¿Por qué los adolescentes se meten en problemas?

REDACCION USA TODAY ESPAÑOL
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“¿Pero qué pensaste? ¿Cómo no pudiste pensar en las consecuencias que eso traería?” Son frases que probablemente se hayan dicho más de una vez en cualquier casa donde vivan adolescentes.

Al margen de la capacidad de educar a los adultos (padres, familiares, profesores) que nos rodean en esta etapa de la vida, cuando miramos atrás, muchas veces recordamos acciones que nos hacen sentir vergüenza o sentir ese “lenguaje” del que tanto hablan las redes sociales.

“Yo era sólo un adolescente”, tendemos a pensar, como una frase que lo justifica todo. Pero ¿por qué se cometen tantos errores en esta etapa de la vida? ¿Realmente les estamos complaciendo o es una percepción errónea?

Imagen mediática de la adolescencia.

Es común encontrar en los medios noticias relacionadas con situaciones indeseables en las que se encuentran los adolescentes y jóvenes: consumo de alcohol o drogas, relaciones sexuales sin protección o conductas antisociales o delictivas.

Los datos recientes sobre el consumo de alcohol y drogas en España muestran que, aunque se ha producido un descenso en los menores de entre 14 y 18 años, el 51,8% admite haber consumido alcohol en los últimos 30 días y el 17,2% admite haberse emborrachado. El 21% ha probado el cannabis y el 29,9% tiene algún tipo de policonsumo en los últimos 12 meses.

El 24,6% de los adolescentes españoles que han tenido relaciones sexuales declararon que no utilizaron métodos seguros de prevención en su última relación. Las investigaciones criminológicas confirman que es precisamente en la adolescencia (alrededor de los 16-18 años) cuando la participación en actos delictivos es mayor, la cual disminuye con la edad.

Cuando se pregunta a los adolescentes y jóvenes si conocen las consecuencias negativas de su comportamiento y los riesgos que conlleva, la mayoría dice que sí. Entonces podemos preguntarnos ¿por qué se involucran en este tipo de comportamiento?

Toma de decisiones en la adolescencia

Detrás de tal comportamiento se esconde un complejo proceso de toma de decisiones. La neurociencia, la psicobiología y la psicología social apuntan a factores neurocognitivos, emocionales y sociales.

Ante cualquier situación, las personas tenemos dos sistemas de decisión diferentes, según la teoría del procesamiento dual: “frío”, que se caracteriza por reacciones de carácter racional y controlado, y “caliente”, que es intuitivo y automático y utiliza habitualmente heurísticas o reacciones rápidas sin reflexión.

Los adolescentes, al igual que los adultos, son capaces de recurrir a cualquiera de estos dos sistemas, pero en su caso tienen más peso los factores sociales y emocionales, al existir un desequilibrio madurativo entre los mecanismos cerebrales implicados en la toma de decisiones.

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El primer sistema se basa en la actividad de las regiones parietales dorsolateral prefrontal y posterior de la corteza cerebral y está asociado con la capacidad de implementar la autorregulación de la conducta y, por tanto, un mayor control en los procesos de toma de decisiones. Este sistema suele estar más desarrollado en adolescentes mayores, ya que su evolución es progresiva hasta la edad adulta temprana.

Sin embargo, en las personas más jóvenes prevalece otro patrón neuronal, más sensible a los estímulos socioemocionales y que otorga mayor peso en las decisiones a este tipo de estímulos. Este segundo sistema depende de regiones del cerebro asociadas con la recompensa y la información social, es decir, el cuerpo estriado ventral y la corteza prefrontal medial. Por tanto, los adolescentes más jóvenes son más sensibles a los estímulos emocionales y más susceptibles a las recompensas, la búsqueda de sensaciones y los beneficios inmediatos en detrimento de los de largo plazo.

Recompensas e iguales

Entonces aparece el cóctel perfecto: en esta etapa del desarrollo en la que los factores emocionales y sociales priman en la toma de decisiones, precisamente cuando los compañeros o amigos cobran gran importancia y la familia pasa a “un segundo lugar” como grupo de referencia.

Los expertos en criminología del desarrollo y criminología del ciclo vital suelen considerar que su influencia es decisiva en el surgimiento de conductas antisociales. La influencia de sus compañeros los hace más sensibles a las recompensas.

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Otros factores involucrados

Pero todo este análisis debería incluir otros procesos que también influyen en el comportamiento de los adolescentes, y por tanto en su toma de decisiones: el género (los hombres parecen correr más riesgos); personalidad; la dinámica familiar a la que ha estado expuesto, ya que prácticas excesivamente rígidas o permisivas derivan en problemas de conducta; sus experiencias escolares, o la adquisición de valores y actitudes, que suelen influir en el comportamiento.

Tampoco deben subestimarse factores contextuales como las normas sociales, las oportunidades o las expectativas sobre lo que se espera en una situación social determinada.

En cualquier caso, la próxima vez que nuestro hijo o estudiante adolescente “se meta en un lío”, en lugar de lamentarse de que no es posible o de que es especialmente difícil (una toma de decisiones reflexiva y tranquila sobre qué conducta implementar), aprovechemos para pensar con él sobre qué le impulsó a hacerlo.


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