalecer tu creencia en la existencia de fantasmas. Estas prácticas de inmersión (como la oración, la danza ritual y el uso religioso de sustancias psicoactivas) crean evidencia que hace que las creencias asociadas se sientan verdaderas.
¿Qué sigue?
Las creencias extraordinarias no son ni buenas ni malas en sí mismas. En particular, las creencias religiosas brindan significado, seguridad y un sentido de comunidad a miles de millones de personas.
Pero algunas creencias extraordinarias son motivo de grave preocupación: la desinformación sobre ciencia y política está muy extendida y es extremadamente peligrosa. Al reconocer cómo la experiencia moldea estas creencias, los investigadores pueden encontrar mejores formas de combatir su propagación.
Sin embargo, es igualmente importante que la perspectiva que propongo podría fomentar una mayor compasión y afinidad con las personas que sostienen creencias que parecen muy diferentes a las suyas. No están “locos” ni son falsos. Como cualquier otro ser humano, cree que la evidencia está de su lado.
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